En defensa de la República
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En el Pleno del Ayuntamiento de Zaragoza del 30 de abril de 2021 Julio Calvo, el portavoz del Grupo Municipal de Vox, declaró que “La II República fue un régimen liberticida y repugnante, laminó libertades, hundió la economía y nos abocó a una guerra civil y a una dictadura”. Estas acusaciones, tan habituales en la derecha reaccionaria y cada vez más recurrentes en las consignas de Vox, son lo que el historiador Álvarez Junco califica como la “historietografía” y, mediante ellas la extrema derecha intenta desvirtuar la historia, el análisis científico y documentado de los hechos, bajo el pretexto de combatir lo que Rey Reguillo considera una historia “ideologizada y militante de izquierdas”. En esta misma línea, revisionista y de tintes reaccionarios, otros autores, como Francisco Sánchez, profesor de la Universidad Carlos III, han llegado a descalificar el período republicano al considerarlo como que no fue una auténtica democracia, ya que sus dirigentes fomentaban o amparaban la intolerancia y la intransigencia.
Dicho esto, sorprende que, en estos argumentarios, cada vez más habituales y ampliamente difundidos por las redes sociales de los grupos ultras, no aparezca ninguna crítica, y bien que las merecen, a las derechas, a la Iglesia o al Ejército por su actitud beligerante y desestabilizadora que llevaron a cabo durante el período republicano.
Ciertamente, y sin caer en una visión idealizada de lo que supuso la II República, lo cual también sería injusto desde el punto de vista historiográfico, también resulta necesario refutar la hidra creciente de mentiras que, sobre este tema, propaga, tendenciosamente, la extrema derecha. Y el que, como señalaba el historiador Carlos Forcadell, “hay hechos establecidos, realidades del pasado, que no pueden estar en discusión, aunque las opiniones, explicaciones o memoria de las mismas puedan ser diferentes”. Y, recalcando de nuevo que “no hay que caer en el error de idealizar la época republicana”, resulta esencial combatir la equidistancia ya que, como nos recuerda Forcadell, “no tiene ninguna justificación pretender equiparar el gobierno legítimo de una nación democrática con la facción militar que se sublevó, ni la dictadura del general Franco con las democracias europeas de la posguerra”, tal y como publicó en su artículo “El 14 de abril: república y memoria democrática” en la edición de El Periódico de Aragón del 14 de abril de 2024.
La II República surgió tras la limpia victoria de las candidaturas republicanas en las elecciones municipales del 12 de abril de 1931
Hay que recordar que la II República surgió tras la limpia victoria de las candidaturas republicanas en las elecciones municipales del 12 de abril de 1931. Si bien es cierto que los monárquicos obtuvieron más concejales, sobre todo en el medio rural, a lo cual no fue ajeno el peso del endémico caciquismo, también lo es que los republicanos ganaron en las ciudades, siendo mayoritarios en 45 de las 52 capitales de provincia.
Por otra parte, no fue un “régimen liberticida” y mucho menos “repugnante”, acusación despectiva fuera de todo lugar si tenemos en cuenta, como señala José Luís Martín Ramos, el sistema político republicano cumplió los estándares de una democracia “sin ningún género de dudas” mediante el ejercicio libre del derecho al voto, el cual se hizo además extensivo a la mujer, en las elecciones de 1931, 1933 y 1936: las de 1931 fueron ganadas por las izquierdas, las de 1933 por las derechas y las de febrero de 1936 por el Frente Popular que, con una participación del 72%, venció en 33 de las 60 circunscripciones electorales, lo cual hizo que lograse 259 diputados de un total de 473, esto es, 22 por encima de la mayoría absoluta.
Durante los años republicanos se lograron reformas efectivas que supusieron innegables avances en derechos sociales y políticos
En cuanto a la acusación, también falsa, de Julio Calvo de que la República “laminó las libertades”, sería bueno recordarle que, durante los años republicanos se lograron reformas efectivas que supusieron innegables avances en derechos sociales y políticos tales como la reforma agraria, los derechos para los trabajadores del campo, el sufragio femenino, el matrimonio civil, las autonomías regionales o el impulso a la educación mediante un ambicioso plan para la formación de maestros y la construcción de escuelas.
Tampoco es cierta la acusación de que la República “hundió la economía”, pues ello supone ignorar las consecuencias internacionales derivadas del “crac de 1929” así como la hostilidad de los poderes económicos antirrepublicanos, aquellos que gritaban con desdén a los jornaleros “¡Comed República!” a la vez que torpedeaban la reforma agraria y la Ley de Términos Municipales.
Y, frente al recurrente e infundado alegato de las derechas extremas de que, tras la victoria del Frente Popular se pretendió implantar un régimen comunista en España, resulta una completa falsedad, pues no se incluía en el programa del Frente Popular, ni tampoco en la acción de Gobierno, el cual, por cierto, estaba formado sólo por ministros republicanos, sin presencia de los partidos de izquierda y mucho menos del PCE.
Tampoco se puede acusar a la República de haber lanzado una persecución contra los católicos y la Iglesia desde el ámbito institucional, aunque es innegable que hubo durante dicho período actos antirreligiosos violentos que, en ningún momento fueron alentados por las autoridades republicanas sino por grupos y sectores anticatólicos. De igual modo, determinadas medidas del Gobierno republicano, como la separación Iglesia/Estado, fueron interpretadas por los sectores católicos y las derechas como una persecución religiosa, pero no fue tal, sino que respondían al modelo de laicidad propio de toda República democrática moderna.
Indudablemente, durante la II República hubo conflictos políticos, como en toda democracia, pero ello no supuso que éstos se resolvieran de manera ilegítima
Indudablemente, durante la II República, hubo conflictos políticos, como en toda democracia, pero como señala Martín Ramos, ello no supuso que éstos se resolvieran “de manera ilegítima, violando la Constitución desde el poder. Pudo haber ejercicio de abuso de autoridad en circunstancias concretas y revueltas sociales, pero no se quebró el sistema democrático en sus estándares básicos”.
Es cierto que, tras la victoria electoral de las derechas en 1933, la izquierda se radicalizó, especialmente el PSOE de la mano de Largo Caballero, pero ello no significa que, de forma generalizada, la izquierda cuestionase el sistema democrático republicano. Lo que sí se cuestionó, como enfatiza Martín Ramos, es que la derecha republicana, y en concreto el Partido Radical, garantizasen la supervivencia de la República democrática, sobre todo tras la entrada de la CEDA en el gobierno.
La II República, que existió durante tan sólo 9 años, y de ellos 3 en guerra, en sus 6 años de normalidad institucional se sucedieron avances y retrocesos, eso es innegable
En cuanto al tema recurrente de la extrema derecha de asociar el período republicano con la violencia, hay que señalar que ésta existió ciertamente, pero tuvo distintas formas e instigadores. En primer lugar, hubo una violencia espontánea, la protagonizada en el medio rural entre propietarios, campesinos pobres y jornaleros. También hubo otras violencias, esta vez organizadas y con un componente ideológico: este fue el caso de las debidas a las izquierdas (insurrecciones anarquistas de 1932 y 1933, así como la rebelión de Asturias de 1934). Pero también las derechas antirrepublicanas protagonizaron actos violentos tales como el intento de golpe de Estado del general Sanjurjo (agosto de 1932).
La II República, que existió durante tan sólo 9 años, y de ellos 3 en guerra, en sus 6 años de normalidad institucional se sucedieron avances y retrocesos, eso es innegable. En el caso de la represión del movimiento revolucionario de Asturias de 1934, en la que tuvo un protagonismo especial el general Francisco Franco y que se saldó con infinidad de ejecuciones sumarias, torturas y encarcelamientos, sin olvidar tampoco los atentados y estrategias de tensión llevadas a cabo por Falange en los meses previos al golpe de Estado del 18 de julio de 1936.
Tampoco es cierto, como dice la extrema derecha, que la guerra civil se iniciase, como ellos pretenden argumentar, con la revolución de Asturias de 1934 y no, como así fue, con el golpe de Estado del 18 de julio de 1936. Ciertamente, y eso hay que dejarlo claro, el movimiento revolucionario de Asturias de 1934 fue un grave error de la izquierda, una rebelión defensiva en respuesta al de la CEDA al Gobierno. Es por ello, que, una vez sofocado el levantamiento asturiano, en 1935 el sector centrista del PSOE de Indalecio Prieto, el republicanismo de izquierdas de Manuel Azaña y el PCE, volvieron a retomar el programa de defensa de la República democrática y la restauración del reformismo social llevado a cabo durante el bienio social-azañista de 1931-1933.
Por todo ello, la verdadera semilla de la guerra no fue otra que el golpe contra la democracia republicana llevado a cabo por una parte del Ejército, apoyado y alentado por las derechas antirrepublicanas. Estos son los verdaderos culpables de una sangrienta guerra fratricida y de la posterior dictadura franquista, la misma que, a fecha de hoy, desde las filas del PP y de Vox se niegan a condenar, tal vez por sus añoranzas y por ser el reflejo político de lo que ha dado en llamarse “el franquismo sociológico” que siempre ha pervivido en España y que ahora pretende aflorar con renovados bríos.
(* Imagen: Congreso)