CÓMIC

Entre acuarelas y sueños: el mundo onírico de 'Anzuelo'

Anzuelo es una obra breve, intensa y visualmente deslumbrante, que se aparta de lo narrativo convencional para ofrecer una experiencia que apela más a la sensibilidad que a la razón.

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Vicente I. Sánchez | @Snchez1Godotx

Aunque resulta difícil de resumir en términos convencionales, Anzuelo, de Emma Ríos, es una fábula postapocalíptica cargada de simbolismo, emoción y una sensibilidad única. La historia nos transporta a un mundo arrasado por una catástrofe marina de origen indeterminado, donde tres niños sobreviven en un entorno hostil y profundamente alterado. A través de su mirada, el lector se adentra en una realidad en constante transformación, donde nada es lo que parece y todo —desde los cuerpos hasta la naturaleza misma— ha cambiado de forma irreconocible. A medida que intentan comprender qué ha sucedido y cómo adaptarse, se enfrentan a un proceso de metamorfosis tanto física como emocional.

Publicado por Astiberri, Anzuelo es una obra poética, inquietante y profundamente simbólica, que entrelaza el realismo con lo onírico para abordar temas universales como la identidad, el deseo, la infancia, la pérdida y la transformación. La narración evita explicaciones directas o estructuras tradicionales, optando por una construcción más libre, fragmentaria y sugerente. Por encima de todo, se trata de una historia con una fuerte conciencia ecológica, en la que se reivindican valores como la empatía, la conexión con el entorno y la no violencia como forma de resistencia ante un mundo herido.

Sin embargo, si hay algo que realmente destaca en Anzuelo, es su deslumbrante apartado visual. El estilo gráfico de Emma Ríos es potente, hipnótico y profundamente personal. Sus dibujos, de líneas fluidas y expresivas, transitan entre lo íntimo y lo metafórico, generando una atmósfera envolvente y misteriosa. Hay algo en su trazo —a veces tan leve que roza lo intangible— que parece más interesado en sugerir que en mostrar, más en evocar emociones que en construir certezas. La narrativa visual cobra aquí un peso casi absoluto, relegando la trama a un segundo plano y convirtiendo la lectura en una experiencia estética y sensorial.

Las acuarelas, sutiles y melancólicas, refuerzan este carácter onírico y nos envuelven en un paisaje que parece flotar entre lo real y lo imaginario. La historia se desliza con un ritmo propio, a ratos críptico, caótico o elusivo, lo que puede generar en el lector cierta desconexión o desconcierto. Pero es precisamente en esa ambigüedad donde radica su fuerza: Anzuelo no busca dar respuestas claras, sino provocar una reflexión íntima sobre el cuerpo, la metamorfosis y el sentido profundo de lo que somos y cómo habitamos el mundo.

En definitiva, Anzuelo es una obra breve, intensa y visualmente deslumbrante, que se aparta de lo narrativo convencional para ofrecer una experiencia que apela más a la sensibilidad que a la razón.