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Trump reúne a sus ministros en La Casa Blanca y les dice que a quien la moleste la presencia de su amigo Musk puede abandonar el cargo. Allí estaba de pie alguien que sin tener ningún nombramiento refrendado por las instituciones ni haber abandonado sus negocios privados, tiene ilimitado a todos los recovecos del aparato estatal y un mandato plenipotenciario para despedir a quien se le antoje. Parecía impartir instrucciones al gobierno en pleno, al ser el preferido del jefazo. Es como si se hubiese privatizado la soberanía popular al quedar encarnada en un personaje bicéfalo.
El tándem que forman Trump y Musk logra hacernos evocar a una mitológica Quimera, que los romanos ilustraban con un animal de dos cabezas
El tándem que forman Trump y Musk logra hacernos evocar a una mitológica Quimera, que los romanos ilustraban con un animal de dos cabezas, una de leon y otra de cabra en su lomo. Por su rubia melena el presidente podría hacer de leon, mientras que por su aspecto a Elon Musk le va más lo del cabrito. Pero tampoco les cuadra mal verse comparados con el Grifo de Mesopotamia y el Antiguo Egipto, una mixtura de águila y león que surca los aires gracias a las alas del ave, tal como Trump se deja llevar por las levitaciones de su asesor áulico. El Grifo custodiaba las minas de oro y esta extraña pareja quiere dedicarse a custodiar los tesoros de la tierra donde quiera que se hallen, sin importarle su titularidad. Pensemos en Ucrania o Groenlandia por ejemplo.
Desde luego Musk parece acompañar a Trump como si fuera su sombra y ha sabido cobijarse a la sombra del poder, pero en realidad parece más bien ejercer un poder en la sombra, porque sus poderes no cuentan con un reconocimiento gubernamental público. Esto le hace no tener que rendir cuentas de sus injerencias y deja entre tinieblas un papel estelar en los tejemanejes de La Casa Blanca. La novedad es que no se mantiene oculto para nada y le gusta chupar cámara bajo los focos, para dar saltos de alegría y hacer el saludo fascista.
Es como si el hombre más rico del planeta se hubiese comprado una bula papal para hacer de su capa un sayo y tratar a la América de Trump como si fuera una empresa privada bajo su dirección. Ebrio de poder y ahíto de dinero, Musk se cree habilitado para incidir en las elecciones del mapa mundi, seleccionando a los gobiernos que le parecen más idóneos y que vienen a coincidir sin excepción con las fuerzas más ultraderechistas. En la historia no hay precedentes de nada similar. Se asimila más bien al personaje de Joker interpretado por Jack Nicholson en una Metrópolis identificada con el globo terráqueo.
¿No debería haber un control psiquiátrico para poder acometer ciertas encomiendas u ocupar ciertos cargos de una extraordinaria relevancia? En algunos Tesla sus propietarios han puesto una pegatina con la leyenda: “Me lo compré antes de saber que Elon estaba loco”. Cuando el río suena, es que agua lleva. Hay veces que conviene atender al clamor popular. Aunque debe dejar claro que aquí no estaríamos ante un atenuante de su responsabilidad, aunque cupiera una inhabilitación cuando menos para intervenir en la gestión pública.
(*) Imagen: The White House