
Necesitamos tu ayuda para seguir informando
Colabora con Nuevatribuna
Unos drones bastante baratos en términos comparativos han logrado destruir sofisticados aviones rusos muy caros. La sorpresa ha sido mayúscula y la operación parece sacada de un guión cinematográfico. El servicio secreto de Ucrania se ha tomado dieciocho meses para preparar este incruento ataque sin víctimas. Lo que sí queda herido es el orgullo de Putin, quien por otra parte acaso ire una logística tan exitosa, como antiguo espía del servicio secreto soviético. Ya le hubiese gustado protagonizar algo así, en lugar de padecerlo como todopoderoso presidente que ha subestimado al adversario cuyo territorio se propuso invadir. Analistas norteamericanos proclaman que una operación como esta puede cambiar el modo de hacer la guerra.
Analistas norteamericanos proclaman que una operación como esta puede cambiar el modo de hacer la guerra
La guinda es que, al haberse gestado este plan con Biden, podría ser que Trump no supiese nada y se vea en un brete con su homólogo ruso. Difícilmente se puede pedir más para una operación militar, que hasta los pacifistas podemos dar por buena, puesto que se ha limitado a destruir aviones capaces de transportar armamento nuclear y causar una destrucción masiva. Equivale simbólicamente a vaciar la Santa Barbara del enemigo, inutilizando parte de su equipamiento más puntero. Rusia está manteniendo una guerra que le ha costado muchas pérdidas humanas y en la que no logra mostrar una superioridad indiscutible, pese a contratar mercenarios como las huestes de Wagner o incorporar a sus tropas efectivos norcoreanos.
Mantener un conflicto bélico que no atraviese tus fronteras resulta incongruente. Ambos territorios deben verse involucrados en las consecuencias de una guerra y sufrir los estragos de tan absurda barbarie, porque no poder agredir al agresor convierte a toda guerra defensiva en una farsa. Poner en apuros a un poderoso ejército a través del servicio de inteligencia es algo que resulta simpático y hay que compadecerse por el pobre Putin, pues en el fondo le tentará felicitar a los artífices de un golpe maestro, que ya le hubiera gustado diseñar a él en su etapa como coronel del KGB. Falta saber si no intentará contratarles a su servicio, al no reconocer otra patria que la del dinero.