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Enrique Vega Fernández |
La victoria del bando sublevado en la guerra civil de 1936-1939 costó, nos dicen los historiadores, cerca de un millón de muertos, pero también una enorme cantidad de prisioneros, parte de los cuales capturados en los campos de batalla, pero un gran parte también detenidos en la retaguardia desde el mismo 17/18 de julio del 36 por el único motivo de ser considerados no adeptos al nuevo régimen que se pretendía imponer al haberse señalado como republicanos o izquierdistas durante los años de la República o haber mostrado de alguna forma su rechazo a la sublevación y/o a su forma de tratar de imponerse, desde jornaleros, obreros, profesionales o maestros a dirigentes y militantes de ciertos partidos y sindicatos o simplemente haberse distinguido por una significación política “no adecuada”.
Los auténticos “prisioneros de guerra” como los detenidos “asimilados a prisioneros” dejaron pronto de serlo para convertirse en trabajadores forzosos sin salario
Tanto unos como otros, los auténticos “prisioneros de guerra” como los detenidos “asimilados a prisioneros” dejaron pronto de serlo para convertirse en “trabajadores forzosos sin salario de obras públicas y privadas”, si evaluamos su situación en función de lo que prescribe la legislación internacional sobre el trato a prisioneros. Efectivamente, en mayo de 1937, mediante Decreto oficial, se concede el “derecho al trabajo” a los prisioneros de guerra y presos por delitos comunes mediante el Sistema de Redención de Penas (para condenados por Tribunales Militares) y el Sistema de Batallones de Trabajo (para personas clasificadas como desafectas al Movimiento Nacional), creándose, en julio de 1937, la Inspección de Campos de Concentración de Prisioneros (IC), que continúo su labor al finalizar la guerra (abril de 1939), sustituyéndose los Batallones de Trabajo por Batallones Disciplinarios de Soldados Trabajadores, que tras la disolución de la IC (octubre de 1942) pasaron a ser unidades militares, con sus componentes en situación de servicio militar activo, hasta su definitiva disolución en 1948.
Mientras tanto, había estallado la Segunda Guerra Mundial (septiembre de 1939), en la que el régimen del Movimiento Nacional establecido al finalizar la contienda civil española se inclinaba por quienes habían sido sus aliados en la misma, la Italia fascista y la Alemania nazi (a las que se les debía 600 millones y 1.200 millonesde de pesetas-oro respectivamente). Las Fuerzas Armadas de la Alemania nazi (Wehrmacht), tras su innovadora “guerra relámpago” (mayo-noviembre de 1940) a través del Benelux, Dunkerque (donde expulsan de Francia a la Fuerza Expedicionaria Británica) y Francia, alcanzan los Pirineos, controlan toda Francia y quedan directamente enfrentadas al Reino Unido. Es en este momento donde convergen los intereses de la España del Movimiento Nacional y la Alemania del Tercer Reich, que empiezan a concebir la posible entrada de España en la guerra como aliados, motivados ambos por un mismo objetivo (entre otros muchos), el Gibraltar británico, piedra en el zapato español de larga data y necesidad estratégica alemana como punto de control del tránsito marítimo del Mediterráneo.
Batallones de Trabajadores
Mientras la idea operacional de la Wehrmacht es puramente ofensiva: cruzar España y conquistar Gibraltar, controlando así estratégicamente una de las dos entradas del Mediterraneo, la de España es tanto defensiva (principalmente) como ofensiva: protegerse de un posible intento británico de ampliación de su control del Estrecho ampliando su área de ocupación en el sur de España y el norte de África (Protectorado español) y, llegado el caso, aprovechar las circunstancias y el apoyo alemán para recuperar Gibraltar. Razón por la cual, Alemania planea su estrategía con la Operación “Felix”, a llevar a cabo por el 49º Cuerpo de Ejército de Montaña del general Lüdwig Kübler, que nunca llegaría a materializarse debido a las desmesuradas contraprestaciones exigidas por España (Conferencia de Hendaya de 23 de octubre de 1940: Gibraltar, el Marruecos francés y otras posesiones sas en África) y a la indecisión española a embarcarse en una nueva guerra en el estado de pauperización en que se encontraba en esos momentos. En consecuencia, la planificación española es, sin embargo, mucho más defensiva: la fortificación de los territorios españoles a ambos lados del Estrecho.
Cada batallón, al mando de un comandante, con un capitán de segundo jefe, constaba de 700 a 1.000 efectivos
Esta fortificación, que en realidad se inicia en marzo de 1939, quince días antes de que finalice la Guerra Civil y casi seis meses antes de que se desencadene la Segunda Guerra Mundial, fue llevada a cabo fundamentalmente por los citados Batallones de Trabajadores. Estaban organizados en dos Agrupaciones de cuatro Batallones cada una. La primera en el Protectorado español (traspaís ceutí) y la segunda en la Segunda Región Militar (Campo de Gibraltar), encargadas de la fortificación y obras de necesidad militar a ambos lados del Estrecho. Cada batallón, al mando de un comandante, con un capitán de segundo jefe, constaba de 700 a 1.000 efectivos y estaba compuesto de compañías (unos 200 efectivos al mando de un teniente) y éstas en secciones.
En el Campo de Gibraltar, la Agrupación de Batallones de Trabajadores estaba organizada en tres sectores: Tarifa, Algeciras y San Roque/La Línea con tres líneas defensivas en profundidad, enlazados por dos carreteras paralelas al frente (a la costa) conectadas por carriles. Una exterior, cercana a la costa enlazando Tarifa-Algeciras-San Roque-Estepona (la N-340 actual) y otra interior a 12 kilómetros tierra adentro a espaldas de la sierra (oculta a las vistas desde Gibraltar y el mar). Todo un conjunto conectado con el resto del país por el ferrocarril Algeciras-Ronda y sus muchos apeaderos transformados en instalaciones logísticas, con aeródromo en Jimena y dos hospitales de campaña en Facinas y Alcalá de los Gazules. De hecho, la red de carreteras y pistas del actual Campo de Gibraltar no es sino la modernizada red que se construyó entonces. Completando esta red se construyeron, mejoraron y reforzaron los puentes sobre los ríos Jara, Guadiaro, Guadarranque, Palmones y otros menores.
La mayoría de los soldados-trabajadores que constituían estas unidades (unos treinta mil) eran de fuera de Andalucía para evitar el arraigo social en la zona y el apoyo popular
La mayoría de los soldados-trabajadores que constituían estas unidades (unos treinta mil) eran de fuera de Andalucía para evitar el arraigo social en la zona y el apoyo popular y eran agrupados en los batallones por su origen geográfico (en el área de Castellar, por ejemplo, la mayoría eran asturianos y en la de San Roque, vascos). Llegaban del resto del país al Punto de Llegada y Distribución del Campo de Concentración de Rota, del que eran distribuidos en función de las necesidades y posibilidades.
Los testimonios de los supervivientes denuncian mala o insuficiente alimentación (hubo muertes por comer setas u otras plantas venenosas sobre la marcha) y ausencia de condiciones de higiene y abrigo, teniendo que dormir con frecuencia al raso o en chozas improvisadas, así como humillaciones y malos tratos (castigos corporales, incluido el azote público), lo que ratifica su enorme mortalidad comparada con otras unidades militares, descontando las bajas de combate. Ni siquiera disponían de los medios adecuados para el tipo de tareas a desarrollar, ya que muchas fortificaciones debieron construirse a base únicamente de pico y pala o transportar vehículos pesados y maquinaria mediante tracción humana. Para quien intentara escapar, la consigna era “disparar a matar”. Existía también un sistema de delación interno organizado por el Servicio Especial de los Batallones de Trabajadores. Cada “soldado trabajador” llevaba una letra P grabada en la camisa y un número pintado con tinta indeleble en el pecho.

Por todo ello, el Foro por la Memoria del Campo de Gibraltar solicitó en 2016 a la DG de Memoria Democrática de la Junta de Andalucía la declaración de Lugar de Memoria Histórica de todas las fortificaciones y obras realizadas por estos soldados-trabajadores forzosos, debidamente señalizadas y explicadas, por su valor histórico, por el desconocimiento actual (especialmente de la población jóven) que de las mismas (muchas de ellas de uso cotidiano en nuestros días) tiene la actual población del Campo de Gibraltar y por el respeto y consideración que se merecen sus “autores materiales”. Se sigue a la espera de la correspondiente resolución.
Bibliografía básica consultada:
“Los caminos de los prisioneros”. Folleto Informativo del Foro por la Memoria del Campo de Gibraltar.
“Objetivo Gibraltar. Entre el `Plan G’ y la `Operación Felix´”, Alfonso Escuadra, Fundación D. Rodrigo, 2021