
Obama se fue de vacaciones cumpliendo uno de los rituales de la reciente polĆtica exterior norteamericana que mĆ”s le desagradaba: ordenar ataques aĆ©reos en Irak. Aunque las circunstancias sean muy distintas a las que determinaron las decisiones de sus antecesores (los dos Bush y Clinton), lo cierto es que el actual inquilino de la Casa Blanca se ha resistido a dar luz verde a operaciones militares ofensivas en el atormentado paĆs del Tigris y Ćufrates.
El presidente norteamericano anticipó cautelosamente la decisión un dĆa antes. No es descabellado pensar que deseaba que el impacto mediĆ”tico del ataque en si no desplazara el interĆ©s de sus motivaciones y, aĆŗn mĆ”s significativo, el propósito de atenerse a su doctrina de "acción limitada".
Los objetivos acotados de los ataques de los F-18 y los drones son dos: primero, detener el avance de las columnas de los yihadistas del EjĆ©rcito IslĆ”mico (EI) hacia Erbil (la capital del KurdistĆ”n iraquĆ), para poner a salvo al personal militar del consulado norteamericano en esa ciudad; y, segundo, prevenir el genocidio de miles de personas de la minorĆa yazidĆ, atrapadas en condiciones deplorables en el Monte Sinjar. De forma complementaria, y para reforzar el segundo objetivo, se han distribuido alimentos y suministros de primera necesidad a esos perseguidos para salvarles de la desnutrición y la deshidratación. En definitiva: panes y bombas.
Las consecuencias han sido fructĆferas, de momento, por lo que informa el PentĆ”gono y la Casa Blanca. Los yihadistas han perdido varios vehĆculos blindados y varios combatientes en nĆŗmero no precisado han sido literalmente destrozados. Los peshmergas o milicianos kurdos han conseguido contraatacar y tomar dos localidades distantes tan sólo media hora de Erbil. Los yazidĆes han disfrutado de cierto alivio y parte de ellos han conseguido pasar a Siria o evadir en buena medida el acoso (1).
LOS RIESGOS
Naturalmente, la decisión de Obama comporta riesgos y, por ello y por otros motivos mĆ”s interesados, ha acarreado crĆticas
En primer lugar, por limitada y medida que se quiera presentar y por mucho que se invoquen razones humanitarias o de autoprotección, lo cierto es que los ataques aéreos pueden significar un giro en la guerra iraquà y colocar a Estados Unidos como favorable a uno de los bandos. Los ataques favorecen de forma directa e inmediata a los kurdos, de las tres grandes que componen Irak, la mÔs pro-norteamericana. Ya en 1991 y en 2003, los aviones norteamericanos salvaros a los kurdos del aplastamiento que intentó Saddam Hussein.
AlgĆŗn comentarista norteamericano (2) ha seƱalado estos dĆas que la intervención beneficia tambiĆ©n indirectamente al primer ministro, el chiĆ Nuri Al-Maliki, ya que impide el hundimiento definitivo de su gobierno "en funciones". No estĆ” claro. Obama advirtió que el bombardeo de las unidades del EI no serĆa suficiente para resolver la crisis e insistió en que sólo un gobierno de amplia base nacional podrĆa conseguir ese objetivo.
De hecho, los chiĆes no han reaccionado con satisfacción. Con cierta amargura, dirigentes chiĆes próximos al primer ministro iraquĆ comentó que los bombardeos llegaban demasiado tarde, y sólo cuando se trataba de proteger a cristianos (objeto de expulsiones y represión de los yihadistas en las Ćŗltimas semanas) o a otras minorĆas religiosas. Es decir, no musulmanes. Lo que Maliki y los suyos venĆan reclamando durante meses es que el PentĆ”gono le proporcionara armas para derrotar a los yihadistas, en ningĆŗn caso la acción militar directa de la superpotencia a la que contemplan con una mezcla de recelo e interĆ©s.
El giro militar ha coincidido con una fase mĆ”s aguda de la crisis polĆtica interna iraquĆ. El presidente del paĆs, Fuad Massum, un kurdo, se negó a encargar a Al-Maliki la formación de un nuevo gobierno, al constatar que la mayorĆa que le otorgó las recientes elecciones no resultaba suficiente para garantizar la estabilidad. Al-Maliki reaccionó como se temĆa: acusó al Jefe del Estado de "violar la constitución" y anunció que lo denunciarĆa ante el mĆ”ximo tribunal del paĆs. Algunas fuentes afirmaron horas despuĆ©s que se habĆan registrado movimientos de tropas en Bagdad y el refuerzo de la zona de protección, donde se encuentran los edificios oficiales y las embajadas, e incluso que carros de combate habrĆan cercado el palacio presidencial. Estas informaciones no han sido confirmadas de fuente independiente. En todo caso, el presidente Massum aguantó el pulso y ha encargado la formación del gobierno a otro chiĆ, Haider el Abadi, actual Vicepresidente del Parlamento, que cuenta, en apariencia, con el apoyo de la principal coalición chiĆ, pero no es de los favoritos para reemplazar a Al-Maliki.
EstĆ” por ver la reacción sunnĆ, de momento no explicitada. Aunque los exponentes de esta minorĆa que colaboran con el sistema se han distanciado del EI, no puede descartarse que se recuperen alianzas de conveniencia si los chiĆes, ademĆ”s de los kurdos, salen directamente beneficiados de los bombardeos norteamericanos.
LAS CRĆTICAS
Los republicanos y algunos demócratas que se han distanciado de la Casa Blanca (recuĆ©rdese: disgustados por lo que consideran falta de decisión del Presidente en Siria) reprochan a Obama que le cueste tanto afirmar el poderĆo militar norteamericano cuando se trata de influir en procesos que pueden ser de importancia estratĆ©gica para el paĆs. La oposición no juega limpio, porque no ha definido una estrategia clara en Irak, pero critica hipócritamente la de su rival demócrata, mĆ”s como un reflejo de revancha, ya que Obama construyó su ascenso polĆtico sobre la lanzadera del rechazo a la intervención de 2003 en Irak. En cuanto a los afines, incluidos medios y 'think-tanks' escarmentados por el fracaso de la dĆ©cada pasada, lo que se reprocha a Obama es que tarde tanto en adoptar decisiones, sin duda desagradables, pero al fin y al cabo inevitables.
Todo indica que Obama afrontarĆ” los Ćŗltimos dos aƱos de su mandato sin haberse librado del todo de la pesadilla iraquĆ. Puede hacer virtud de la necesidad si tiene Ć©xito con su estrategia de acción limitada y consigue contener el avance de los extremistas islĆ”micos. El discurso humanitario tiene cierto respaldo exterior, pero suele desvanecerse a medida que se prolonga, y el propio Presidente ya ha advertido que, una vez iniciada, la intervención no serĆ” sólo cuestión de semanas. SerĆ”n meses, anticipa los observadores. Lo que permite augurar que el apoyo inicial se irĆ” diluyendo, si el EI se muestra correoso, inteligente y competente, como ha ocurrido hasta ahora, como se desprende de un interesante anĆ”lisis del Instituto de estudios internacionales DELMA, en Abu Dhabi. (3).
(1) Rod Norland and Helen Cooper. Capitalizing U.S. bombings, Kurds retake iraqui towns. NYT. 10 Agosto 2014.
(2) Steve Simon. Obama's Bombshells. The Unintended consequences of airstrikes in Iraq. Foreign Affairs, 8 Agosto 2014.
(3) Hassan Hassan. ISIS, the jihaists who turned the tables. The Guardian, 10 Agosto 2014