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Narrativa | JOSÉ LUIS IBÁÑEZ SALAS | @ibanezsalas

No encuentro explicación al hecho de que haya tardado casi treinta años en volver a leer una novela del escritor español Gustavo Martín Garzo, así que en 2024 decidí leer la que publicaba entonces, El cuarto de los sombreros, que en realidad no es una novela: son dos novelas. Dos novelas cortas. Muy GustavoMartínGarzo, tal y como le recordaba de aquellas novelas suyas como la maravillosa El lenguaje de las fuentes, la cuarta, Premio Nacional de Narrativa en 1993. Tan fabulosas en el doble sentido de la palabra.
Como fabulosas son las dos narraciones incluidas en su libro El cuarto de los sombreros. Sobre todo, en lo tocante a ser fábulas. Dos fábulas magistralmente vertidas al lenguaje literario de ensueño milenario propio del autor.
Hermosa es la dedicatoria del volumen:
“A Emilia Garzo, mi madre, que guardaba las llaves del primer jardín”.
El amor lo es todo. ¿Por qué existen las cosas de este mundo, para qué? Como el autor de esta pequeña maravilla dice ser —dice que lo somos cuantos escribimos, cuantos narramos— un ser perverso “con el corazón candoroso”, pareciera que se pudiera hallar algo de perversión en sus dos historias y, sobre todo, sobre todo, mucho corazón candoroso en las dos. Mucho.
El primero de los dos cuentos largos, de las dos narraciones, de las dos novelas (nouvelles, dirán los pedantes), es el que da título al volumen: ‘El cuarto de los sombreros’, que se abre con esta cita del escritor francés Pascal Quignard:
“Buscamos el amor como busca el recién nacido los latidos del corazón de su madre”.
¿Buscamos el amor? Sí, aunque no seamos del todo conscientes, es lo que hacemos primordialmente. De eso va la primera narración del libro de Gustavo Martín Garzo. Buscamos el amor en un mundo del que nada sabemos. En ‘El cuarto de los sombreros’, lo que ocurre es que alguien se entera de que otra mujer con la que convivió “ha escrito un libro y descubre al leerlo que muchas de las cosas que en él se cuentan son las que vivieron juntas”. Y aquí está la esencia valiosa de la narración: que no hay “que preocuparse en exceso de si lo que se contaba en una novela había sucedido o no, pues en toda historia que mereciera la pena, aunque fuera inventada, había algo verdadero. ¿Por qué nos detendríamos a escucharla si no fuera así?” Cuando lee ese libro ella aprecia que incluso las cosas que la autora se inventa no le parecen “menos ciertas que las que habían sucedido de verdad”. Porque, “aunque las cosas que se cuentan en los libros no siempre sean reales eso no quiere decir que no las necesitemos”. De hecho, ¿no será que es “lo inverosímil lo que da valor a las cosas”?
Nos volvemos a acordar leyendo esta parte del libro de que en los libros solemos leer cosas como que “la vida era guardar falsos tesoros en lugares que no existen”. O eso otro de que “la escritura era un oficio de tinieblas”, un oficio que te aleja de todo en lugar de acercarte a los demás. De tal manera que “los escritores siempre están solos, sus libros no les salvan de la oscuridad, se confunden con ella”. (No creo que GMG crea tal cosa, una de sus protagonistas se ve que sí, como aquello otro de que tal vez la belleza no sea otra cosa que olvidar el nombre de las cosas).
“Desear sólo lo que tienes, eso es la felicidad”.
Y la lección de todo esto (si es que la literatura necesitara eso, dar lecciones a quien la disfruta) no es otra cosa que “una vida sólo está vacía si falta el amor”. Porque “el amor es todo lo que tenemos”. Aunque a veces hablamos del amor como si fuera “una vida que no nos pertenece”. O como si solamente fuera “un niño que juega”. Una vida en la que “no hay tiempo de aprender a vivir” en la que solemos buscar el amor como el recién nacido que “busca los latidos del corazón de su madre”.
Quizás también otra lección sea que las cosas hemos de comprenderlas con los ojos, “no con el pensamiento”.
Claro que… “para qué escribir si la gente ya no cree en nada”. Menos mal que aún hay gente, como el autor, dispuesta a hacerlo (escribir), no obstante.
El pasado no es algo completo, completado, en el que ya esté todo decidido para siempre. En la literatura, aquí lo vemos continuamente, “el pasado sigue vivo”, en él existen puertas “que aún piden ser abiertas”, también estancias “con alguien que espere que le beses para despertar”. Es ese mundo de ensueño que GMG recrea tan etéreamente en ese contundente ámbito que es cada cuento que compone toda su narrativa.
“Todos nos volvemos otros al envejecer”.
La segunda historia del libro se titula ‘La mentirosa’. La protagonista y narradora de ella es la mística sa del siglo XIX Bernadette Soubirous, la famosa alma mater de la milagrería asociada a las apariciones marianas de Lourdes. Mística a su pesar. Su mundo interior, con el que trata de reconstruir (para nosotros) aquella vida suya que la hizo llegara a ser santificada por la Iglesia católica, es el que le sirve a Gustavo Martín Garzo para que nos ensimismemos literariamente en reflexiones como la que se pregunta qué ocurre con todo eso que se olvida, “¿dónde queda?”, o como la que se interroga sobre el porqué del sufrimiento, que está por todos los sitios, y ¿de qué habrán servido todas esas lágrimas vertidas en el mundo, “si todo continuaba igual”? ¿Para qué vivimos? “Todo esto para qué”. ¿Por qué estamos en el mundo? ¿Para qué es el mundo? ¿Por qué es así?
Bernadette es incapaz de explicar lo que ella sintió, escuchó y vio en el interior de aquella gruta, y lo es porque la gente no suele saber escuchar, lo único que quiere la gente es que le “vuelvan a decir lo que saben”. Escuchar es “esperar que se abra una grieta en la piedra”.
Tal vez morir no sea más que olvidarse uno de los que le han querido.
“La muerte está en las hojas que caen, en los árboles secos, en los animales hambrientos, en la materia que se descompone junto a las raíces. Está en las caras de los ancianos, en los suspiros de las parejas cuando se aman, en nuestros propios ojos al mirarnos en el espejo. Si no podemos hacer nada para evitarla ¿por qué ocuparnos de ella?”
¡Qué bella es la escritura de GMG! La belleza, por cierto, es (lo dice la narradora de ‘La mentirosa’) todo lo que está suelto y no puede ser retenido ni hacerlo nuestro. La belleza no significa nada, carece de un porqué.
Gustavo Martín Garzo.El cuarto de los sombreros. Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2024. COMPRA ONLINE

Escritor y crítico literario