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miƩrcoles. 11.06.2025

Banderas negras sobre Bagdad

Por Eugenio HernÔndez | Las banderas de ISIS ondean a pocos kilómetros de Bagdad. Como las negras velas que Teseo olvidara arriar a su vuelta de Creta, son augurio de malas nuevas.

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Foto: Europapress

@ebarcala | Las banderas de ISIS (los yihadistas de Estado IslÔmico de Irak y Siria o Levante) ondean a pocos kilómetros de Bagdad. Como las negras velas que Teseo olvidara arriar a su vuelta de Creta, son augurio de malas nuevas. Anuncian la misma destrucción que han causado ya a su paso por Faluya o Mosul. Ejecuciones sumarias e implantación de la ley islÔmica en unas tierras que pretenden convertir en califato y que hace poco mÔs de una década eran parte de un estado oficialmente laico.

Claro que eso fue antes de que Bush padre desatara la ā€œTormenta del desiertoā€, para llenar los cielos de aquellas estelas de fuego verde que las cĆ”maras de visión nocturna retransmitieron desde las azoteas de los hoteles; antes de que Saddam Hussein, el cachorro entrenado para guardarnos del emergente IrĆ”n de los ayatolĆ”s se convirtiera en el enemigo pĆŗblico nĆŗmero uno. Antes, en fin, de que el oro negro de Kuwait regresara a los bolsillos de los mismos paĆ­ses que trazaron a cartabón, tinta sobre la arena, divisiones istrativas como lindes de enormes fincas privadas.

Como en las sagas de Hollywood, el ā€œTrĆ­o de las Azoresā€ estrenó en las mejores salas un remake de aquella ā€œmadre de todas las batallasā€. Sus protagonistas que, como ocurre con los mosqueteros, eran en realidad cuatro (Bush, Blair, Aznar y Barroso), usaron todos los efectos especiales al alcance en esta superproducción, haciendo pasar por reales sus espejismos de destrucción masiva. ā€œMission accomplishedā€, anunció Bush. ā€œGlobal war on terror is overā€, apostilló Obama aƱos despuĆ©s. ā€œNo commentā€, como decĆ­a J.B. Toshack en sus tiempos en el Real Madrid.

Estados fallidos

Desde entonces, Irak escala puestos sin descanso en el ranking de candidatos a Estado fallido. No ofrece servicios bÔsicos, no demuestra poder en la periferia ni cuenta con capacidad de imponer la ley, como casi a diario recuerda el estruendo de los coches bomba en su capital, sumando daños colaterales a una cifra de víctimas que ronda las 188.000 desde 2003 según Iraq Body Count.

ISIS ha encontrado allí el ecosistema perfecto para medrar y reproducirse. La rebelión contra Bashar Al-Asad en Siria les ha permitido asentarse en la zona, suplantando y desbordando incluso a la propia Al Qaeda, y nutriendo sus filas de voluntarios venidos del exterior. De los quizÔ 5.000 combatientes con los que cuenta, un significativo porcentaje exhibe pasaportes britÔnicos, ses o alemanes. Con ellos podrÔn desplazarse libremente por el mundo cuando su entrenamiento bélico termine, para espanto de los servicios de inteligencia europeos.

Una nueva amenaza

No hace muchos días, recorrían pistas y aldeas sin valor estratégico, montados en pick-ups y pertrechados de coranes y armas ligeras. Tras los recientes éxitos militares, cuentan ahora con vehículos blindados adaptados al desierto, armas pesadas y hasta helicópteros capturados en la desbandada de unas pretendidas fuerzas armadas iraquíes que no llegan a policía de trÔfico y que han precisado de la ayuda iraní para recuperar Trikit. En los bolsillos tienen el dinero de los bancos asaltados en su avance (se calcula que mÔs de 420 millones de dólares). Y, por si fuera poco, controlan el petróleo y las refinerías de los campos del centro y el norte del país.

ISIS suma a sus filas a la minoría suní, a los expulsados del gobierno tras las guerras del Golfo y a los restos del baazismo, hambrientos todos ellos de venganza, y opera en un territorio rodeado de potencias regionales Ôvidas de repartirse los despojos. Al norte, Turquía, que no renuncia a un papel destacado en los acontecimientos. En el este, la franja que los kurdos intentan transformar en nación, un cordón sanitario con IrÔn a sus espaldas. En el sur, la mayoría chií de Irak mÔs Arabia Saudí, muñidora de buena parte de los conflictos desatados. Y al Oeste, Damasco y los bastiones del régimen sirio, las también presentes células de ISIS en Líbano, un Israel en alerta y Jordania, cuya frontera oriental en forma de embudo se ha convertido en sumidero de refugiados. Una riada de víctimas (seis millones y medio de desplazados desde que comenzó la guerra en Siria, según OXFAM) de un cambiante y cruel juego de tronos con responsabilidades compartidas y al que nos somos ajenos.

Porque la polĆ­tica de caos dudosamente controlado no es nueva: AfganistĆ”n, Somalia, Egipto, Libia… Y levantar tormentas de arena, pertrechar a talibanes, tĆ­teres autoritarios, seƱores de la guerra o fanĆ”ticos religiosos apoyando y abandonando a unas facciones u otras en función de cómo sople el viento ha sido prĆ”ctica habitual de las potencias occidentales. Puede que hasta secretamente interesadas en la triste pero rentable perspectiva de agitar las enseƱas de ISIS como evidencia de una nueva amenaza global. Negras banderas para justificar ā€œdoctrinas del shockā€, abrir telediarios y polarizar campaƱa electorales.

Banderas negras sobre Bagdad