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jueves. 05.06.2025
ANÁLISIS

Europa frente al avance ultraderechista

Es momento de fortalecer las tendencias progresistas y de izquierda para frenar al ultraderechismo y reforzar una Europa democrática y solidaria.
parlamento europeo
Parlamento Europeo.

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A nivel mundial, el caso más relevante del ascenso de la ultraderecha es el de la istración Trump, con nuevo imperialismo expansivo que conlleva un deterioro de la democracia liberal a nivel interno y un refuerzo de la hegemonía de EEUU frente al Sur Global, con la subordinación europea.

Se pueden citar otros casos significativos, como la Argentina de Milei, que se alinean con los objetivos imperialistas de EEUU, con similar dinámica reaccionaria.

En la UE las derechas extremas han alcanzado el 30% de representatividad en las recientes elecciones europeas

En el caso europeo, en estos años, con cerca del 30% de representatividad en las recientes elecciones europeas, las derechas extremas han ido dando un paso cualitativo en su influencia estructural por su a posiciones gubernamentales, en más de media docena de países, entre ellos Italia, y con importantes condicionamientos institucionales en otros tantos, con alianzas con las derechas tradicionales o simple aceptación -como el laborismo británico-, de medidas relevantes, por ejemplo, en materia de discriminación inmigrante. En el futuro próximo, tras su reciente ascenso en Portugal y en Polonia, está el reto de las elecciones presidenciales sas que afectaría todavía más al núcleo directivo de la UE.

No entramos en los matices de este diagnóstico, hoy bastante itido, ni en algunas diferencias por países, con sus respectivas relaciones de poder y tradiciones políticas y culturales. Tampoco se analizan las similitudes y distinciones con el nazi-fascismo de la primera mitad del siglo XX. De todo ello hay abundante literatura y experiencia, incluida la española, desde la República, la guerra civil y el franquismo y el antifranquismo.

En Europa, el ascenso ultra se ha producido en países centrales de la UE como Alemania, Francia e Italia

Aparte de las tendencias nazi-fascistas que desembocaron en la segunda guerra mundial, vencidas por las fuerzas aliadas, y el continuismo de dictaduras como la franquista en España, han existido precedentes inmediatos hasta un nuevo resurgimiento en segunda década del siglo XXI, al calor del nuevo contexto social derivado de la crisis socioeconómica, las políticas dominantes de austeridad y la fuerte presencia inmigrante. En particular, se puede mencionar, por su impacto en el conjunto de la Unión Europea, el ascenso ultra en países centrales de la Unión Europea, como Alemania, Francia e Italia y, en gran medida, el Brexit del Reino Unido las décadas.

En España, se añaden algunas particularidades, que explican el avance ultraderechista en la última década, representado por Vox, con una apuesta reaccionaria. Por un lado, las importantes raíces derivadas del franquismo, con fuerte presencia ultra en los aparatos del estado, y una derecha política y mediática con grandes insuficiencias democráticas, de respeto al pluralismo político y nacional.

Por otro lado, la relevante indignación cívica con una protesta social masiva (años 2010/2014), por la justicia social y la democracia, frente a las políticas de austeridad y la prepotencia institucional del bipartidismo, así como la amplia ola feminista desde 2018 y el emplazamiento nacionalista y democrático del procés catalán, a partir de 2017.

Todo ello con un ensanchamiento del espacio político-electoral a la izquierda del Partido Socialista, que ha condicionado la gobernabilidad en estos años y se han conformado gobiernos de coalición progresista y democrática que han paliado esos retrocesos, de tal forma que se habla de la isla progresista en Europa.

El contexto europeo de la actual dinámica reaccionaria

Volviendo al marco general de la Unión Europea, la grave y generalizada crisis socioeconómica, derivada de la rapiña de los conglomerados financieros, agudizada por la imposición autoritaria de la austeridad, de los años 2008/2013, ha generado una profunda brecha popular de desafección cívica hacia los poderosos y las élites gobernantes, que han sufrido un fuerte desgaste de su legitimidad ciudadana.

La dinámica principal de las contrarreformas laborales y sociales ha seguido con la reestructuración regresiva del Estado de bienestar

Una parte de esas capas directivas se ha lanzado a su relegitimación y reajuste político-institucional, para conservar lo fundamental: su posición de poder y control social. Han impedido una salida progresista, pero no han remontado una trayectoria de relativo estancamiento económico, bloqueo del Estado de bienestar y débil credibilidad democrática, afectando al núcleo dirigente francoalemán y la propia Comisión Europea, que pretenden salir con sus grandes y controvertidos planes de competitividad económica y de rearme, dejando de lado la Europa social, pacífica y democrática.

En particular, la dinámica principal de las contrarreformas laborales y sociales ha seguido con la reestructuración regresiva del Estado de bienestar, con recorte, privatización y segmentación de los servicios públicos y sistemas de protección social, así como con la precarización y división del mercado de trabajo o el incremento de dificultades vitales y habitacionales para mayorías sociales, especialmente jóvenes.  

Además, a ese cuestionamiento en el Norte de las élites económicas -el mercado del neoliberalismo extremo- e institucionales -un Estado insuficiente en lo social y democrático-, se ha añadido una mayor autonomía del Sur Global, con el reequilibrio multipolar y el freno a la dinámica neocolonial, extractivista e imperialista de EEUU, y con menor peso europeo y mayor subordinación.

El descrédito del poder establecido

El problema de fondo es la falta de confianza de las mayorías ciudadanas en ese poder establecido y su gestión neoliberal y autoritaria favorecedora de las oligarquías financieras, empresariales e institucionales.

Al mismo tiempo que se evidenciaba su gestión regresiva y autoritaria, o bien impotente, se ha desacreditado su retórica del bienestar de la sociedad, el interés colectivo o el bien común que, más o menos, había legitimado su gestión estatal en las décadas pasadas. Queda desacreditada su cultura ética de la responsabilidad (Weber) y, paralelamente, su ética de la convicción, de sus principios morales y democráticos.

La democracia liberal se debilita como regulación de los conflictos sociales, así como la articulación de los consensos básicos para definir los proyectos de país

Junto con dificultades de gobernabilidad, se produce una crisis de legitimidad de las capas gobernantes, de los sistemas de intermediación con la sociedad, los partidos políticos y los grandes medios de comunicación, y de los propios sistemas políticos representativos. O sea, la democracia liberal se debilita como regulación de los conflictos sociales, así como la articulación de los consensos básicos para definir los proyectos de país y del orden internacional.

Es conocido que, algunos grandes dirigentes de la derecha europea (Sarkozy), en esas fechas, hablaron sobre la necesidad de la refundación del capitalismo, evidentemente para reforzarlo con algunas variaciones cosméticas.

No obstante, las derechas tradicionales, hasta ahora, han sido incapaces de implementar una salida equilibrada que garantice la superación de esos retos para los poderes fácticos, económicos e institucionales: la hegemonía mundial, el control económico con suficiente flujo de ganancias para sus oligarquías, así como una mínima cohesión social y legitimación ciudadana con estabilidad de las estructuras institucionales y sociales de dominación. 

En ese sentido, las fuerzas de izquierda, la activación cívica y la acción colectiva de distintos movimientos sociales progresistas, no han podido forzar una trayectoria global de progreso. Ha servido para contener algunos retrocesos y plantear ciertas mejoras parciales, como en España, pero en el conjunto de países europeos hay un bloqueo transformador progresista.

Y, especialmente, la socialdemocracia europea ha participado mayoritariamente en el consenso centrista, con la expectativa de cierto continuismo económico-social y político de acuerdo con las derechas tradicionales y con una profunda crisis de desafección respecto de sus electorados tradicionales.

Estrategias socioliberales fallidas

En particular, hay dos estrategias del centro derecha y el centro izquierda tradicionales, es decir, del consenso socioliberal europeo, que se están demostrando como fallidas.

Por un lado, la política de apaciguamiento -dominante en la preguerra mundial- frente a los ataques antidemocráticos provenientes del poder establecido y la presión ultra, particularmente, en los aparatos estatales y grandes medios.

El giro derechista de las fuerzas demoliberales ha llevado a la socialdemocracia europea y el consenso socioliberal a no defender condiciones y derechos sociales

Por otro lado, el oportunismo electoralista de esas fuerzas políticas y mediáticas de asumir supuestas banderas mayoritarias de sentido común derechista, promovidos por los habituales grandes poderes mediáticos y culturales de las derechas, para intentar conservar suficiente representatividad electoral y mantener el poder institucional.

Ese giro derechista de las fuerzas demoliberales, junto con el iniciado por la llamada tercera vía o nuevo centro, ha llevado a la socialdemocracia europea y el consenso socioliberal, a no defender condiciones y derechos sociales y renunciar a políticas igualitarias y solidarias, en particular con la inmigración, que generasen nuevas y masivas actitudes democratizadoras y de cambio. Era el camino que podía ampliar el sentido común progresista y los electorados transformadores. Esta evolución ha generado su crisis de su representatividad, ha debilitado las dinámicas de progreso, ha generado mayor impotencia en las izquierdas transformadoras y ha permitido más facilidades a esta dinámica reaccionaria, de involución social y democrática, de las derechas extremas.

Es momento de aprender de la experiencia, analizar el nuevo y difícil contexto, reafirmar los valores democráticos y de justicia social y fortalecer las tendencias progresistas y de izquierda para frenar al ultraderechismo y reforzar una Europa democrática y solidaria.

Europa frente al avance ultraderechista