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domingo. 01.06.2025
URBANISMO EN MADRID

Un nuevo plan general. ¿Para qué y para quién?

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El alcalde de Madrid en la inauguración de la 'Jornada sobre el nuevo Plan General de Ordenación Urbana de Madrid', el 5 de febrero de 2024.

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Leí hace unos dias un artículo en El Salto firmado por Jorge Sequera en el que se daba cuenta del anuncio del Alcalde de Madrid del inicio de la formulacion de un "un próximo PGOU, un instrumento fundamental para estructurar el futuro urbanístico de la ciudad", para, ni más ni menos, "planificar el Madrid de los próximos 30 años".

No cabe la menor duda de la importancia de esta iniciativa municipal. Pero hay que advertir que esta iniciativa se anuncia en tiempos tristes para el urbanismo, empobrecidas sus bases teóricas y degradados los instrumentos técnicos, jurídicos y istrativos que configuraban y daban solidez a los Planes Generales de Ordenación Urbana (PGOU). También para los urbanistas, cualquiera sea su titulación académica, que han perdido su prestigio social, basado en la supuesta pericia técnica, su compromiso social y la artisticidad, hoy convertidos, muchos de ellos, en agentes comerciales de los promotores inmobiliario-financieros.

Así lo denunciaba Luis Felipe Alonso Teixidor, en el libro publicado por la Fundación COAM, titulado: “Urbanismo a pesar de todo, pero, ¿Qué fue de la arquitectura?”.

Dice así. «En los ultimos tiempos el término “urbanismo” esta perdiendo incluso su nombre institucional en algunos lugares —por ejemplo España— sustituido por un cúmulo de referencias a la ciudad ‘inteligente’ apoyadas en un conjunto de nuevas tecnologías, envueltas a menudo con las ideologías dominantes, el desarrollo sostenido, el ambientalismo y el género. Sin embargo, lo que de la vieja disciplina queda es: el funcionamiento de la renta del suelo, apoyado en la imparable ascensión del aparato jurídico que protege los -sagrados- derechos de la propiedad privada. Hay razones para el desencanto respecto a la caída de una institución histórica y culta, hoy enfangada -particularmente en el caso español- en un maremágnum de técnicas envejecidas y convertida en un mero instrumento de rutinas istrativas valorada en muchos dominios políticos, eso sí, mas como un soporte imprescindible de la presente economía inmobiliaria, que como instrumento para ordenar la figura física, la calidad y la eficiencia del espacio urbano y la urbanidad».

Y termina: “Sin embargo, cualquiera que sea el sentido y la profundidad de los cambios sucedidos, la institución del urbanismo permanece aún insustituible”. Tal como exclamaba Manuel de Solà Morales cuando afirmaba: “Claro que hay que hacer planes, pero siempre que se imponga a los profesionales que deben redactarlos el paso previo por “un curso de ética para urbanistas”.

* * *

La decisión de redactar un nuevo PGOU para Madrid obliga a la previa construcción de un discurso político-cultural basado en la lectura física, social, económica e institucional de la ciudad y su territorio metropolitano, en la que se detecten y especifiquen los problemas ciertos que padece (no los inventados para generar nuevas rentas del suelo a favor de los promotores inmobiliarios o “caprichos y ocurrencias” del Alcalde), así como las demandas endógenas y exógenas, junto a oportunidades que ofrece la metrópoli y las acciones posibles para remediar los problemas y satisfacer las demandas. Y las aspiraciones, las ansias de sus ciudadanos.

El nuevo plan debe defender el espacio de la ciudad como un patrimonio común y no como una mercancía

Dados los largos años de gobierno —o, mejor, desgobierno— de la derecha, con la presencia de un mercado financiero-inmobiliario desbocado, que ha dejado graves heridas en la ciudad, con pequeños y grandes “horrores” como Canalejas, Mercado de Legazpi, Puerta del Sol, Chamartín, el Paseo de la Dirección…, el nuevo plan debe ser obligatoriamente polémico y radical. Un “contra plan”, como lo fueron en el Reino Unido o, en el caso de Barcelona, con el “Contraplan de la Ribera”, en los años 70. Un nuevo plan que responda a una nueva política que se enfrente al neoliberalismo imperante y a sus ejecutores públicos y privados. Un plan que defienda el espacio de la ciudad como un patrimonio común y no como una mercancía. Un plan que prohíba la privatización del suelo y los equipamientos públicos. Un plan que surja de un proceso participativo mantenido durante su desarrollo. ¡¡¡UN PLAN DE IZQUIERDAS!!!

Un plan que difícilmente puede surgir de un gobierno municipal compuesto por concejales de derechas y ultraderechas y unos asesores vinculados ideológica, económica y profesionalmente al mercado inmobiliario. Basta analizar las decisiones istrativas de los primeros y los clientes profesionales de los segundos. Cuando no su directa participación en los consejos de istración  de grandes promotores nacionales y foráneos. Atraídos, estos ultimos, por la bonanza que ofrece Madrid.

Dado el barniz ideológico del actual gobierno municipal, del abultado número de redactores, expertos y funcionarios solo cabe esperar un abultado número de documentos aparatosamente empaquetados, cuya finalidad más preciada será la de dotar de legalidad a los horrores en marcha o ya ejecutados como Chamartín, Mahou-Calderón o el Paseo de la Dirección y amparar las grandes operaciones extractivas de rentas del suelo en favor de los futuros promotores financiero-inmobiliarios, olvidando enfrentarse a la creciente desigualdad social e injusticia espacial que gangrena Madrid.

Una cultura y una acción pública, que hoy por hoy, tampoco parece asumida con rigor y entusiasmo movilizador en los partidos de la izquierda en la oposición, más allá de batallas concretas (la vivienda, la sanidad y manifestaciones esporádicas, importantes pero con un enfoque sectorial). Tampoco la ciudadanía parece entender la importancia ni la necesidad de un nuevo plan de ordenación, como aquí insinúo, dado los resultados de las últimas elecciones municipales.

En este paisaje político cultural de la sociedad madrileña y sus instituciones de todo color, el artículo de Jorge Sequera es oportuno y necesario, pues se refiere a la sequedad del paisaje y la necesidad de fomentar un debate sobre la ciudad y sus problemas más lacerantes, a partir de las organizaciones ciudadanas de todo tipo ya existentes, coadyuvando con propuestas referidas a la problemática de sus barrios, a la formulación de un PGOU de abajo a arriba.

* * *

Apoyando en términos generales las propuestas del citado artículo, confieso, con Luis Felipe Alonso Teixidor, que en paz descanse, mi escepticismo, cuando no mi pesimismo, ante la viabilidad eficaz de un movimiento de tal calibre, en tanto permanezca un gobierno ultraliberal de la ciudad, con la imagen descarada de su Alcalde como bandera.

Un nuevo plan general. ¿Para qué y para quién?