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viernes. 06.06.2025
TEATRO

'Historia de una escalera': entre el desencanto de Buero Vallejo y la visión de Helena Pimenta

Historia de una escalera sigue siendo una obra rotunda y uno de los mejores exponentes del teatro de posguerra.

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Vicente I. Sánchez | @Snchez1Godotx

Me resulta fascinante, y digno de un estudio sociológico, que Helena Pimenta, directora de la actual puesta en escena de Historia de una escalera en el Teatro Español de Madrid, cierre la obra con una célebre reflexión de Antonio Buero Vallejo:

"Pese a toda duda, creo y espero en el hombre, como espero y creo en otras cosas: en la verdad, en la belleza, en la rectitud, en la libertad."

Es una crítica a una sociedad inmovilista, estancada y cobarde, en la que, por mucho que sus personajes luchen, acaban atrapados en el mismo ciclo de frustraciones y errores

Una reflexión interesante, sin duda, pero que no parece ajustarse al tono y al significado con los que Buero Vallejo concibió esta obra en 1949. Ya que, ante todo, Historia de una escalera es una crítica a una sociedad inmovilista, estancada y cobarde, en la que, por mucho que sus personajes luchen, acaban atrapados en el mismo ciclo de frustraciones y errores. Por ello es considerada una de las grandes obras sobre el desencanto de la posguerra.

¿Era realmente necesario cerrar con un destello de optimismo? ¿No podría el espectador marcharse con esa sensación de vacío existencial que la obra sugiere? ¿Somos tan frágiles que no podemos aceptar la derrota?

Son preguntas pertinentes para una obra de gran potencia dramática, que, como era de esperar, ha agotado todas sus funciones. No es casualidad: estamos ante una de las cumbres del teatro de Buero Vallejo, escrita tras la Guerra Civil, en la que el autor combatió en el bando republicano y fue condenado a muerte tras la victoria franquista. Finalmente, su sentencia fue conmutada por cadena perpetua, de la que cumplió siete años en prisión. Toda esa carga de decepción y frustración impregna Historia de una escalera, estrenada en el Teatro Español de Madrid el 14 de octubre de 1949 y que ahora regresa al mismo escenario hasta el 30 de marzo.

Ganadora del Premio Lope de Vega, la obra narra la historia de una escalera vecinal a lo largo de varias décadas, retratando las vidas de padres, madres e hijos, y, en definitiva, de los vecinos que habitan ese bloque. Buero Vallejo emplea este recurso narrativo para realizar una crítica feroz y profundamente realista de las frustraciones y anhelos de la España de su tiempo. Sus personajes, cobardes y resignados, son incapaces de mirar al futuro con optimismo y pasan las horas murmurando sobre sus vecinos y maquinando en una escalera tan sucia y destartalada como la España de posguerra. La escalera se convierte en un no-lugar, un mero tránsito, un símbolo de la imposibilidad de avance. Los personajes suben y bajan, pero nunca queda claro hacia dónde se dirigen. La relevancia de la obra radica en que, pese a la férrea censura del régimen franquista, Buero Vallejo logró construir una crítica sutil pero contundente, cuyo mensaje de desencanto sigue siendo vigente en la España del siglo XXI.

Toda esa carga de decepción y frustración impregna Historia de una escalera, estrenada en el Teatro Español de Madrid el 14 de octubre de 1949 y que ahora regresa al mismo escenario hasta el 30 de marzo

Helena Pimenta traslada ese desencanto con gran acierto, apoyada en una escenografía impecable de José Tomé y Marcos Carazo, que nos muestra una escalera sucia y decadente por la que transitan los personajes. Un elenco de primer nivel, encabezado por figuras como Gloria Muñoz, Puchi Lagarde, Marta Poveda, David Luque, Juana Cordero, José Luis Alcobendas, Carmen del Valle o Gabriela Flores, da vida a esta historia coral, en la que todos los intérpretes tienen su momento de lucimiento. Sin embargo, el auténtico protagonista es esa miserable escalera que evoca el hambre, la miseria y las heridas de una guerra fratricida que dividió a familias y vecinos, aunque en la obra las enemistades no se articulen en términos políticos.

Pimenta nos presenta un montaje serio y de gran nivel dramático, que se mueve en el terreno seguro de los textos ya consagrados. La puesta en escena ofrece exactamente lo que el espectador espera, sin arriesgar ni desviarse del material original, salvo por la inclusión de algunos bailes y canciones que aportan cierta ligereza sin alterar la esencia de la obra. Por ello, resulta desconcertante que, en su desenlace, la directora opte por un mensaje esperanzador que contrasta con el tono general de la pieza. Esa frase final, que busca infundir un resquicio de optimismo, parece diluir parte del mensaje que ha vertebrado toda la obra.

A pesar de ello, Historia de una escalera sigue siendo una obra rotunda y uno de los mejores exponentes del teatro de posguerra. Coincidiendo con su 75 aniversario, se nos presenta una oportunidad inmejorable para revisitar una pieza que, con nuevos matices, sigue resonando en la España actual. Porque, aunque los tiempos cambien y los colores varíen, esa España inmovilista sigue, en muchos aspectos, siendo la nuestra.

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