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viernes. 30.05.2025
TRIBUNA DE OPINIÓN

El fascismo no debe tener a los Parlamentos

El fascismo crece en las democracias débiles, amenazando derechos y justicia social desde los parlamentos.
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El fascismo es como una de esas enfermedades mal curadas que tienen recaídas cada vez con peores consecuencias para el enfermo.

Por su historia criminal, el fascismo es una de esas enfermedades degenerativas que hoy vemos avanzar sobre el enfermo cuerpo social, y siempre fue y es el mismo: contrario a los derechos humanos, al progreso civilizatorio, al bienestar de los pueblos, a la inteligencia libre y a la conciencia social y ética. Si le conviene, se disfraza de cristiano o demócrata un tiempo, aunque fatalmente siempre termina por quitarse la máscara y mostrar su impiedad y su crueldad.

Resulta alarmante ver cómo, sin apenas resistencia, el monstruo crece en el vientre de los parlamentos

Resulta alarmante ver cómo, sin apenas resistencia, el monstruo crece en el vientre de los parlamentos, amamantado por su madre, el capitalismo, y vestido con un disfraz democrático de la misma ínfima calidad que las democracias. Se escenifica así la falta de cultura popular y de memoria histórica, pero también la debilidad de los gobiernos que gobiernan. Gobiernan, pero no tienen poder, porque el poder lo tienen los grandes bancos, las multinacionales, los fondos de inversión, las industrias tecnológicas, las empresas de armamento: el famoso núcleo del uno por ciento. Esa maraña de empresas, familias y negocios donde se mezclan ambición, usura, ansias de poder, rivalidad competitiva, egos y, no por último, falta absoluta de conciencia ética y social correspondiente con disposición a la violencia, es el poder que sostiene a los gobiernos que llaman democráticos, y que es exactamente el mismo que sostiene a los fascismos.

Todo empezó cuando las tolerantes democracias lo dieron por bueno y le concedieron entrada a sus parlamentos, lo que es natural en estas democracias de ínfima calidad como son las presentes. Porque las verdaderas democracias, las fuertes y duraderas, solo pueden existir cuando todos esos buitres y comepatrias mencionados sean controlados por los pueblos, distribuidos con justicia sus bienes y propiedades, y despojados de poder. Claro está que es algo de lo que hoy estamos lejos, pero convendría no olvidar si queremos una organización social de clases medias donde cada familia y cada persona goce del bienestar necesario para vivir sin lujos ni consumismo. Este tipo de sociedad solo será posible cuando los pueblos tengan las riendas del poder y el control de las riquezas que producen, y solo en ese caso. Entretanto, estaremos condenados a vivir en unas democracias de tira y afloja siempre amenazadas por el extremismo de los poderosos que las patrocinan. O sea: por los fascismos y sus reediciones.

El fascismo solo es posible en un sistema democrático capitalista, que lo cuela en los Parlamentos como una opción ideológica asumible

El fascismo, pues, solo es posible en un sistema democrático capitalista, que lo cuela en los Parlamentos como una opción ideológica asumible por las democracias cuando los ricos se ven amenazados por las contradicciones y debilidades estructurales internas del propio sistema, fuertemente divididos entre opciones enfrentadas, y temerosos de que su desconcierto se traduzca en violencia social internacional y en una oportunidad de los trabajadores para exigir la justicia que les corresponde.

Sin embargo, una oportunidad del pueblo trabajador tiene que tener lugar un día u otro, porque, igual que ocurre en el mundo físico y en el mundo espiritual, a toda causa (en este caso, injusticia, odio, explotación y violencia sin límite) le corresponde la reacción correspondiente. Y como ya llevan los ricos sembrando causas por demasiados siglos, podemos estar viendo ya que la cosecha comienza a dar la cara con el correspondiente coletazo salvaje de un monstruo enfermo y en peligro.

Avanzar desde el derecho del más fuerte hasta alcanzar la justicia es una tarea pendiente y hoy más urgente que nunca, porque no hay que pensar mucho para darnos cuenta de que estamos ante una verdadera intercontinental de gobiernos ultraderechistas y violentos dispuestos a impedir que tal cosa ocurra.

Los gobiernos de EEUU, Rusia o China, que forman un trío de poder intercontinental, no están dispuestos a beneficiar a sus ciudadanos con más justicia social, económica y política

Los gobiernos de EEUU, Rusia o China, que forman un trío de poder intercontinental, no están dispuestos a beneficiar a sus ciudadanos con más justicia social, económica y política, porque supondría el detrimento de sus derechos y de su poder en esos países y en otros de su órbita de influencia. Por eso se dotan de innumerables sistemas de vigilancia y control, de fuertes aparatos represivos y de propaganda mediática y no cesan de aumentar sus gastos militares a costa de empobrecer a las masas trabajadoras, mientras se las mantiene entretenidas y políticamente incultas, se les oculta la memoria histórica, se les reescribe su propia historia y se les oculta o desfiguran los nombres de quienes dieron su vida por una civilización de iguales.

Sin embargo, se celebran elecciones y esos y otros países se autocalifican por ello como democráticos, pero ¿cómo podría valorar esta clase de democracia un trabajador medio o pobre que no llega a fin de mes, un jubilado o una jubilada viuda que tiene que ver cómo su pensión no cesa de encoger cada año ante el aumento del nivel de vida, un joven con empleos precarios y discontinuos —si los tuviere— que no le permiten alquilar una vivienda ni emanciparse del hogar de su niñez, ni hacer planes de futuro con una pareja, o una trabajadora que cobra menos salario que un varón con el mismo trabajo, un parado de infinita duración por edad o por crisis, o un niño hambriento sin derecho a beca de comedor escolar? ¿Tendrían buena opinión sobre la democracia? Dicen: "todos los políticos son iguales", pero muchos votan porque piensan que aún sería peor no hacerlo, y por eso que se suele decir de los males conocidos, vota esperando ganar algo, pero con la misma expectativa de conseguirlo que cuando compra lotería...

El fascismo no debe tener a los Parlamentos