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El Reino Unido elevará al tres por ciento de su PIB en 2034 sus gastos defensivos y la OTAN exige que sus lleguen a destinar cuanto antes el cinco por ciento de su PIB en defensa. Quizá fuera conveniente revisar el concepto de seguridad. Y esto no atañe solo al tema de los ciberataques, que de alguna manera irían ya en el capítulo defensivo, sino a una cuestión mucho más primordial. De poco sirve blindar las fronteras cuando puede campar a sus anchas desde dentro una poderosa y hábil quinta columna que socava los cimientos de la comunidad con una demoledora propaganda lesiva para nuestra cohesión social. Es obvio que hay una defensa comunitaria mucho más primordial, porque puede protegernos contra los discursos del odio y la suplantación de las evidencias por patrañas destinadas a una tosca manipulación mental.
Solo un malestar social generalizado propicia que se den movimientos reaccionarios de corte totalitario, tal como nos recuerda tercamente la historia
Las inversiones capitales deben destinarse a cultura, educación y sanidad, propiciando además un contexto que permita disfrutar de una mínima prosperidad, es decir, de un razonable a la vivienda y unos empleos estables bien remunerados. Una ciudadanía que goce de cierto bienestar material y tenga capacidad para filtrar críticamente la información, difícilmente se dejará engañar por los cantos de sirena que ofrecen soluciones mágicas para los problemas políticos, cambiando los argumentos por descalificaciones y eslóganes de pacotilla. Solo un malestar social generalizado propicia que se den movimientos reaccionarios de corte totalitario, tal como nos recuerda tercamente la historia.
Los conflictos bélicos auspician revoluciones y radicalismos que polarizan a la sociedad, como sucedió a comienzos del siglo pasado, dando lugar a la revolución bolchevique y el fascismo. Estos fenómenos difícilmente hubieran tenido lugar, si hubiese habido unas condiciones de vida razonables para una inmensa mayoría. Obviamente no cabe confundir la prosperidad general con el enriquecimiento desaforado de una pequeña minoría, porque cuando se acaparan recursos y se optimizan los beneficios financieros, hay mucha gente que debe resignarse a sobrevivir en un entorno donde las apariencias engañan, porque la miseria convive con una desaforada opulencia.
Las democracias más acreditadas están experimentando un preocupante ascenso del autoritarismo más rupestre que nos quepa imaginar
Puede que repartir la riquezas y las cargas tributarias de un modo más equitativo no sea la panacea universal, pero está claro que lo contrario suele ponernos al pie de los caballos. Las democracias más acreditadas están experimentando un preocupante ascenso del autoritarismo más rupestre que nos quepa imaginar, porque las promesas más descabelladas calan en una población muy descontenta con su forma de vida. Se ha escamoteado el futuro a las nuevas generaciones, al desoír las alarmas relativas a la emergencia climática y someterlas a una competitividad que reniega de la fructífera cooperación. A su vez esto fomenta cosas tales como la xenofobia y el edadismo, al generarse una rivalidad étnica e ínter generacional que se suman a la inveterada supremacía del género masculino.
Trump nos impone gastar más en armamento, cuando lo suyo sería recordarle que más vale gastar más en cultura y no recortar el gasto social para bajar impuestos a quienes más tienen. Son dos modelos de sociedad muy diferentes. Uno apuesta decididamente por privatizarlo todo y que cada cual se busque la vida por su cuenta. El otro entiende que nos juntamos precisamente para poder ayudarnos mutuamente, porque necesitamos asistencia en la infancia, cuando enfermamos, al envejecer o si vienen mal dadas para poder capear mejor cualquier tipo de crisis. Al primero le gustan más las pistolas que los libros, mientras que para el segundo estos nos hacen más libres, porque tener ideas nos equipa mucho mejor que armarnos hasta los dientes.
Harvard se fundó antes que los Estados Unidos y ha conseguido ser una referencia mundial, cuando menos hasta que Trump ha decidido intervenir su autonomía universitaria talonario en mano. Este miedo a estudiantes del extranjero es todo un símbolo que alimenta la reflexión compartida en estas líneas. El desprecio a los templos del saber en aras de una mentalidad militarista que respalde al mundo empresarial y sus privativos intereses económicos tiene precedentes históricos y sería bueno recordar sus funestas consecuencias. La realidad no se transforma sola y nuestro concurso resulta decisivo para orientar su rumbo hacia uno u otro horizonte. Siempre somos los cooperadores necesarios de que nuestro periplo común padezca luna travesía tormentosa o arribe a buen puerto.