BCN FILM FEST 2025

Crónica BCN Film Fest: el brillo de las estrellas

Imagen: BCN Film Fest 2025.
El cine brilló en el BCN Film Fest en Barcelona pese al apagón. Estrellas y glamour mantuvieron su esencia.

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Aleix Sales | @Aleix_Sales

Un Marcello Mastroianni equipado con unas fellinianas gafas de sol componía la imagen del cartel de la novena edición del BCN Film Fest. Unas lentes para protegerse de la brillante luz solar, que fue la única que se tuvo ese lunes, en pleno ecuador del festival, cuando la electricidad se desvaneció en toda la Península Ibérica. Pero la luz de las estrellas que visitaron la Ciudad Condal esos días fueron energía suficiente para iluminarla e, incluso en la adversidad, se le supo dar una vuelta. Incluso en aquella jornada en la que se paralizó todo, el cine acabó triunfando con aquella proyección a última hora de Paternal Leave, con su directora, Alissa Jung, y protagonistas, Luca Marinelli y Juli Grabenhenrich, con la que la maquinaria se volvió a poner en marcha y dejar paso a lo programado sin sobresaltos. Al día siguiente, uno de los grandes reclamos, Richard Gere, se paseaba de nuevo por la alfombra roja de la calle Verdi –vino en 2017, justamente el primer año-, para presentar junto a los directores Barbara Miller y Philip Delaquis, el correcto documental que había producido sobre el Dalai Lama, Sabiduría y felicidad. Una entrevista cara a cara con el líder espiritual budista cuyo mayor aliciente es el material archivo de su protagonista, en contraposición a las imágenes de stock para acompañar las consignas y opiniones que comparte. Días más tarde, un actor de calado intergeneracional como Ralph Fiennes, incombustible en su cuarta década en las pantallas de todo el mundo y de alta actualidad a propósito de su Cardenal Lawrence, organizador de cónclaves papales que estará muy ocupado este mes de mayo, despertaba las pasiones de todos los asistentes con la encantadora timidez y la amabilidad de todo un gentleman británico. En medio, multitudes de presentaciones, coloquios y actividades con todo tipo de directores, actores y profesionales del cine con la que el festival mantiene su razón de ser: estrechar los lazos del trabajo en el séptimo arte con el público, que al fin y al cabo son los que le dan oxígeno con su asistencia a las salas, envuelto con una atractiva pátina de glamour.

El palmarés no olvidó para nada el compromiso social que puede vehicular el cine, otorgando el premio principal a The quiet son, de Delphine y Muriel Coulin, así como la importancia del sistema educativo con los premios interpretativos de Alexandra Lamy y Grégory Gadebois en La primera escuela, de Éric Besnard. Paternal Leave, Adorable, Köln 75, La Furgo, o el cortometraje Espiral, de Sara Hernández Rodríguez (alumna de la escuela La Casa del Cine), salieron con estatuilla.

Paternidades disfuncionales

En una edición muy marcada por las paternidades complicadas, rompió el hielo Un “like” de Bob Trevino, dramedia indie estadounidense de Tracie Laymon, que trajo a su protagonista, la catódica Barbie Ferreira, hasta la alfombra roja de la calle Verdi. Ferreira interpreta con holgura a una chica de 20 años, recientemente abandonada por su despreciable padre, que entabla o a través de algo ya tan demodé como Facebook con el Bob Trevino del título (notable John Leguizamo), un hombre solitario tocado por la muerte de su hijo. Equilibrada en lo cómico y lo dramático, la película de Laymon es un más que encantador canto a la familia elegida basado en una historia real que, no obstante, no se desmarca ni una coma del canon indie habitual.

Poco antes de que la Adolescencia tratara el fracaso de los padres y del sistema en la educación de los jóvenes frente a las agresivas consignas provenientes de los sectores más ultra de nuestra sociedad, las directoras Delphine y Muriel Coulin abordan la penetración de la ultraderecha en chicos aparentemente corrientes mediante la perspectiva de un padre honrado en The Quiet Son. La gran ganadora del certamen, que se llevó el premio a la Mejor Película de la Sección Oficial, protagonizada con aplomo por un Vincent Lindon que se llevó la Copa Volpi en el pasado Festival de Venecia, trata con cierta sutileza y destellos inspirados una temática muy potente que, sin embargo, no es aprovechada del todo y queda algo deslucida por una puesta en escena demasiado convencional y carente del vigor suficiente para mantenerse en sus dos horas de duración. Su contundente desenlace corrige sus fallas y deja un mejor sabor de boca.

Fotograma de Paternal Leave.

En el reverso de los padres coraje como Lindon está el completamente ausente como el de Paternal Leave, debut en el largometraje como directora de la actriz alemana Alissa Jung, que fue reconocida con el premio a la Mejor Dirección. Para contar la historia de esa adolescente alemana que encuentra a su padre biológico, Jung se asocia sabiamente con Luca Marinelli (su pareja en la vida real) y Juli Grabenhenrich, quienes componen una dupla sólida en una propuesta que no cae ni en lo lacrimógeno ni la emotividad barata al atreverse a abordar la complejidad de un personaje desagradable como el de Marinelli. Aunque su duración se extiende más de lo necesario, Jung supera tranquilamente el reto y brinda más de una escena inspirada –la escena del coche es un sí rotundo-, en la que ha sido de las mejores candidatas en competición. Otro padre disfuncional es el que interpreta el siempre infalible Pol López en La furgo, opera prima de Eloy Calvo que adapta la novela gráfica de Ramon Pardina y Martín Tognola sobre un hombre separado y con una hija que vive en una furgoneta, trampeando su decadente realidad frente a su exmujer o el personal del colegio. Retrato amable de la precariedad que puebla las calles de la sociedad occidental, una feel-good movie modesta que no ahonda en el potencial de los secundarios ni termina de redondear su apuesta por el humor. La música de Marc Parrot recibió el premio Festival Castell de Peralada a la Mejor Música.

El peso de la miseria

La pobreza también es el eje central de Cuatro paredes, nueva película de Ibon Cormenzana en la que Manuela Vellés interpreta a una joven viuda que debe hacerse cargo ella sola de su hija (Sofía Otero) mientras las deudas asedian. Pieza de cámara encerrada entre los muros de la vivienda a lo largo de un año en diferentes planos secuencia, el formato encorseta un film demasiado teatralizado, tremendista y que aborda la escasez de un modo algo banal. En el lado positivo, están Vellés y una Sofía Otero que demuestra que 20.000 especies de abejas no fue solamente flor de un día y que es capaz de adentrarse en terrenos interpretativos sofisticados para una actriz infantil. Estremecedora, especialmente en el fragmento correspondiente al mes de julio.

Mucho más atinado es el segundo largometraje de Belén Funes, después de su imponente carta de presentación La hija de un ladrón (2019). Tras ser una de las triunfadoras del Festival de Málaga de este año, la catalana filma una reivindicación de los migrantes (los Tortuga del título), siempre en esa cuerda floja, con su estilo naturalista. Una inmersión que también toca temáticas trascendentales como el duelo o la especulación inmobiliaria crudamente, pero dejando resquicios para una cierta esperanza. Siendo un tanto más desequilibrada que su ópera prima, Los Tortuga confirma el pulso de Funes a la hora de construir secuencias que arrebatan al espectador (esa visita al piso y posterior conversación en el taxi) y su magnífico ojo en la dirección de actores, con la chilena Antonia Zegers –quien ya ha hecho varias veces gala de su inmenso talento y aquí nos regala una escena donde habla catalán-, o la novel Elvira Lara, que da la talla ante el reto.

Fotograma de Adorable.

Un desmoronamiento sentimental es el que propone Adorable, distante melodrama noruego dirigido por Lilja Ingolfsdottir, que fue galardonada en el festival por su faceta como guionista. En él, una mujer con cuatro hijos es abandonada por su segundo marido sin explicación, dejando lugar a un delicado film sobre la importancia de los cuidados y cuidarse, soportado con nota con Helga Guren que, no obstante, adolece de parsimonia y, en ocasiones, de subrayar su mensaje terapéutico.

Coraje en femenino

Madre coraje es la de Érase una vez mi madre, comedia dramática del canadiense Ken Scott acerca de una mujer que, en el París de la década de 1960, lucha para encontrar un remedio para la malformación el pie de su hijo. La película no escapa de la fórmula habitual, pero se puede disfrutar con agrado gracias al aderezo de su guion con alivios cómicos, el no derramar toda la cuchara de azúcar, la incorporación de Sylvie Vartan y la actuación sentida de Leïla Bekhti.

El italoturco Ferzan Özpetek propone toda una celebración de la mujer en Diamanti, una matrioshka narrativa en la que un director de cine se dispone a rodar una película ambientada en el mundo del cine, concretamente desde el punto de vista del diseño de vestuario. Özpetek, formado también en este departamento, reúne a un grupo de actores y actrices frecuentes en sus películas previas para componer una obra coral, tal vez la que más en su filmografía, con la que pone en valor este oficio del cine a través de distintas subtramas con un aire costumbrista muy propio de él. La película, algo deslavazada en contenido, compensa con la ejecución fluida de una coreografía sofisticada, un acabado visual cuidadísimo -una de las películas recientes donde la gente es retratada de la forma más bella-, y un reparto en estado de gracia donde brilla el duelo entre Luisa Ranieri y Jasmine Trinca o una robaescenas como Geppi Cucciari.

Fograma de Diamanti.

Eran Riklis es el encargado de trasladar a la pantalla la novela autobiográfica de Azar Nafisi Leer “Lolita” en Teherán, una crónica de la represión de la república islámica del Ayatolah Jomeini en Irán desde 1979, marcada por el retroceso en derechos de las mujeres y la coartación de libertades. Nafisi, encarnada convincentemente por Golshifteh Farahani, montó un club de lectura entre mujeres donde leían obras prohibidas de Occidente como El gran Gatsby, Jane Austen o el clásico de Nabokov del título. Todo lo apasionante de la historia se va diluyendo en un film acomodado y que confía demasiado en el poder de su discurso para mantener el interés. Merecía más pasión y nervio.

Otra pequeña historia de una joven remando a favor de la cultura es la de Köln 75, cinta alemana de Ido Fluk laureada como mejor Película del festival por la crítica ACCEC y el premio al Mejor Montaje. Köln 75 cuenta la odisea de Vera Brandes, una alemana de 19 años que consiguió traer al pianista de jazz Keith Jarrett a Colonia en el año del título, donde celebró un concierto que se ha convertido en un disco para la posteridad. Efectiva y relatada con fuerza y alma, la película se beneficia de una entregada Mala Emde como Brandes y del magnético John Magaro como el divo Jarrett, resultando una de las más gratas sorpresas en la competición.

También hubo títulos que exploraron la vertiente íntima de grandes estrellas como La divina Sarah Bernhardt, que en esta ocasión da vida una de las divas del cine galo como Sandrine Kiberlain. La aproximación a la esfera sentimental del icono que hace Guillaume Nicloux es excesivamente funcional y no aporta nada que no se haya visto antes, más allá de conocer breves apuntes biográficos en el corazón de la estrella. Desde el documental, Azucena Rodríguez rinde homenaje a su amiga Almudena Grandes, una de las escritoras clave de los últimos 30 años para comprender el panorama literario español, en Almudena. Partiendo de un proyecto previo iniciado, el largometraje se remoldeó a raíz de la enfermedad y muerte prematura de la novelista, dando un repaso a su trayectoria con el propio testimonio grabado de Almudena, el de su familia y otros amigos, así como abundante material de archivo. Aunque es una pena la síntesis de la película (seguro que existe material de archivo suficiente como para componer una miniserie), lo cierto es que Rodríguez brinda un documento sincero, curioso y respetuoso para conocer el espectro privado de su figura, de interés tanto para los seguidores de Grandes como para los neófitos que, simplemente, quieran descubrir quién es.

Otra autora imprescindible en la historia de la literatura, Jane Austen, es el cebo para componer una romcom sa de triángulo amoroso en Jane Austen arruinó mi vida, de Laura Piani. Todo lo original de su título se esfuma en una película rutinaria, incapaz de reformular frescamente las tramas de la escritora inglesa, sin chispa en sus diálogos, deviniendo un descafeinado sucedáneo de un Woody Allen en horas bajas, donde únicamente sobresale de la ruina el trío protagonista.

El rescate de la memoria

Dentro de las múltiples películas que se proyectaron remitentes a hechos históricos, el conflicto bélico tuvo un sitio remarcable. Por primera vez en la sección oficial compitió una película asiática, concretamente de Corea del Sur: Harbin, de Woo Min-ho. Ambientada en la Corea invadida por los japoneses de 1909, ocupación que se alargaría hasta el fin de la II Guerra Mundial, expone la conspiración clandestina para atacar a uno de los altos mandos nipones en la estación de tren de la ciudad a la que da título. Rodada con oficio e ímpetu por Min-ho, Harbin sufre más en la descripción arquetípica de sus personajes, la cual hace restarle fuerza a su correcto conjunto.

Con el sello de Cannes 2024 llegó La mercancía más preciosa, primera incursión en el cine de animación del oscarizado Michel Hazanavicius, situada en la Europa continental de la II Guerra Mundial. El cineasta francés adapta el relato de Jean-Claude Grumberg compuesto por distintas historias de abandono, persecución y muerte en el seno de la barbarie, configurando su obra más contenida, con la que mantiene varios sellos de su autoría. Constituida como si fuera un cuento narrado por Jean-Louis Trintignant, en su último crédito para el cine, puede que a La mercancía más preciosa le falte rematar alguna de sus ideas y no ofrezca una visión completamente innovadora de su tema, pero el desolador trazo gris de su dibujo, la delicadeza de su historia o el poderoso sentido visual de sus imágenes hacen de ella una experiencia conmovedora y muy estimable.

Fotograma de La buena letra.

Uno de los nombres mayúsculos surgidos en el panorama cinematográfico español de la última década, Celia Rico Clavellino, sorprendió con su primera película de época: La buena letra. Ubicada en un pueblo valenciano de la posguerra española, Rico transporta la sutileza y elegancia propias de su mirada a la cotidianidad a un pasado pretérito relativamente reciente, plagado de secretos, dolores guardados e incomunicación. Estructurada inteligentemente en cuatro capítulos orbitantes alrededor de su protagonista, Ana –estupenda Loreto Mauleón-, una ama de casa común, y su relación con los otros personajes (su marido, su cuñado y su cuñada), el film se va abriendo lentamente conforme lo que remueve a sus individuos se va descubriendo, pintando una realidad amarga propia de su tiempo, con la que directora da un pase adelante en una propuesta ligeramente más ambiciosa, pero albergando toda la esencia de su creadora.

La depuración de los mitos

Uno de los invitados estrella de la edición, Ralph Fiennes, acudió para recibir el premio honorífico y presentar junto a Ángela Molina y su director, Uberto olini, The return, versión de los textos homéricos del regreso de Ulisses a Ítaca. Completamente opuesto de lo que hará Christopher Nolan, olini ofrece una lectura depurada y de ritmo pausado (resintiéndose por momentos) de esta leyenda mitológica, rodada con austeridad e inspiraciones “caravaggianas” en sus fotogramas, y en la que destaca su robusto reparto con Fiennes y Juliette Binoche a la cabeza, en su reencuentro 28 años después de la magistral El paciente inglés (Anthony Minghella, 1996). Comedida más que operística, su solemnidad la acaba lastrando y confiriéndole una cierta frialdad, pero es un estimable acercamiento con varios valores gratificantes.

Fotograma de The return.

Joel Souza remueve el género mitológico por excelencia del imaginario norteamericano, el western, en la malograda Rust. Manchada por la trágica muerte de su directora de fotografía en 2021, Halyna Hutchins, por un disparo accidental de un arma en el set por parte de Alec Baldwin, creyendo que estaba cargada con balas de fogueo, tras un largo periplo el film ha llegado a las pantallas. Precisamente, lo mejor de Rust es la fotografía de Hutchins (y de su relevo, Bianca Cline), muy por encima de su trillada historia de huidas y cazarrecompensas, la cual no requiere las más de dos horas y cuarto que dura.

Natjia Brunckhorst, célebre protagonista de Yo, Cristina F. (Uli Edel, 1981), filma una picaresca canónica con la particularidad de tener como telón de fondo la reunificación alemana en Two to one. En ella, una familia encuentra en un almacén subterráneo millones de marcos de Alemania del Este, una moneda que está a punto de perder todo su valor frente a los marcos alemanes occidentales. Harán todo lo posible para ir cambiándolos sin levantar sospechas, de acuerdo a lo que declararon a las instituciones económicas. Reclutando a un plantel llamativo de intérpretes teutones como Sandra Hüller, Ronald Zehrfeld o Max Riemelt, la travesurilla de Brunckhorst es una entretenida heist movie, aunque con metraje de más y verdaderamente más interesante por su contexto que por la diversión que llega a ofrecer, a pesar de su buena premisa.

Retiros al campo con aroma de misterio

En Barcelona se pudieron ver, llegadas de Málaga, nuevas contribuciones al cine de urbanitas que se mudan al campo, subgénero bien prolífico en el audiovisual español durante este último lustro, con desiguales resultados. Gracia Querejeta ha vuelto a la pantalla grande después de Invisibles (2020) con La buena suerte, adaptación de la novela de Rosa Montero. Un hombre, Pablo, se baja en la estación de un pueblo de mala muerte con la intención de empezar una nueva vida, mientras huye de algo concerniente a su pasado. Este punto de partida despliega un drama romántico entre el protagonista y Raluca, una vecina optimista que supone un faro entre toda la oscuridad que lleva acarreando. Es en este apartado donde la película opera mejor, ya que la vertiente de intriga hace aguas en un guion exagerado que fía todo demasiado a casualidad. Hugo Silva, Megan Montaner y Miguel Rellán, dan lustre a esta fallida puesta en imágenes del relato de Montero.

Fotograma de La buena suerte.

Otro hombre que huye de una existencia que no entiende es el Fernando de Una quinta portuguesa, segundo largometraje de Avelina Prat. El protagonista, interpretado magníficamente por un Manolo Solo en pleno dominio de los tempos, abandona su vida sin motivo aparente y entra a trabajar como jardinero en la finca portuguesa del título, perteneciente al personaje de María de Medeiros, donde encontrará una nueva identidad con la que sentirse en paz consigo mismo. Prat filma otra propuesta tremendamente humanista, calmada, pero con ritmo, a la que añade un elemento de thriller con la que guardarse bajo la manga más de un giro de guion, alguno más cogido con pinzas que otro, pero que funcionans. Una de las películas más agradables y satisfactorias de una programación que cerró con Las irresponsables, de Laura Mañá, poniendo el broche a la edición. Un año en el que, frente a la adversidad energética y a los tiempos grises que parecen volver a pintar el presente, el cine se erige como un faro alumbrante en el que refugiarse y orientarse para avanzar hacia un mundo más claro.