Los historiadores analizamos cuanto tiene que ver con el pasado por medio de una herramienta, una disciplina, un oficio: la Historia.
PermĆtaseme una precisiónā¦
La Historia de los historiadores no es exactamente la historia de aquellos a quienes les gusta saber cosas del pasado. Si la una es una indagación hecha a base de plantearse preguntas, la otra es la mera acumulación de cachivaches. Algo esto último que aparenta tener mÔs utilidad que el oficio del historiador, de tal manera que es obligación de éste demostrar que su indagación tiene sentido, tiene un fin, tiene un objetivo tendente a ayudar a la sociedad civil.
¿Qué es la Historia, en definitiva?
Los seres humanos somos animales sociales, polĆticos, culturales, que vivimos en el espacio y en el tiempo, vivimos en un espacio que nos moldea y al que moldeamos, y en un tiempo donde navegan el cambio y la perdurabilidad.
Existe una disciplina de carĆ”cter cientĆfico, si bien social, que es un autĆ©ntico oficio, a la que llamamos Historia, la cual se dedica a indagar en el pasado de los seres humanos para estudiar cuĆ”nto existe en Ć©l que sea cambio y cuĆ”nto que sea perdurabilidad.
El historiador indaga para obtener conocimiento y lo primero que hace es decidir quƩ estudiar y con quƩ estudiar eso que ha decidido analizar, por medio de quƩ fuentes o documentos conocer lo que del pasado quiere conocer.
A continuación, el historiador intenta comprender lo que sea que estÔ estudiando del pasado humano y, una vez lograda esa comprensión, por medio de la narración ceñida a la verdad comprendida, explica a la sociedad los resultados de su indagación, explica y comunica las respuestas que ha hallado a las preguntas que por medio de su indagación le ha hecho a eso que del pasado ha acabado por comprender.
El historiador explica las causas y las consecuencias de ese pasado analizado históricamente. Y le explica todo ello a la sociedad civil, dotando asà a su actividad, a su disciplina, a su oficio, de su verdadera utilidad. Porque la Historia sólo es útil si el conocimiento que genera le llega claramente a la sociedad civil que lo necesita, tanto por medio del sistema educativo como a través de la publicación editorial.
Dicho lo cual, voy al granoā¦
El franquismo vino a retener el pasado
Es indudable que durante varias décadas España soportó, sufrió, disfrutó en algunos casos, de un régimen liberticida al que comúnmente llamamos, como al periodo durante el que transcurrió, de 1936 a 1975, franquismo.
El franquismo (aquello que no fue sino la istración de una victoria militar) comenzó siendo para mĆ, antes de conocerlo como historiador, a travĆ©s de la Historia, un tiempo ominoso, gris y frĆo. Aquello debió ser una poderosa intuición que se fue labrando consistente a medida que leĆa mĆ”s y mĆ”s sobre la dictadura que ejerció sobre mi paĆs el verdadero vencedor de la cruel Guerra Civil espaƱola de la primera mitad del siglo XX, el general Francisco Franco, dictador, militar, espaƱol, un conservador que logró concentrar en su persona todo el miedo que le tenĆa a las muchedumbres concienciadas la sociedad espaƱola mĆ”s atada al pasado, a la tierra, a la riqueza, a Dios, a una forma de entender EspaƱa dolorosamente acendrada y de pedernal.
ĀæQuĆ© era Franco en tanto que ser pensante, quĆ© habĆa dentro de Franco?
Digamos que la base del pensamiento polĆtico de Franco era algo que podemos llamar nacional-militarismo. Si afinamos un poco mĆ”s las caracterĆsticas de las convicciones del dictadorā¦
Llegamos, para empezar, a su marcado antiliberalismo, sustentado en su creencia de que el siglo XIX, y sobre todo lo que le habĆa tocado a Ć©l vivir ya en el XX, subvertĆa los logros de la EspaƱa anterior a la aplicación de los principios de la Ilustración, tan antiespaƱoles. Su antiliberalismo tenĆa el corolario del anticomunismo y se acentuaba en su acendrado catolicismo, al que veĆa como el fundamento moral y polĆtico de la nación espaƱola.
El ideólogo tradicionalista VĆctor Pradera Larumbe es reconocido como la Ćŗnica referencia intelectual directa de Franco, a quien honró con su amistad. Pradera defiende un Estado Nuevo inspirado en la historia espaƱola, en la tradición monĆ”rquica, en el que el hombre renuncia a la razón para depender, en una adoración perpetua, de los designios de Dios, pero dentro de una āunión socialā gobernada por una monarquĆa social favorecida por la Iglesia católica, fuente del necesario sentimiento nacional que crea la obligación de acatar a un Estado orgĆ”nico, como la nación.
Me centro. Es un decirā¦
¿Qué fue el franquismo, qué fue lo que ocurrió en España desde la Guerra Civil hasta la muerte de Franco?
He titulado este epĆgrafe āEl franquismo vino a retener el pasadoā. Me explicarĆ©.
Tras ganar la guerra, Franco no sólo estaba obligado a reconstruir un paĆs en ruinas, en el sentido literal. TambiĆ©n hubo de conformar un Nuevo Estado. Para ello, tuvo que dosificar las diferentes corrientes polĆticas que le servĆan de apoyo, todas ellas fruto de aquella victoria: las llamadas familias. Y tuvo que hacerlo sin que al hacerlo se redujera su poder personal, el vĆ©rtice perfecto de todo el edificio. El fruto de aquel equilibrio imperfecto fue el extraƱo pluralismo del que hablara el historiador Manuel Tuñón de Lara, un pluralismo reservado al tuƱoniano bloque dominante.
Una parte muy destacada del esfuerzo polĆtico del dictador, para preservar su inmenso poder, se dirigió a acrecentar su carisma.
Digamos una obviedad: el general Francisco Franco ejerció sobre los espaƱoles en sus 39 aƱos de gobierno una dictadura. Una dictadura cuyo pragmatismo, en absoluto doctrinario, se adaptó permanentemente a las circunstancias, tanto a las del exterior como a las del bullicioso inmovilismo interior. Un tĆmido alboroto consentido por el autócrata solo hasta los lĆmites en que le impedĆa asentar su poder personal.
ĀæFascismo franquista?
En la dictadura de Franco, la forma de gobernar estaba guiada por un paternalismo social. Y ese paternalismo se unĆa a las simplistas representaciones mentales de la autoridad y la religiosidad del dictador.
AclarĆ©moslo de una vez por todas: Franco no era un fascista. No podĆa serlo porque Franco era un clerical y un reaccionario.
El historiador Rafael Esteban de los Ćngeles lo explica muy bien:
āEl franquismo no puede ser calificado como rĆ©gimen fascista (si acaso fascistizante en algunos momentos), sino āsóloā dictatorial, autoritario y autocrĆ”tico, pero siempre personalista. El partido queda al servicio de la persona, del dictador autócrata y autoritario, pero no domina el Estadoā.
Lo que fue el franquismo lo argumenta un gran especialista en la dictadura de Franco, Borja de Riquer, cuando dice:
āEn pocas etapas de la historia āninguna en la Ć©poca contemporĆ”neaā el destino de los espaƱoles habĆa dependido de un rĆ©gimen tan personal y arbitrario como fue la dictadura del general Franco. Sus obsesiones y su afición de poder marcaron y condicionaron la vida de los espaƱoles durante casi cuatro dĆ©cadasā.
A mĆ, personalmente, me gusta dividir la dictadura del general Franco en tres etapas: primer franquismo, segundo franquismo y tardofranquismo. Analizo a continuación brevemente cada una de ellas:
El llamado primer franquismo duró hasta mediados de la dĆ©cada de 1950. En aquellos aƱos, el paĆs gobernado firmemente por Franco se caracterizó por el racionamiento y por el mercado negro, normalmente de productos de primera necesidad (el llamado estraperlo), que se aprovechaba de la situación creada por dicha limitación en el suministro.
El poder polĆtico y el económico habĆan retornado a la misma clase dirigente que los tenĆa antes del advenimiento de la RepĆŗblica. El rĆ©gimen de Franco supuso la restauración de los antiguos poderes económicos y sociales y fue, como ha escrito De Riquer, una āmezcla de cuartel laboral y paraĆso fiscalā idóneo para el enriquecimiento de los ya poderosos.
El ejercicio unipersonal del poder decisorio por parte de Franco servĆa a los intereses mĆ”s conservadores en cuanto a la propiedad y se apoyaba en dos ejes dominantes: el EjĆ©rcito y la Iglesia católica.
DespuĆ©s de que sus (mentirosos) panegiristas inventaran aquello de que Franco habĆa librado a EspaƱa de entrar en la Segunda Guerra Mundial, el dictador supo fiar a su anticomunismo y al acendrado catolicismo de su rĆ©gimen la aceptación de Ć©ste por la comunidad internacional. Y no se equivocó, pues la Guerra FrĆa ya delimitaba con claridad los lĆmites del mundo desde 1946. Lo primero que obtuvo Franco fue, si no el reconocimiento, al menos la aceptación de su peculiaridad.
Hablamos de segundo franquismo cuando, a mediados de la dĆ©cada de 1950, el Caudillo y GeneralĆsimo no era ya Ćŗnicamente el vencedor de una guerra civil. Franco, como dijera el historiador Javier Tusell, seguĆa vigilante āpara que la discordia no reapareciera ni siquiera en el seno del rĆ©gimenā, era āuna especie de guardiĆ”n paternalā contra las discrepancias. Para el escritor Manuel VĆ”zquez MontalbĆ”n, el papel de Franco no era ya para entonces sino el de āconductor del Movimiento y pacificador de sus tensiones internasā.
La lentitud de la institucionalización del rĆ©gimen se debió a la prudencia del autócrata. PretendĆa hacer crecer su poder al tiempo que mantenĆa ese equilibrio entre las fuerzas polĆticas de la coalición en que se basaba su rĆ©gimen. Franco buscó siempre mostrarse como el Ć”rbitro perfecto y aceptado por todas las familias polĆticas.
La definitiva edificación del régimen pareció llegar a su culminación en la década de los años 60 del siglo XX.
Cada vez estĆ” mĆ”s itido entre los historiadores que la clave de la excepcional capacidad para perdurar que mostró la dictadura de Francisco Franco estuvo precisamente⦠en su capacidad de cambio, algo que la llevarĆa a un grado de evolución tal que dejarĆa a EspaƱa en las faldas de la montaƱa que habrĆa de ascender con relativa facilidad para conseguir la transición a la democracia.
Pero, atención, ese nivel de desarrollo social y económico no fue producto del franquismo sino que mÔs bien se produjo pese a él, de tal forma que se puede considerar al régimen dictatorial establecido en 1936 como un paréntesis, horrible, en la historia de España.
La crisis última del franquismo (el llamado tardofranquismo) fue también la de la propia vida de su protagonista.
En la dĆ©cada de los 70 del siglo pasado, Franco era un anciano con casi 80 aƱos, muy enfermo (de Parkinson). Pilotaba un rĆ©gimen que era, en palabras del historiador y especialista en el franquismo, Juan Pablo Fusi, āvĆctima del mismo proceso de cambio social que habĆa generadoā sin pretenderlo.
El auge cada vez mayor de una conflictividad reacia a sus maneras dictatoriales se aprovechaba de la mismĆsima crisis en el interior del edificio tambaleante que era ya el franquismo. La dictadura era un rĆ©gimen al borde de partirse en dos entre los grupos inarticulados del sector aperturista y los tambiĆ©n desorganizados del grupo inmovilista.
Hay que tener en cuenta algo, no obstante: lo esencial debĆa permanecer inalterable. De tal manera que lo que ganó esta aparente dialĆ©ctica dentro del rĆ©gimen fue finalmente la regresión. Los derrotados fueron los que querĆan salir hacia el aire fresco de las apariencias liberales de los paĆses del entorno espaƱol. Los ganadores fueron los pĆ©treos defensores de los principios inamovibles nacionalcatólicos, vagamente parafascistas o tradicionalistas, āinasequibles al desalientoā.
Venció el inmovilismo. Un inmovilismo que sólo tenĆa una vĆa para apuntalar el franquismo: la exaltación de la figura de Franco, quien poco o nada tenĆa que decir ya, preso con su rĆ©gimen de las mismas contradicciones irresueltas. No habĆa alternativa.
En medio del azote de la modernidad que con su dinamismo desbordaba al anquilosado franquismo, el régimen no era la solución: el régimen era el problema.
Los Ćŗltimos dĆas de la dictadura franquista reposan en la actitud del Caudillo: fueron una nueva, la postrera, muestra de su autocracia, Ćŗnicamente sostenida por su enorme voluntad de permanecer en el poder āhasta la muerteā.
Y al final⦠llegó el final. Para Franco y para los franquistas, que a estas alturas no eran mĆ”s que los inmovilistas, fuera del rĆ©gimen no habĆa mĆ”s que, y estas son palabras dichas por el dictador en su Ćŗltima soflama (nuevamente desde la Plaza de Oriente, un mes antes de su muerte, el 1 de octubre de 1975), āuna conspiración masónico-izquierdista en la clase polĆtica, en contubernio con la subversión terrorista-comunista en lo socialā.
Franco murió en noviembre de 1975, en medio del desbaratamiento mÔs evidente de lo que quedaba del régimen personificado en él.
Concluyo: volviendo al fascismo
El tristemente desaparecido historiador britĆ”nico Tony Judt dijo que ālos fascistas en realidad no tienen conceptos. Tienen actitudes. Tienen distintas respuestas a la guerra, la depresión y el atraso. Pero no empiezan por un conjunto de ideas que luego apliquen al mundoā.
Si acaso, tenĆan argumentos contra algo: contra la democracia, el liberalismo, el marxismo⦠Y ahĆ encajarĆan perfectamente Franco y su dictadura, si no fuera porque Judt no definĆa de una forma cerrada al fascismo con aquellas palabras.
Porque el fascismo, como bien se sabe no era eso. No era exactamente eso. Era otra cosa.