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Valencia es la tierra de las flores, de la luz y del amor. Y de los presidentes del Partido Popular. La democracia añadió, a las bellezas naturales que cita la canción, a Eduardo Zaplana, Francisco Camps y Carlos Mazón. Todos ellos conocidos, como dijo San Mateo (7.16), por sus obras.
Zaplana y Camps hicieron cosas que merecieron su elevación a los tribunales de justicia con ellos como protagonistas. En el caso de Zaplana, la cosa acabó en una sentencia de 10 años de cárcel por un asunto de cobro de comisiones. En el de Camps, el hacerse unos trajes de "gratis total", organizar una visita del Papa con una presunta malversación de fondos y un absurdo gran premio de Fórmula 1, no merecieron ninguna sentencia condenatoria, pero anduvo unos años de juzgado en juzgado.
Mazón ha batido los récords anteriores. Y, eso, sin hacer nada. Precisamente su inactividad durante el tiempo en el que estaban muriendo más de 200 valencianos, es lo que se reclama al presidente de la Generalitat Valenciana, máxima autoridad de la istración responsable en la gestión de emergencias en esa Comunidad.
Pero, más allá de eso, Mazón ha sido el instrumento que ha pretendido usar Alberto Núñez Feijóo para alcanzar su proyecto político con el que, al parecer, quiere pasar a la historia: la unión de todas las derechas en la lucha contra Pedro Sánchez. La cosa empezó, precisamente, en la Comunidad Valenciana entre otras varias comunidades españolas y en muchos ayuntamientos con los pactos entre el Partido Popular y VOX. Mas tarde hubo el intento fallido del 23 de julio (parece que el 23 es un número fatídico para la derecha española) donde solo la aritmética impidió que Abascal fuera el vicepresidente de un gobierno de Feijóo.
Pero, este, lejos de amilanarse, subió la apuesta hasta Europa. Allí, se encontró con su alter ego Manfred Weber y sus problemas con Ursula Von der Leyen. Y, como no se sabe quien los cría pero ellos se juntan, ambos unieron sus inquinas personales para matar dos pájaros, Sánchez y Von der Leyen, de un tiro. Aquí tenemos que recordar que la Unión Europea ha sobrevivido políticamente desde su fundación, aún con otros nombres, por el acuerdo entre democristianos, socialdemócratas y liberales y el equilibrio de designación de cargos entre los tres grupos políticos. Hasta que han llegado Feijóo y Weber.
La historia es tan reciente que no es ni historia, sino rabiosa actualidad. El último acuerdo entre esos grupos designaba a una presidenta, Ursula Von Der Leyen, democratacristiana, y a una vicepresidenta, Teresa Ribera, socialdemócrata. Pero, como digo, llegó Feijóo y, utilizando a Mazón, ha querido causar un problema político a Pedro Sánchez. Bueno, a Sánchez y a Europa o a todo el que se le ponga por delante. Ya se sabe que, a Feijóo no hay quien le gane a moderado.
Pero, ¿y que ha hecho Mazón? Pues lo que mejor se le da: nada. Pero Feijóo ha tirado de relato para decir que la culpa de los muertos no ha sido de Mazón, sino de Ribera, por lo que, ésta, no merecía ser nombrada ni vicepresidenta ni ninguna otra cosa y que había que romper el acuerdo de Von Der Leyen. La alternativa era, naturalmente, el acuerdo de la derecha con la ultraderecha, cosa que, tanto a Feijóo como a Weber, parece gustarles. Y, he aquí como un "vete a saber lo que estaba haciendo Mazón con una señora" lo ha querido convertir Feijóo en una excusa para establecer un nuevo orden europeo, con tal de meterle un dedo en el ojo a Pedro Sánchez.
Ya lo dijo alguien más sabio que yo pero se podría confirmar eso de que la historia se repite dos veces, primero como tragedia y luego como farsa. No seré yo quien diga eso, pero alguien podría ver en Weber, Meloni, Orbán y Feijóo los autores de una farsa, repetición de la tragedia que entre Hitler, Mussolini, Szálasi y Franco causaron en Europa.
En todo caso, Mazón ha estado a punto de ocasionar, con la inocencia del que no sabe nada, algo peor que lo que se puede derivar del cobro de unas simples comisiones de nada.