
@ebarcala | Las banderas de ISIS (los yihadistas de Estado IslÔmico de Irak y Siria o Levante) ondean a pocos kilómetros de Bagdad. Como las negras velas que Teseo olvidara arriar a su vuelta de Creta, son augurio de malas nuevas. Anuncian la misma destrucción que han causado ya a su paso por Faluya o Mosul. Ejecuciones sumarias e implantación de la ley islÔmica en unas tierras que pretenden convertir en califato y que hace poco mÔs de una década eran parte de un estado oficialmente laico.
Claro que eso fue antes de que Bush padre desatara la āTormenta del desiertoā, para llenar los cielos de aquellas estelas de fuego verde que las cĆ”maras de visión nocturna retransmitieron desde las azoteas de los hoteles; antes de que Saddam Hussein, el cachorro entrenado para guardarnos del emergente IrĆ”n de los ayatolĆ”s se convirtiera en el enemigo pĆŗblico nĆŗmero uno. Antes, en fin, de que el oro negro de Kuwait regresara a los bolsillos de los mismos paĆses que trazaron a cartabón, tinta sobre la arena, divisiones istrativas como lindes de enormes fincas privadas.
Como en las sagas de Hollywood, el āTrĆo de las Azoresā estrenó en las mejores salas un remake de aquella āmadre de todas las batallasā. Sus protagonistas que, como ocurre con los mosqueteros, eran en realidad cuatro (Bush, Blair, Aznar y Barroso), usaron todos los efectos especiales al alcance en esta superproducción, haciendo pasar por reales sus espejismos de destrucción masiva. āMission accomplishedā, anunció Bush. āGlobal war on terror is overā, apostilló Obama aƱos despuĆ©s. āNo commentā, como decĆa J.B. Toshack en sus tiempos en el Real Madrid.
Estados fallidos
Desde entonces, Irak escala puestos sin descanso en el ranking de candidatos a Estado fallido. No ofrece servicios bĆ”sicos, no demuestra poder en la periferia ni cuenta con capacidad de imponer la ley, como casi a diario recuerda el estruendo de los coches bomba en su capital, sumando daƱos colaterales a una cifra de vĆctimas que ronda las 188.000 desde 2003 segĆŗn Iraq Body Count.
ISIS ha encontrado allà el ecosistema perfecto para medrar y reproducirse. La rebelión contra Bashar Al-Asad en Siria les ha permitido asentarse en la zona, suplantando y desbordando incluso a la propia Al Qaeda, y nutriendo sus filas de voluntarios venidos del exterior. De los quizÔ 5.000 combatientes con los que cuenta, un significativo porcentaje exhibe pasaportes britÔnicos, ses o alemanes. Con ellos podrÔn desplazarse libremente por el mundo cuando su entrenamiento bélico termine, para espanto de los servicios de inteligencia europeos.
Una nueva amenaza
No hace muchos dĆas, recorrĆan pistas y aldeas sin valor estratĆ©gico, montados en pick-ups y pertrechados de coranes y armas ligeras. Tras los recientes Ć©xitos militares, cuentan ahora con vehĆculos blindados adaptados al desierto, armas pesadas y hasta helicópteros capturados en la desbandada de unas pretendidas fuerzas armadas iraquĆes que no llegan a policĆa de trĆ”fico y que han precisado de la ayuda iranĆ para recuperar Trikit. En los bolsillos tienen el dinero de los bancos asaltados en su avance (se calcula que mĆ”s de 420 millones de dólares). Y, por si fuera poco, controlan el petróleo y las refinerĆas de los campos del centro y el norte del paĆs.
ISIS suma a sus filas a la minorĆa sunĆ, a los expulsados del gobierno tras las guerras del Golfo y a los restos del baazismo, hambrientos todos ellos de venganza, y opera en un territorio rodeado de potencias regionales Ć”vidas de repartirse los despojos. Al norte, TurquĆa, que no renuncia a un papel destacado en los acontecimientos. En el este, la franja que los kurdos intentan transformar en nación, un cordón sanitario con IrĆ”n a sus espaldas. En el sur, la mayorĆa chiĆ de Irak mĆ”s Arabia SaudĆ, muƱidora de buena parte de los conflictos desatados. Y al Oeste, Damasco y los bastiones del rĆ©gimen sirio, las tambiĆ©n presentes cĆ©lulas de ISIS en LĆbano, un Israel en alerta y Jordania, cuya frontera oriental en forma de embudo se ha convertido en sumidero de refugiados. Una riada de vĆctimas (seis millones y medio de desplazados desde que comenzó la guerra en Siria, segĆŗn OXFAM) de un cambiante y cruel juego de tronos con responsabilidades compartidas y al que nos somos ajenos.
Porque la polĆtica de caos dudosamente controlado no es nueva: AfganistĆ”n, Somalia, Egipto, Libia⦠Y levantar tormentas de arena, pertrechar a talibanes, tĆteres autoritarios, seƱores de la guerra o fanĆ”ticos religiosos apoyando y abandonando a unas facciones u otras en función de cómo sople el viento ha sido prĆ”ctica habitual de las potencias occidentales. Puede que hasta secretamente interesadas en la triste pero rentable perspectiva de agitar las enseƱas de ISIS como evidencia de una nueva amenaza global. Negras banderas para justificar ādoctrinas del shockā, abrir telediarios y polarizar campaƱa electorales.