El 15 de diciembre de 1995 ācuando se comenzaba a atisbar la salida de la anterior crisisā los paĆses de la Unión Europea decidieron en Madrid la creación de una moneda Ćŗnica que se implantarĆa definitivamente a principios de enero de 2001, aunque luego se postergarĆa hasta el mismo mes del aƱo siguiente. Se creĆa entonces ātodavĆa los mercaderes no habĆan tomado del todo el temploā que era un tiempo prudente para que las economĆas de los distintos paĆses se adecuasen a la nueva situación. A primera vista aquella determinación tenĆa cierta, aunque simplista, lógica historicista, si el Zollverein, o unión aduanera, sirvió en 1834 como base para la unificación alemana, del mismo modo el Euro y la libre circulación de personas y mercancĆas llevarĆa a la unión polĆtica y económica de Europa. Sin embargo, los estragos causados en el mundo por las polĆticas antisociales y antipersona que pusieron en marcha Thatcher y Reagan habĆan comenzado a sentirse en este lado del AtlĆ”ntico y el mĆ”s que probable bien intencionado plan de unificación europea saltó por los aires al mismo tiempo que la propia Unión y los paĆses que la integraban fueron aceptando como mandato divino las teorĆas creadas por los economistas de la Escuela de Viena y propagadas por Milton Friedman y sus esbirros de Chicago, teorĆas que bĆ”sicamente se podĆan resumir en esto: āMe importa un bledo lo que le pase a mi hermano, yo estoy aquĆ para explotar mĆ”s y mejor, dónde menos cueste, para enriquecerme no sólo a costa de usted y de su inteligencia sino de la subsistencia del planeta que nos sustenta: DespuĆ©s de mĆ, el diluvioā.
Con el Reino Unido como Caballo de Troya consentido en el seno de Europa, ninguna polĆtica de unificación podĆa tener Ć©xito. El Zollverein no sólo fue una unión aduanera en torno a Prusia sino que al mismo tiempo que se abrĆan aduanas interiores se iban creando órganos de poder polĆtico. No sucedió asĆ despuĆ©s de 1996 en Europa, el Reino Unido ponĆa pegas a cualquier iniciativa que tocase āsegĆŗn ellosā su inmarcesible soberanĆa imperial. DetrĆ”s de ellos, estaba Estados Unidos y una Alemania que ya no pensaba en plural y que creĆa de nuevo en su grandeza infinita tras la reunificación. La voladura de Yugoslavia fue la antesala de la de Europa, que se harĆa en varios frentes al saber que el peligro soviĆ©tico habĆa desaparecido y que los trabajadores europeos ādesclasados a concienciaā se creĆan ya hijos de āla polla rojaā: El primero mediante la ampliación sin lĆmites de los paĆses de la Unión cuando a Ć©sta todavĆa no le habĆan cambiado los paƱales; el segundo, postergando hasta el infinito cualquier decisión que implicase cesión de soberanĆa polĆtica, y el tercero y principal, entregando el poder económico de de la Unión a un grupo de funcionarios ultraliberales de bajĆsimo perfil intelectual y humano dispuestos a obedecer la voz de su amo a cambio de prebendas sin fin y de convertir un proyecto necesario en algo que repudia la razón y el buen sentido: La Europa de los mercaderes.
Europa se fue derechizando y, consecuentemente, renacionalizando, cuando no surgĆa un lĆder nazi en Austria, surgĆa en Suecia, Francia, Dinamarca, Holanda o EspaƱa, maestra europea en la materia tras cuarenta aƱos de brutal dictadura no condenada jamĆ”s por quienes hoy detentan el poder. Ni a Estados Unidos, paĆs que vive de la guerra, elige cada cuatro aƱos entre un presidente de derechas y otro mĆ”s de derechas y en el que mandan sin ningĆŗn tapujo las grandes corporaciones, ni a los trogloditas de este pequeƱo continente interesaba en absoluto una verdadera unión polĆtica de Europa que hubiese podido competir con el āamigoā americano y exportar al mundo un modelo polĆtico basado en el respeto a la voluntad popular, el sometimiento de todos, absolutamente todos a la Ley y los derechos del hombre. Todo lo contrario. La derecha tiene mucha mĆ”s experiencia en el poder, no obstante gobierna Europa desde que cayó el Imperio romano y la Iglesia montó la oscuridad, una oscuridad sólo rota en los breves periodos en que el pueblo se empeñó en hacer brillar el sol a costa de la vida de sus mejores hombres. La derecha sabe que el miedo guarda la viƱa y que no hay mejor unión que la desunión, que dividir a los que estĆ”n abajo hasta que cada cual crea que quien habita en el piso de al lado no es su hermano, sino el enemigo a batir.
No lo hicieron bien, ni mucho menos, los partidos de izquierda con posibilidad de gobernar. Abducidos por las corrientes económicas medievales que venĆan de Estados Unidos, se dejaron llevar por la corriente creyendo tambiĆ©n que el crecimiento económico basado en la economĆa especulativa y la libre circulación mundial de capitales serĆa eterno y podrĆan utilizar las rentas derivadas para llevar a cabo determinadas polĆticas sociales. Entre tanto, tras una campaƱa mediĆ”tica sin precedentes en prensa, cine, publicidad, series y demĆ”s, la población habĆa asumido que el Estado era malo, que pagar impuestos era peor, que los negociantes sin escrĆŗpulos lo hacĆan mejor que los polĆticos, que āĆ”ndeme yo caliente, y rĆase la genteā. Nadie dijo nada cuando comenzaron a desaparecer empresas de nuestros pueblos y ciudades, nada cuando vieron los campos yermos, nada cuando ni las personas mĆ”s preparadas ni los braceros tenĆan oportunidad alguna para poder emanciparse y llevar una vida digna. Fueron los funcionarios de ultraderecha de la UE, formados en las mejores universidades del Reino Unido y Estados Unidos, quienes dijeron que eso era muy bueno, que se abrĆan mercados, que aquĆ vivirĆamos de los servicios. SĆ, Āæde quĆ© servicios, de los de caballeras o los de caballeros? Por favor!!
La derecha europea, que ha gobernado Europa durante los Ćŗltimos lustros casi en rĆ©gimen monopolĆstico, se llevó la producción a donde mĆ”s barato era producir, a donde no existĆan derechos ni cargas económicas de ningĆŗn tipo. Mientras, en la Unión todos los pasos se daban hacia atrĆ”s. La crisis de 2008 fue la crónica de una muerte anunciada, pues en su caminar incivil, los gobernantes europeos se habĆan olvidado de cualquier principio noble de los que atesora Europa y habĆan buscado otros en la costa Este norteamericana y en el baĆŗl dónde se guardan los horrores de su historia. Sobraban todos los derechos conquistados durante los Ćŗltimos dos siglos, sobraba la legislación social, el trabajo digno, el pueblo educado, la Justicia, todo aquello que nos diferenciase del modo de producción oriental o que impidiese a especuladores y financieros sacar el mĆ”ximo rendimiento a sus beneficios. Todos, hasta el mĆ”s tonto de la clase, sabĆan que la burbuja inmobiliaria, la desregulación financiera, la deslocalización y la desunión polĆtica premeditada de Europa estaban en la raĆz de la crisis que estĆ” acabando con nosotros. Pero nadie, ni el pueblo soberano adomercido, mandó parar y los mismos que provocaron la crisis con su simpleza asesina, son los encargados ahora de sacarnos de ella con las mismas recetas que nos llevaron a ella y nos llevarĆ”n, de no mediar respuesta inmediata, a la decadencia perpetua. Ellos, los burócratas neocon al servicio de la derecha troglodita que controla la economĆa mundial, decidieron, sin contar con nadie, que la Ćŗnica forma de salir de la crisis era arruinar a los Estados para crear una nueva burbuja privatizando todos y cada uno de los servicios pĆŗblicos; ellos, con CĆ”meron, Merkel y Sarkozy a la cabeza, con Rajoy, Monti y otros cuantos de mamporreros, quienes se opusieron y oponen a encarcelar a los responsables de este atraco global, a la creación de una Federación Europea, a los bonos europeos, a la creación de un verdadero Banco Central y de un Gobierno europeo. Ellos, la derecha europea en el poder, quien han elegido el camino de la pobreza general al poner toda la economĆa del continente al servicio de la bran banca y los grandes especuladores que trajeron estos tiempos aciagos; ellos quienes han suplantado la democracia por la oligogracia o dictadura de los mercados.
La actual Unión Europea, agoniza. Es menester darle la puntilla y desde sus cenizas crear una verdadera Europa en la que los mercaderes y especuladores sin escrĆŗpulos sepan que la Ley DemocrĆ”tica estĆ” muy por encima de ellos; en la que todo el mundo sepa que los derechos del Hombre son intocables; en la que la polĆtica sea el mĆ”s sagrado de los oficios porque en ella sólo tengan cabida servidores del pueblo sin ambiciones personales de ningĆŗn tipo, una Europa, en fin, basada en la libertad, la justicia y la cultura que durante siglos nació de ella muy a pesar de los amantes de la oscuridad, el fuego y la superstición. Estamos a tiempo, pongĆ”monos ya a ello.