TRIBUNA DE OPINIÓN

Pasaba por aquí: el poder autonómico

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Desde que las comunidades autónomas adquirieron las competencias plenas en las cuestiones que más afectan a la población, la mayoría de los presidentes de dichos entes se han dedicado a encender luces de Navidad, a inaugurar carreteras que muchas veces no se necesitaban y, sobre todo, a responsabilizar de cualquier problema al Gobierno central. Apenas hay casos en que un presidente autonómico haya asumido directamente las carencias, la pésima gestión o la falta de recursos para cosas necesarias que previamente se habían gastado en otras superfluas. Si hay listas de espera en los centros de salud y en los hospitales, es el gobierno de la nación el que tiene la culpa, aunque no tenga ninguna competencia en la materia, igual si las escuelas tienen ratios insoportables o las universidades carecen de los recursos que necesitan para poder funcionar como una sociedad desarrollada exige. Yo creo que todo el mundo sabe cuáles son las competencias de su Comunidad, pero por raro que parezcan, aunque se sepa por todos, han logrado transmitir al pueblo que todo lo malo viene del Gobierno central, no podía ser menos en esta dramática, dantesca situación que ha devastado un montón de pueblos y ciudades del cinturón de Valencia, causando un dolor tan intenso como difícil de remediar, pues no estamos ante una gota fría al uso de las que nos acuciaban antiguamente cada veinte o veinticinco años, estamos ante un diluvio de proporciones monzónicas para el que un país que se ha dedicado a construir en las huertas y en las ramblas no está preparado.

El máximo responsable de lo sucedido en Valencia es el cambio climático, sobre eso creo que hay pocas dudas pese a los mentirosos y los idiotas

Vaya en primer lugar, mi reconocimiento más absoluto e inapelable hacia la Unidad Militar de Emergencias, compuesta por miles de soldados que jamás han declinado enfrentarse a todas las catástrofes que han azotado al país, desde incendios brutales a volcanes, pasando por situaciones como ésta en la que han logrado llegar a sitios inaccesibles jugándose la vida. Es probable que todavía existan personas que crean en la magia o en los milagros, que suele ser lo mismo, pero la realidad es que no podemos fiarnos de ellos por su carácter sorpresivo, sí de la Unidad Militar de Emergencias a la que no se puede pedir más de lo que hace, mucho menos criticarla como ha hecho Mazón demostrando un desconocimiento supino del funcionamiento tanto de la UME como de la istración que dirige o aparenta dirigir, porque lo suyo, lo que de verdad sabe hacer bien es inaugurar fiestas patronales de barrio y tocar decir que todo lo que pasa en su derredor es histórico.

El máximo responsable de lo sucedido en Valencia es a Sánchez, a quienes agredieron directamente los ultras pese al servicio de seguridad que lo protegía.

Hace años, décadas, que los gobiernos autonómicos no asumen responsabilidad alguna por la gestión de las competencias que le son exclusivas, lo cual me parece una aberración y un ejerció malévolo y pernicioso del poder que tienen. Declinar la propia responsabilidad, hacerse el despistado ante calamidades de esta envergadura, simular que se está en el puesto sólo para hacerse la foto y privatizar, es más propio de niños mal educados que de responsables políticos que tienen la obligación ineludible de gestionar lo que les toca, pudiendo, en caso de incompetencia suma, devolver las competencias al Estado central y dimitir inexorablemente.

Dicho esto, es comprensible la rabia de los vecinos que llevan días sufriendo una de las mayores catástrofes por las que ha pasado este país en décadas, que han visto como desaparecen sus seres queridos, sus recuerdos, su lugar en el mundo, por pequeño y humilde que fuese, que siguen contemplando como el barro, la chatarra y la basura continúan en las calles por donde antes paseaban con toda tranquilidad. Ha pasado una semana y es difícil hablar de lo sucedido desde la comodidad del propio e inmaculado domicilio, donde todo sigue funcionando como antes y nada te impide salir, entrar o ir a por puñado de legumbres, empero es menester aquilatar las dimensiones de la tragedia, un río y un barranco que llegaron a llevar nueve veces el caudal del Ebro, una acumulación de barro, lodo, maleza, enseres destrozados y automóviles como nunca antes habíamos visto, todo ello junto a la carencia casi absoluta de material pesado, de material de obra pública por parte de la Generalitat, pues es bien sabido que todo eso está privatizado, que hay que buscar la maquinaria en empresas que las están utilizando en otros lugares, que entrar hasta las zonas más dañadas ha sido casi inviable hasta hace dos días. Por último, no estaría mal que, de aquí en adelante, que a la hora de la reconstrucción de lo destruido, se tuviese en cuenta de una vez por todas, donde se puede construir y donde no, porque el agua, tan escasa en estas tierras, cuando regresa quiere ir por lo suyo, por las ramblas y rieras que siempre utilizó.