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Un tema, ¿una reivindicación?, que vuelve a surgir. Esta vez en una entrevista en prensa de Camil Ros, Secretario General de la UGT de Catalunya, hablando del Congreso de esa organización sindical. Y no es la primera vez, ni sólo desde UGT.
No sé si es una propuesta para el programa sindical de UGT. De la UGT de Catalunya o de la UGT confederal española. No me constan opiniones al respecto de otras instancias sindicales en estos momentos. ¿Plantea la UGT de España un salario mínimo de cada comunidad autónoma en función de sus particulares condiciones de coste de vida?
Y puestos a particularizar, ¿por qué no uno para Barcelona y otro para Lleida? Porque tampoco son iguales las cifras en ambas “provincias”. ¿Y para Barcelona ciudad?, que tampoco son iguales en toda la provincia barcelonesa. ¿Y por barrios? Que tampoco los costes son idénticos en todos. Ahora estoy planteando el tema desde la lógica de la reducción al absurdo. Luego lo retomo desde otra perspectiva.
Por otra parte Camil Ros no inventa nada. Su planteamiento expresa los tics corporativos más negativos que se manifiestan de vez en cuando en el sindicalismo y enlaza con ocurrencias de otros. Así, Gerardo Pisarello, entonces teniente de alcalde barcelonés de los “Comuns” recordó en diciembre de 2017 la propuesta municipal de su grupo para un “salario mínimo de ciudad” en su programa electoral de 2015. “Convergencia i Unió”, la derecha nacionalista catalana, quiso sumarse desde la oposición municipal barcelonesa. Pero ni la propuesta de “Comuns” ni la de CiU tuvieron más proyección que la de unos pocos titulares de los medios. Sí tuvieron una contundente respuesta desde el ámbito de CCOO por parte de José Luis López Bulla.
Y la CEOE adelantó también a Camil Ros. Antonio Garamendi, presidente de la patronal espoñola CEOE, propuso en septiembre de 2021 Salarios Mínimos Interprofesionales diferenciados por territorios en la negociación del incremento del SMI para 2022, lo que fue rechazado por las Confederaciones Sindicales tanto de CCOO como de UGT y no fue incorporado al correspondiente Real Decreto.
Se trata de un tema muy serio. El salario es la esencia de las relaciones de trabajo, la síntesis de los principales ingredientes de éstas. Es el valor de cambio de la fuerza del trabajo, el precio por el que el empresario se adueña de los frutos del trabajo asalariado. Una expresión de ello es que muchas veces, y en muchos idiomas, más que de “trabajador” se habla de “asalariado”. Así lo establece también el art.1 del vigente Estatuto de los Trabajadores. El salario es resultado de un contrato, del contrato más importante para la vida del trabajador-asalariado.
El problema, el principal problema, es quién contrata con el empresario. Y ahí se ha ido construyendo a lo largo de siglos el concepto y la práctica de la negociación colectiva.
La negociación del salario, compendiando tiempo y condiciones de trabajo, constituye el eje de la negociación colectiva. Y, como en toda negociación orientada a establecer un contrato, cada parte ha de saber qué interés defiende y las mejores condiciones para tal negociación. Aquí en el marco de los intereses contrapuestos de capital y trabajo. Intereses del trabajo como fundamento del sindicalismo, con la necesaria determinación del ámbito que permita al trabajador/a negociar en las mejores condiciones, es decir con la mayor fuerza posible desde la defensa de intereses colectivos como síntesis y tutela de los individuales. ¿Qué colectivo pues es el más adecuado? ¿Cuál va a posibilitar mejores resultados?. Esta es la “madre del cordero".
La negociación del salario, compendiando tiempo y condiciones de trabajo, constituye el eje de la negociación colectiva
Para ello el movimiento sindical ha tenido que hacer frente desde sus orígenes a un elemento perturbador que sigue estando presente: el de los corporativismos de diversos colectivos que creen que pueden conseguir mejores resultados solos que en ámbitos más amplios, particularmente colectivos pequeños (hasta el individuo) que se consideran (o están) en mejores condiciones, y creen por ello que negociar solos les privilegia. Puede suceder también en las empresas, entre las diversas secciones, entre los diversos núcleos industriales del mismo país, entre países de ámbitos geográficos fuertemente interrelacionados. Sucede cuando olvidan que, aislados, los colectivos de vanguardia acaban debilitados. Ejemplos de todo ello hemos vivido, y seguimos, en el ámbito europeo.
Desde los sindicatos de clase se trata de plantear objetivos que permitan la más amplia coordinación y solidaridad
Desde el movimiento sindical, desde los sindicatos de clase, y UGT lo es, se trata de plantear objetivos que permitan la más amplia coordinación y solidaridad. Y el salario mínimo, o el salario base, lo es indudablemente en un ámbito como España.
Construir la unidad de clase no supone sólo concretar las reivindicaciones comunes de todo el ámbito en el salario mínimo y de las condiciones básicas, entre ellas la jornada máxima, sino también una adecuada estructura de la propia negociación colectiva. El sindicalismo italiano, en sus años de más y mejor empuje, plantearon y aplicaron la “negociación articulada”.
En España el Convenio General de la Industria Química fue en mi opinión el que mejor lo desarrolló. Así, en el tema salarial se establece un salario base para cada grupo profesional, común para todo el Estado, con un Plus Convenio a negociar en ámbitos inferiores, particularmente de empresa, en base a las específicas condiciones de cada uno, junto con posibles complementos personales, no a partir del capricho de jefecillos, sino de criterios de valoración de puestos de trabajo objetivamente establecidos.
No sé si la propuesta de Camil Ros sobre el particular SMI catalán ha provocado un intenso debate sindical en UGT, aunque nada apuntan las crónicas de su reciente Congreso. Sería bueno que desde UGT nos lo explicaran, más allá del positivo, aunque genérico, mensaje global, también desde UGT, para un proyecto de unidad y solidaridad confederal.