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Carlos Valades | @carlosvalades
Dos amigos íntimos se encuentran en la mitad de la vida, ese preciso momento en el que están a punto de darle la vuelta al jamón. Hablan sobre sus diferentes trayectorias vitales y sobre las desavenencias que han surgido entre ellos. Cada vez están más distanciados y sus terapeutas apuntan las razones de la separación. El diálogo da paso al exabrupto y al adiós definitivo.
Este es el punto de partida de Las apariciones. Fernando Delgado-Hierro y Pablo Chaves vuelven tras el merecido éxito de Los remedios. Y lo hacen con otra autoficción paródica. La obra recuerda inevitablemente a De Nao y Marcel, no solo por la estructura metateatral y el juego con lo autobiográfico, sino por esa voluntad compartida de reírse del ego y de las miserias del creador escénico. Sin embargo, Chaves y Delgado-Hierro aportan un tono más ibérico, más referencial: hay ecos de Monty Python, de La hora chanante y de los programas humorísticos de la televisión española que supieron ver la ridiculez de lo cotidiano.
Toda esa coctelera aparentemente sin sentido va tomando forma a medida que vamos avanzando en la hipotética vida de cada uno. Uno, dramaturgo y actor, se estrena como padre primerizo. El otro, un famoso escenógrafo que aprovecha un futuro utópico en el que hay pleno empleo en el mundo del teatro y consigue hacerse de oro con el negocio de la fabricación de decorados para las producciones teatrales.
Algunas escenas son desopilantes, especialmente las de Pablo Chaves, con una enorme vis cómica y una pasmosa capacidad para la transformación. El espectáculo hace una mini pausa con la proyección de un vídeo de Lola Herrera aconsejando a Fernando Delgado-Hierro que hacer cuando se está en medio de una tormenta por mal de amores. Fernando reconoce que pensó en Mr.Scrooge, del Cuento de navidad de Dickens, para hacer el negativo de Los remedios, y en lugar de escarbar en el pasado, imaginar un futuro en el que el teatro sea ese lugar donde descubrir fragmentos de lo que queda por venir.
Las apariciones mezclan un viaje de ácido por el costumbrismo extremeño, la religión, la inevitable muerte que nos espera, la filosofía de Heidegger y el teatro entendido como un melting pot donde meter lo más elevado y lo más execrable del ser humano. Una reflexión en clave de comedia sobre nuestro destino, la herencia genética y la amistad. Esperamos ya con ansia la nueva propuesta de Exlímite.
