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No hace falta tener un master en psicología clínica para apreciar en Núñez Feijóo una ausencia de luces incompatible con sus aspiraciones de ser alternativa de gobierno en España.
Y no es que se le vean las costuras, es que, intelectualmente, está en pelotas, como aquel famoso emperador del cuento de Andersen. Porque Núñez Feijóo, al que, en su momento, le dijeron haber vestido con ropajes de gran alternativa, hace ya tiempo que se pasea por la escena española con las vergüenzas al descubierto. Y, no parece darse cuenta de ello. Si de sabios es rectificar, lo suyo es más bien de seguir la misma linde, independientemente de si se ha acabado o no. Con las orejeras de su desconocimiento está dispuesto a llegar al ridículo, y más allá.
Si Diaz Ayuso acusa a Sánchez de narcotraficante, le fuerza a Feijóo a subir el diapasón so pena de ser calificado de flojo
En ese camino, Feijóo acaba de hacer parada y fonda en una nueva pasarela donde exhibir sus transparencias. En una declaración urbi et orbi, ha vuelto a cantar. Y no me refiero a su ya famosa cantinela, sino a las acepciones 4, 5 o 6 del DRAE (no hace falta que las busquen, son esas que se imaginan). El estribillo es el ya conocido, corrupción, mafia socialista, etc, pero entonado con mayor énfasis y el empleo de palabras más gruesas.
Aunque para él cualquier momento es bueno, esta vez también se ha visto obligado a salir al escenario por la última barbaridad de Diaz Ayuso, como cuando la convocatoria del próximo Diaz Ayuso acusa a Sánchez de narcotraficante, le fuerza a Feijóo a subir el diapasón so pena de ser calificado de flojo. Y, claro, este no tiene más remedio que disimular su flojera exagerando el gesto. O acusa a Sánchez de pederasta o dice que es el inventor de la corrupción, de las cloacas del estado y de todas esas cosas de las que, por cierto, se están ocupando varios juzgados con del Partido Popular acusados y abrumados por evidencias en su contra.
Núñez Feijóo, al que, en su momento, le dijeron haber vestido con ropajes de gran alternativa, hace ya tiempo que se pasea por la escena española con las vergüenzas al descubierto
Se dice que, el que tiene un martillo lo ve todo como si fueran clavos. Y al Partido Popular le pasa lo mismo con la corrupción. Un partido cuyo líder, Rajoy, fue censurado por haber obtenido la única sentencia condenatoria por corrupción, trata de asimilar sus hechos probados con actos presuntos de otros. Así, una condena por corrupción de la Audiencia Nacional en 2018, al mismísimo PP, quiere asimilarla a varias denuncias a militantes del PSOE y personas cercanas a Pedro Sánchez que todavía no han pasado de la fase de instrucción. O, también quiere hacer equivalente las actividades de todo un ministro del Interior, y su secretario de Estado de Seguridad correspondiente, ambos del PP, organizando la célebre "policía patriótica", con unas conversaciones de una militante del PSOE, tratando de vender ciertas ayudas a un empresario en apuros judiciales.
Y, con todo ello, manifiesta, ya no la rotura, sino la "somalización" de España hundiéndose en la podredumbre, el caos y el infierno. Pero no le da, a pesar de todo, para presentar una moción de censura, lo que hace preguntarse, ¿para cuándo la deja? ¿Qué más debe pasar para que llegue ese momento tan trascendente?
Porque, como él dice, voluntad no le falta. En realidad, está como loco por presentarla. Al parecer, y al contrario que en julio de 2023, cuando no fue presidente porque no quiso, ahora está que bebe los vientos por vivir en el Palacio de la Moncloa. Lo que pasa es que los demás no le acompañan en el empeño. En definitiva, dice que quiere, pero no puede.
No me extrañaría que, al igual que en una manifestación de exaltación de Feijóo la gente empezó a gritar, ¡Ayuso, Ayuso!, haya, ahora, quien demande ¡Aznar vuelve!
Y no es solo cosa de VOX, con los que, ya lo ha demostrado en algunas comunidades autónomas, puede ponerse de acuerdo sin más que aceptar dos o tres barbaridades. No, su problema es que no le vale con eso y le hacen falta algunos pocos votos parlamentarios más. Y tiene la candidez de pedirlos. Pidió en su momento, recuérdenlo, al PSOE, ayuda para derogar el sanchismo, de la misma forma que, ahora, le pide ayuda al PNV para quitarle el famoso palacete de Paris o a Puigdemont para cargarse la amnistía que le permitiría volver a España o entorpecer su pretensión de que el catalán se oiga en Europa. No me extrañaría que, entre los hábitos culinarios de Feijóo, esté el de asar la manteca.
Por eso, se conforma con organizar una, otra, manifa contra Sánchez. Ni siquiera puede esperar, confiando en que el que pueda hacer algo, que lo haga, a que florezcan los almendros. Habría que esperar al 23 F y, a lo mejor no llega hasta entonces.
Porque, la verdad es que el tinglado que tiene montado con lo de la corrupción de Sánchez, tiene los días contados, a no ser que vayan incorporando nuevos elementos por muy endebles que puedan ser con tal de mantener las instrucciones judiciales en pie como un número malabarista de platillos giratorios.
Y, con todo ello, y aspirando solo al circense "más difícil todavía", la verdad es que le está quedando cada vez menos margen para sorprender con nuevas representaciones histriónicas. Solo Diaz Ayuso puede echarle una mano en esa especialidad, pero le hará, como siempre, ir a remolque.
Me da a mí que gente desmemoriada de su partido se estén preguntando que habrán hecho para merecer esto, o sea, a Feijóo. Tendrán no solo que recordar que le eligieron hace tres años, sino que le van a volver a renovar el contrato en su próximo congreso. Ellos verán, pero no me extrañaría que, al igual que en una manifestación de exaltación de Feijóo la gente empezó a gritar, ¡Ayuso, Ayuso!, haya, ahora, quien demande ¡Aznar vuelve!