Guerras y corrupción interminables: Refugiados e inmigrantes imparables
La UE, EEUU, Rusia y China, tienen instrumentos para ayudar a cambiar la situación en África y Oriente Próximo.
La Unión Europea está buscando a toda prisa algunos remedios para hacer frente a la presión de inmigrantes y refugiados que se viene produciendo en algunos de los países fronterizos. Pero en ningún momento, que sepamos, se han parado a debatir cuáles son las causas de esas avalanchas y cómo se podría intervenir sobre ellas para a medio y largo plazo ir reduciendo esa presencia de refugiados e inmigrantes. Que no haya habido todavía esa discusión resulta increíble, cuando llevamos mas de dos décadas inmersos en situaciones similares.
Los dos focos de desplazados son en la actualidad Oriente Próximo y el África subsahariana, que si bien obedecen a causas diferenciadas, no son muy distintas: conflictos bélicos, corrupción, intereses económicos, dictaduras... Vamos por partes.
Frente a lo que muchos creen, el África subsahariana es una región con enormes riquezas naturales, con grandes posibilidades de crecimiento económico y desarrollo social. Pero sus procesos de independencia después de la segunda guerra mundial, no significaron en casi ningún lado el de sus pueblos al control, dominio y aprovechamiento de sus bienes. Las empresas multinacionales sas, inglesas, belgas, alemanas, norteamericanas y ahora los chinos, han seguido con la explotación de esas riquezas naturales, incluyendo deforestaciones masivas, con el dominio de las industrias, del comercio, de las comunicaciones, de la construcción y con la escandalosa venta de armas.
Ello ha sido posible mediante la corrupción de sus gobernantes y elites dirigentes, sobornados abiertamente por las empresas y gobiernos occidentales. Se ha asesinado a dirigentes que pretendían un proceso de emancipación nacional, como fue el caso de Patricio Lumumba a principios de 1961; se ha apoyado a dictadores sangrientos que han acumulado grandes fortunas, que después se han protegido en Suiza y otros paraísos fiscales; se han fomentado guerras civiles, algunas de ellas durante décadas, armando sin el menor pudor a menudo a los dos o mas partes contendientes.
Ese es el balance del neocolonialismo occidental en África. Es lo que explica esas interminables mareas migratorias y que nos advierte de que no acabaran hasta que no termine la explotación neocolonial, el apoyo a los dictadores, el tráfico de armas y el fomento o tolerancia con las guerras civiles.
El segundo foco, en el Oriente Próximo, tiene dos claras raíces. El conflicto israelí-palestino y el apoyo a las dictaduras corruptas.
El incumplimiento por Israel y sus fieles aliados de las sucesivas decisiones de la ONU para la convivencia entre un Estado Palestino y el Estado de Israel, ha envenenado los sentimientos de millones de árabes, que no están dispuestos a asumir ese grave infracción del derecho internacional.
Es evidente que los palestinos y muchos de sus dirigentes, sobre todo en el pasado, han cometido numerosas torpezas e incluso han fomentado o tolerado actividades terroristas, pero en la balanza lo que realmente se impone es la agresividad sostenida del Estado de Israel desde 1948 y en especial a partir de la guerra de los seis días en 1967. Israel lleva más de 50 años haciendo la vida imposible a los palestinos, algo que repercute en el resto de la región y en la que tienen una primordial responsabilidad los sucesivos gobiernos de Estados Unidos, demócratas y republicanos, que nunca se han atrevido, p.e., a ejercer la misma presión sobre Israel que sobre Cuba, siendo infinitamente más peligrosas y desestabilizadoras las consecuencias de la actitud de los gobiernos israelíes.
El segundo problema es la apuesta por las dictaduras árabes. El precio para no tener problemas con el al petróleo o a zonas estratégicas en el marco de la guerra fría, como el Canal de Suez o las fronteras con la antigua Unión Soviética, ha sido derrocar o desestabilizar gobernantes nacionalistas moderadamente progresistas como Nasser en Egipto o Mossadegh en Irán o apoyando a dictaduras como la del Sha o como las familias reales de Arabia Saudí y los emiratos árabes. La violación de todos, absolutamente todos, los derechos humanos en Arabia o en los Emiratos no ha sido óbice para considerarlos aliados seguros. Y en lugar de fomentar, con el apoyo de la ONU, procesos de reforma democrática en países como Egipto, Siria, Libia, Irak, Irán o Afganistán, sin duda difíciles pero no imposibles, optaron por intervenciones militares, operaciones de la CIA, financiar y armar a grupos radicales violentos, prefiriendo grupos fundamentalistas anticomunistas a grupos nacionalistas laicos.
El resultado de todo ello es un Oriente Próximo ingobernable, que seguirá generando violencia, miseria, desesperación, terrorismo, fanatismo, oleadas de refugiados, que hoy proceden de Siria, Irak o Libia, pero que en el futuro pueden venir de cualquier otro país de la zona.
La Unión Europea, Estados Unidos, Rusia y China, tienen instrumentos políticos y económicos para en un medio plazo ayudar a cambiar la situación en África y en Oriente Próximo. Tienen que apostar por los sistemas democráticos, olvidarse de las actitudes y prejuicios de la guerra fría y de la época colonial y desde luego poner coto a la explotación sin límites de las multinacionales. Lo contrario es mantener la inevitable avalancha de inmigrantes y refugiados.
En ese marco, hay que recordar que España carece de una política y de unos medios adecuados en materia de atención a los refugiados, como incluso ha reconocido el gobierno del PP y como ya se puso de manifiesto en los años 90 con los refugiados bosnios y los kosovares. Política de refugio que no se puede improvisar ni dejar a la buena voluntad solidaria de ayuntamientos u organizaciones sociales, que es muy compleja y que requiere para empezar financiación, medios profesionales y materiales y desde luego la estrecha colaboración de la istración del Estado, de las Comunidades Autónomas y de las Corporaciones Locales. Pero de esto trataré con más detalle en el próximo post.