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La política no sirve. Han de mandar los que saben mandar. ¿Y quiénes son los que saben mandar mejor? Los generales, claro.
En estos días, hay hasta quienes piensan que esta idea resulta original y novedosa.
El presidente de la Comunidad valenciana ha decidido apuntarse. El problema de la mala gestión de la DANA no soy yo, sino la política. Por tanto, prescindamos ahora de la política y pongamos a mandar a los que saben, los generales, claro.
El problema en Valencia no ha sido la política, sino los políticos negligentes
El libro del general
El general elegido por Mazón ha escrito un libro que establece los criterios para mandar bien, que son tres: querer, poder y saber.
También ha dicho que no hace política, porque lo suyo será tan solo la buena gestión técnica.
Asegura tajante que la tarea de reconstrucción se mantendrá alejada de la política y que no itirá directriz política alguna. A continuación, fija sus propias prioridades no políticas: recuperar las condiciones de vida de la gente, restablecer la actividad empresarial y reparar infraestructuras, en ese orden.
Abomina de la partitocracia, porque mandar bien equivale simplemente a hacer el mayor bien al mayor número posible de personas, sin la verborrea manipuladora de los partidos.
Rechaza los igualitarismos y los relativismos, porque cree en el mérito y la capacidad como criterio básico para la ordenación social.
Sin política no hay gestión, y sin partidos no hay política democrática, por ajeno que sea uno a la verborrea política y por cercano que sea uno a la verborrea militar
Los peros al libro
Pero el problema en Valencia no ha sido la política, sino los políticos negligentes.
Pero mandar bien en democracia, además de querer, poder y saber, requiere de votos, de legitimidad, de representación, de leyes, de escucha, de participación, de diálogo, de acuerdos.
Pero política y buena gestión técnica no son términos antitéticos y antagónicos. De hecho, la buena política conlleva buena gestión técnica. Y no existe la gestión técnica ajena a la política. Lo que existe, a veces, es la gestión que prescinde de la política democrática.
Pero resulta que priorizar a gente, a empresas o a infraestructuras, en ese orden o en otro, es adoptar una decisión política y, en democracia, las decisiones políticas han de responder ante las directrices de los gobiernos y ante el control de la representación de la ciudadanía.
El gobierno de los generales es el colofón al pensamiento que destilan aquellos que vendieron lo de que solo el pueblo salva al pueblo
Pero es que sin política no hay gestión, y sin partidos no hay política democrática, por ajeno que sea uno a la verborrea política y por cercano que sea uno a la verborrea militar.
Pero es que una sociedad organizada solo a partir del mérito y la capacidad no es justa si no aplica también los principios de la igualdad, la solidaridad y la garantía de los derechos humanos para todas las personas.
Ojo a los gobiernos de generales que saben mandar al margen de la política.
Porque mandar al margen de la política es mandar al margen de la representación de los mandados. Y eso tiene un nombre. Y no es el de democracia.
El gobierno de los generales es el colofón al pensamiento que destilan aquellos que vendieron lo de que solo el pueblo salva al pueblo.
Y es que en nuestra historia ya hemos tenido suficientes generales salvadores.