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jueves. 29.05.2025
TRIBUNA POLÍTICA

No es periodismo, es matonismo ultra

La mayoría del Congreso de los Diputados ha impulsado una reforma de su reglamento, a fin de poder sancionar al matonismo ultra que se disfraza de periodismo.
Vito Quiles acosando al periodista Antonio Maestre .

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Nunca fue misión pacífica definir el periodismo. ¿Qué es periodismo y qué no lo es? ¿Quién es periodista y quién no lo es? Es más, establecer una definición cerrada de periodismo podría resultar arriesgado, en términos democráticos. Porque la libertad de prensa constituye uno de los pilares de la democracia.

Ahora bien, nuestra Constitución ofrece una referencia cierta, clara e indiscutible para distinguir el periodismo de lo que no es periodismo. El artículo 20 reconoce y protege el derecho a comunicar y recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión. Por tanto, podemos decir que nuestro sistema democrático reconoce y protege el periodismo comprometido con la información veraz. En nuestro régimen constitucional, periodista es, pues, aquel o aquella que comunica información veraz.

Sus armas son la mentira, el infundio, la calumnia y la injuria. Cuando esto no basta, hacen uso de tácticas matonistas y violentas

En toda democracia, la libertad de prensa ampara la actividad de los medios periodísticos que informan verazmente desde una línea editorial determinada, y que junto a la información veraz ofrecen opiniones. La línea editorial determina prioridades y enfoques informativos, dentro de la veracidad, legítimamente. Las opiniones son libres, con la sola limitación de la ley. En este contexto legítimo, la crítica a los actores políticos no solo es lícita, sino positiva para la salud de la democracia.

El problema grave que padece hoy nuestra democracia no tiene que ver con el periodismo, sino con los pseudomedios que pretenden pasar por periodismo, y con los activistas ultras que se disfrazan de periodistas. Estos pseudomedios y sus activistas no informan, sino que desinforman, manipulan y mienten deliberadamente. Prescinden de la verdad, porque su propósito no es la información sino el engaño con fines políticos, generalmente los fines de la ultraderecha.

No se trata de un fenómeno exclusivamente nacional, sino global y asociado a la internacional ultra. Tales pseudomedios y sus activistas se dedican a perseguir a políticos progresistas buscando su destrucción personal. Para ello fabrican bulos, que difunden profusamente después. En ocasiones, extienden tanto las mentiras que logran que los medios periodísticos tradicionales se hagan eco de ellas en portadas y platós. Con la complicidad de otros activistas ultras, convierten sus bulos en acciones judiciales abusivas, causando grave daño personal y reputacional a personas honestas.

El problema grave que padece hoy nuestra democracia no tiene que ver con el periodismo, sino con los pseudomedios que pretenden pasar por periodismo

El propósito es político, porque procuran la manipulación de la opinión pública, la deslegitimación de opciones políticas adversas, la destrucción del adversario político, la desestabilización de las instituciones democráticas, para conquistar el poder e imponer regímenes coherentes con sus convicciones autoritarias.

Sus armas son la mentira, el infundio, la calumnia y la injuria. Cuando esto no basta, hacen uso de tácticas matonistas y violentas, como reventar ruedas de prensa en el parlamento, acosar a políticos progresistas por las calles, difamar a las familias de los políticos progresistas, invadir sus domicilios y asustar a padres, madres, parejas, hijos e hijas.

Obtienen financiación de sus beneficiarios, en lo político y en lo económico. Hay actores económicos que se benefician de la debilidad de un gobierno, de la destrucción de una opción política o de un cambio de régimen. Y hay actores políticos que se nutren de la deslegitimación de un gobierno honesto o de una oposición crítica, para defender sus intereses espurios. Por eso les pagan, en negro y en blanco. Les financian incluso con dinero público, desde determinados gobiernos autonómicos y municipales derechistas.

Hay actores económicos que se benefician de la debilidad de un gobierno, de la destrucción de una opción política o de un cambio de régimen

Y los demócratas tenemos que defendernos, porque la democracia que no se defiende del activismo ultra, acaba sucumbiendo y arrojando a la población al agujero negro del autoritarismo. Pasó en el siglo pasado, en España, en Alemania, en Italia, en muchos países. Sigue pasando.

Por eso, la mayoría del Congreso de los Diputados ha impulsado una reforma de su reglamento, a fin de poder sancionar al matonismo ultra que se disfraza de periodismo. Porque ya han ganado espacios en las redes sociales, en los pseudomedios, en las acciones judiciales abusivas, en las calles de algunos barrios. Hay que pararles en el parlamento. Para proteger la democracia, para salvar las libertades.

No es periodismo, es matonismo ultra