HISTORIA ECLESIÁSTICA

El Cónclave de 1878

Hubo tres votaciones y salió elegido el cardenal Pecci, que pasaría a ser León XIII.

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el Cónclave de 1903 fue complejo, como hemos estudiado en otra pieza, el anterior, es decir, el celebrado desde el 18 de febrero al 20 de febrero de 1878, también puede ser calificado así aunque por otros motivos, como vamos a tener oportunidad de comprobar.

El 7 de febrero de 1878 fallecía el papa Pío IX, un personaje fundamental en la Historia de la Iglesia de la época contemporánea por su convocatoria del Concilio Vaticano I, por su condena del liberalismo, la democracia y el movimiento obrero a través del famoso Syllabus, un listado de los “principales errores de nuestro tiempo”, por el dogma de la infalibilidad papal y también por su oposición al nacionalismo italiano y a la nueva realidad que supuso la Italia unificada y el final de los Estados Pontificios. 

La Iglesia veía con intensa preocupación el conocido como “americanismo”, que terminó por ser condenado como una herejía

Había que elegir, por lo tanto, un nuevo pontífice. El contexto internacional se presentaba complejo (en realidad, siempre lo es). En primer lugar, porque Roma ya no era la capital de los Estados Pontificios, absorbidos por el nuevo Reino de Italia. La disyuntiva para la Iglesia era elegir a un papa que siguiera condenando de forma enérgica la nueva situación, a pesar de las garantías que el nuevo Reino ofrecía al papa, o elegir a otro que comenzase a no sentirse “prisionero del Vaticano” e intentara algún tipo de acercamiento o compromiso con las autoridades italianas.

Pero había muchas otras cuestiones de entidad, más allá de Italia, y que podían influir en la elección papal. Estaba la creciente secularización emprendida por la Tercera República sa, y eso preocupaba mucho a la Iglesia porque Francia no era cualquier Estado y podía convertir su defensa de la estricta separación de la Iglesia del Estado en un ejemplo a seguir por otros países católicos. 

Por otro lado, se estaba produciendo un intenso conflicto religioso en otra gran potencia, el recién instaurado Imperio Alemán. Se trataba del fenómeno de la kulturkampf o Combate cultural entre Bismarck y la Iglesia alemana y el Zentrum católico. El canciller de hierro consideraba que los católicos no podían obedecer a una autoridad ajena a la imperial, sin olvidar la dimensión polaca de la cuestión porque el nacionalismo alemán no toleraba que la Iglesia Católica adoctrinara a los alemanes establecidos en la Polonia prusiana. 

Por otro lado, la Iglesia veía con intensa preocupación el conocido como “americanismo”, que terminó por ser condenado como una herejía. Se trataba de un conjunto de ideas y opiniones que habían salido del libro Vida del Padre Hecker. Estas ideas pasaban por la convicción de que la Iglesia debía adaptarse más a la realidad del siglo para conseguir atraer a más futuros fieles. Ya no valía el rigor y debía adoptarse una postura más conciliadora.

Su papado fue muy largo, un total de veinticinco años. León XIII fue un papa decisivo en el último cuarto del siglo XIX, especialmente por la formulación oficial de la doctrina social de la Iglesia.

Por fin, había un problema que podría parecernos menor pero que no lo era en ese momento. Los papas habían sido elegidos en el Palacio del Quirinale pero eso ya no podía hacerse porque había pasado a ser el palacio real de la dinastía reinante en Italia. 

Aunque no se planteó de una forma explícita y, además, no puede considerarse como problema, también es cierto que se respiraba en el aire la disyuntiva sobre la edad del futuro pontífice. El papado de Pío IX había sido muy largo y, quizás convenía elegir a un papa mayor para un papado breve mientras que otros pensaban que era mejor elegir a un papa que viviera muchos años.

Lo primero que se trató fue, como hemos apuntado, la cuestión del emplazamiento del Cónclave. Para algunos cardenales no se podría celebrar ni en Roma porque la Iglesia ya no controlaba la Ciudad Eterna. Es más, a lo mejor no debía celebrarse en ningún otro lugar de una Italia que no era reconocida por la Iglesia. En esta idea destacó el arzobispo de Westminster, Henry Edward Manning. A lo mejor la alternativa había que buscarla en un país muy católico y España podía ser una alternativa, sobre todo, desde que se había producido la Restauración borbónica y se había terminado la Primera República. Pero, al final, los cardenales decidieron celebrar el Cónclave en Roma siguiendo lo defendido por el camarlengo Gioacchino Pecci. El Cónclave se celebró en la Capilla Sixtina. Desde entonces todos los Cónclaves posteriores han tenido lugar en este espacio tan singular.

Hubo tres votaciones y salió elegido el cardenal Pecci, que pasaría a ser León XIII. En principio, fue una victoria del sector liberal. Era un personaje diplomático, y que lo demostraría, especialmente, con el problema alemán. Era joven, con 68 años, es decir, que se apostó por la fórmula de la juventud al considerar que los problemas eran tan importantes que se necesitaba un pontífice con energía, aunque tampoco era tan joven que pudiera eternizarse. En todo caso, su papado fue muy largo, un total de veinticinco años. León XIII fue un papa decisivo en el último cuarto del siglo XIX, especialmente por la formulación oficial de la doctrina social de la Iglesia.