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Fran Nieto |

De entrada vamos a comentar algo que me ha llamdo muy mucho la atención a la hora de leer la información disponible sobre esta película proveniente del lejano Kazajstán. Y es que en cuanto lees una sinopsis te enteras del porqué de la relación entre la abuela y el nieto protagonista. Pues bien, resulta que una vez realizado el visionado del film, te das cuenta de que el director, Askhat Kuchinchirekov, en el que es su debut en el terreno del largometraje, se ha guardado muy mucho de suministrarnos esa misma información hasta “LOS TÍTULOS DE CRÉDITO FINALES”. Así que cualquiera que eche un vistazo para saber de que la película se va a comer un “spoiler” como una catedral. Avisados quedan.
Dicho esto, hay que agradecerle sobremanera a la distribuidora Reverso Films la valnetía de traer a nuestro país estas pequeñas joyas del séptimo arte poniendo en el mapa cinematografías desconocidas a las que la mayoría de los espectadores que no sean asiduos a festivales de cine no tendrían la oportunidad de disfrutar en pantalla grande si no fuera por ellos.
Una exploración en profundidad de cómo un ritual nómada puede llegar a moldear el terreno emocional de un niño
Eso sí, se trata de una distribución alternativa, o lo que es lo mismo, los cines pueden pedirla para su proyección en un día y una fecha determinadas, dependiendo del interés que haya despertado entre el público. Desde aquí no snos queda más que animar a las salas para que hagan todo lo posible por proyectarla, ya que en primer lugar se trata de una muy buena película, y en segundo lugar, si no arrimamos el hombro todos los estrenos acabarán siendo inanes blockbusters.
Con un enfoque etnológico definido, se nos presenta un escenario original con el objetivo de denunciar la práctica de una tradición cuyas consecuencias aún son traumáticas para muchas personas en Kazajistán en lo que respecta a su situación familiar. Para ello, sigue de cerca la historia de un joven taciturno, dedicado constantemente al esfuerzo físico al servicio de su abuela y luego de su padre, quien no tiene la oportunidad de expresar su vulnerabilidad y privación emocional.
El director toma la decisión pertinente de construir su historia filmando constantemente a sus personajes, expresando un esfuerzo físico en planos secuencia y cámara fij
Quizás estemos hablando de uno de los trabajos más cansados que uno recuerde haber visto en el cine. Si uno aboga por la abolición del trabajo infantil, aquí se va a dar de bruces con una realidad en la que los más pequeños realizan tareas hercúleas que en principio deberían estar reservadas a personas de mayor edad. Y encima si disponen de una jornada de descanso la tienen que dedicar a otro tipo de trabajos domésticos igual o más pesados que los otros.
Mientras se desarrolla el argumento se plantean preguntas inquisitivas sobre el impacto de las prácticas consuetudinarias en la identidad personal. La experiencia del chaval protagonista constituye un análisis de los efectos persistentes de un ritual que transfiere los lazos familiares, obligándolo a reconciliar la comodidad familiar de sus primeros años con el entorno extraño de su nuevo hogar.
El director toma la decisión pertinente de construir su historia filmando constantemente a sus personajes, expresando un esfuerzo físico en planos secuencia y cámara fija, que dan testimonio de una realidad documental de gran precisión. Si bien el enfoque emocional ficticio emerge gradualmente a través de momentos íntimos donde el joven protagonista ya no puede reprimir sus emociones, en las profundidades de la tumba de su abuela o en la oscuridad de la noche, solo alcanza su apogeo en una de sus últimas secuencias.
Este último momento de comunión da para la reflexión a la salida del cine, porque si bien puede ser el resultado de la explosión de la represión acumulada durante el último tercio de la película, aquel en el que se produce un choque frontal entre caracteres recién encontrados, en ningún instante previo se nos ha advertido de que uno de los dos personajes que protagonizan esa escena albergara ese tipo de sentimiento que acaba por aflorar. Cada uno que juzgue si lo que ocurre es consecuente.
En cuanto a la parte formal se refiere, vamos a ver una concepción de planos de una belleza exultante con una fuerza dramática adcional que se van intercalando con otros un poco más torpes, destinados a enfatizar un tratamiento psicológico demasiado reiterado, aunque la sobriedad y la eficacia del significante de la realidad acaben por ganar la partida.
En definitiva, una exploración en profundidad de cómo un ritual nómada puede llegar a moldear el terreno emocional de un niño, ofreciendo una visión poco común de un mundo donde la tradición moldea la identidad y la soledad encuentra su voz.
Para finalizar, unas notas breves sobre el director: Askhat Kuchinchirekov (Almaty, Kazajistán. 1982) se graduó como director de cine en la Academia Nacional de Cine de Kazajistán. Entre 2004 y 2019 ha venido trabajando como ayudante de dirección de Sergey Dvortsevoy, con el que también ha colaborado como actor en títulos como Tulpan (2008) o Ayka (2019). En 2013 dirigió y produjo el cortometraje Gas Is Over. Bauryna salu supone su debut en el largometraje.