
Escasea tanto que bien pudiera decirse que se trata del fantasma de un espectro. La dignidad, esa especie de aplomo y decoro que una persona manifiesta al comportarse, suele escasear cuando no hay dinero. Consecuencia directa del caminar con la cabeza gacha por no haber viruta es que la gente merme tres o cuatro centĆmetros de altura. Se pueden ganar hasta seis o siete de altiva estupidez cuando hay peculio en la bolsa. Es digno quien siempre mide lo mismo, quien se conduce de modo grave, quien camina siempre con soltura y realce, mirando al sol; como dice el corrido: ācon dinero y sin dinero hago siempre lo que quiero y mi palabra es la leyā. Pero formamos parte de una gran peƱa de siervos sobre los que apenas se precisa ejercer coerción pues amamos tanto nuestra esclavitud, que lejos de indignarnos -de verdad- jugamos a la distopĆa del llanto y del dar pena, del moqueo y del babeo. A ella le preguntaron ayer en una entrevista de trabajo que cuĆ”ntos hijos tenĆa y ella, vergonzosa, asustada, bajando los ojos, mirando al suelo, dijo que dos, que tenĆa dos, mĆ”s o menos, como dudando. Si los crĆos pudieran verla en esa tesitura pensarĆan, los niƱos son asĆ, que mamĆ” no les quiere. En el telediario de las nueve saldrĆ” papĆ”, lo han entrevistado en la cola del paro. āĀæCómo va la cosa?ā, preguntarĆ” la rubia esa de la tele, la que estĆ” tan buena y el [sic, sin acento] responderĆ” medroso:āpues mal, este mes acabo la ayuda familiar y seguro que nos quitan la casaā. Al oĆr a papĆ” los crĆos serĆ”n vĆctimas perpetuas de indefensión aprendida, pues la cobardĆa -el coraje tambiĆ©n- se pueden aprender en una sola puta vez, y para siempre. Si mamĆ” dijera: āĀ”dos, tengo dos y bien hermosos!; si papĆ” respondiese a la rubia: āmira maja, la Constitución dice que tengo derecho y deber de trabajar; el deber lo cumplĆ siempre como buen cristiano, pero el derecho me lo van a garantizar los poderes pĆŗblicos, joder si no, porque yo soy Ćbero orgulloso y cabrón, y ...ā , pues quĆ© habrĆa de pasar, que no lo sacarĆan en la tele; pero el dĆa D, justo antes de que la casa se llenase de uniformes sin alma, a la hora H, dirĆa a su familia que le esperasen afuera con los bultos. Y cuando a Ć©l, con acento ahora, lo sacasen a palos, porque sólo asĆ saldrĆa, les gritarĆa:āno os preocupĆ©is, que antes de la noche ocupamos otraā. Entonces, hartos de dignidad, los crĆos pedirĆan a la madre algo mĆ”s prosaico, menos filosófico, la comida; y brava ella responderĆa: āpues ea! venid conmigo a la Cruz Rojaā. Hay otro dicho, tambiĆ©n mejicano, que sentencia: āsi la vida te da la espalda, agĆ”rrale las nalgasā.