Cortinas rojas y silencios eternos: adiós a David Lynch

Imagen: Universo David Lynch
David Lynch fallece pero las cortinas rojas de sus sueños siempre permaneceran abiertas.

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Jaime Polo | @lovacaine

Este 16 de enero de 2025 el mundo del cine amaneció más oscuro. David Lynch, el visionario que durante décadas reinventó el lenguaje cinematográfico, falleció a los 78 años, dejando tras de sí un legado tan enigmático como las historias que narró. La muerte de Lynch no sólo marca el final de una era para el cine experimental, sino también para quienes encontramos en sus obras una ventana a las dimensiones más profundas del subconsciente humano.

El creador de "Eraserhead", "Blue Velvet" y "Twin Peaks" siempre jugó con la línea entre la realidad y el sueño. Su cine era un espejo que deformaba nuestra percepción, una lente a través de la cual lo cotidiano se tornaba extraño y lo extraño, hipnóticamente familiar. En una industria dominada por lo predecible, Lynch fue el raro artífice que nunca se doblegó ante las convenciones, el freak que todos miraban mal en el instituto.

Lynch fue el raro artífice que nunca se doblegó ante las convenciones, el freak que todos miraban mal en el instituto

Pero no todo se alejaba de la realidad. Lynch demostró que su genio también podía florecer en el terreno aparentemente más convencional con "The Elephant Man" (1980), una obra que le valió ocho nominaciones al Oscar.

A nivel personal, Lynch también cultivó una vida que reflejaba sus obsesiones creativas. Pintor, músico y defensor de la meditación trascendental, encontraba en estas disciplinas otras formas de explorar los confines de la mente. Sus entrevistas revelaban a un hombre afable, casi ingenuo, en desconcertante contraste con el tono perturbador de sus obras. Quizá esa dualidad era la clave de su genio: Lynch no huía del caos, lo abrazaba con la misma calidez con que uno recibiría a un viejo amigo.

Hoy, el cine pierde a uno de sus exploradores más audaces. Pero, como sucede con los verdaderos visionarios, Lynch trasciende lo terrenal. Sus obras permanecen como mapas de territorios que no conocíamos hasta que él los iluminó. Mirar sus películas no es solo ver cine; es adentrarse en un sueño compartido, un estado alterado de conciencia donde el misterio, el horror y la belleza coexisten en perpetuo desequilibrio.

Lynch nos recordó la importancia de las preguntas sin respuesta, de los silencios cargados de significado

En un mundo que parece empeñado en explicar y desmitificar todo, Lynch nos recordó la importancia de las preguntas sin respuesta, de los silencios cargados de significado.

Hoy lo despedimos, pero su obra sigue con nosotros, susurrándonos al oído que la vida es, al fin y al cabo, una historia que no siempre tiene sentido. Y quizá así está bien.

Descansa en paz, David Lynch. El mundo nunca volverá a ser igual sin ti, pero las cortinas rojas de tus sueños permanecerán siempre abiertas.


Imagen: Universo David Lynch