La batalla de Midway
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Seis meses después del ataque japonés a la base naval estadounidense de Pearl Harbor, Midway fue el escenario de una confrontación entre norteamericanos y japoneses para el control del océano Pacífico que acabó con la derrota del Imperio del Sol Naciente.
La batalla se caracterizó por una sucesión de errores por parte de ambos bandos, que mantuvo incierto el resultado, hasta que una serie de causas fortuitas llevaron a la victoria norteamericana.
El ataque a Midway al igual que el de Pearl Harbor no era parte de un plan para invadir Estados Unidos, sino que su objetivo era causar serios daños a las fuerzas navales estadounidense en el Pacífico con el fin de apurar un acuerdo entre ambas potencias que preservara el dominio japonés en los territorios conquistados de Asia y de la zona del océano Pacífico.
Primer revés para la armada japonesa
Tras las rotundas victorias de la Armada japonesa en el transcurso de la batalla del mar del Coral, la Marina del Sol Naciente obtuvo el primer revés.
La flota combinada de la armada imperial japonesa, comandada por el almirante y comandante en jefe Isoroku Yamamoto, puso rumbo al atolón de las Midway con 185 buques, entre ellos cuatro portaaviones pesados que transportaban más de 250 aviones cada uno, dos portaaviones ligeros, siete buques de línea, catorce cruceros, y varios submarinos, destructores y buques de abastecimiento.
La supremacía naval de Japón permitió poner fin a la presencia militar británica en el archipiélago malayo
La supremacía naval de Japón permitió poner fin a la presencia militar británica en el archipiélago malayo y conquistar la inexpugnable Singapur, las islas Filipinas, Indonesia, y lo más importante, lograr la ansiada obtención de recursos naturales.
El plan de batalla del almirante japonés partía del supuesto de que los portaaviones Enterprise y Hornet eran los únicos de los que disponía la flota norteamericana del Pacífico y de que el Lexington había sido hundido y el Yorktown había sufrido graves daños y se consideraba hundido en la batalla que había tenido lugar en el mar del Coral tan sólo un mes antes.
Por encima de esto, estaba la creencia japonesa de que los norteamericanos se hallaban terriblemente desmoralizados por las derrotas sufridas en los últimos seis meses y que esto sería fundamental para llevarlos hacia la trampa que el almirante Yamamoto estaba tejiendo para ellos.
El cuatro de junio del año 1942, dos poderosas flotas, la estadounidense y la imperial japonesa, se enfrentaron en el Pacífico en una batalla decisiva por el control del atolón de las Midway, donde los norteamericanos tenían una base naval, a medio camino entre Asía y América.
El Imperio del Sol Naciente escogió este lugar para asestar el que creían sería el golpe definitivo a los Estados Unidos. El coloso norteamericano ya había sufrido un duro golpe hacía seis meses, cuando la aviación japonesa atacó la base naval de Pearl Harbor, en las islas Hawái.
Tras lanzar su ofensiva expansionista en el este y sudeste asiático, Japón alcanzó rápidamente sus principales objetivos estratégicos al capturar Hong Kong, las islas Filipinas, Malasia, Singapur y las Indias Orientales holandesas que se corresponde con la actual Indonesia, cuyos yacimientos petrolíferos eran de gran importancia para Japón.
Una vez asegurado este territorio, en enero del año 1942 se comenzó a planificar una segunda fase de operaciones. Sin embargo, hubo desacuerdos estratégicos entre el ejército imperial y la armada imperial, que impidieron concretar esta siguiente estrategia militar hasta abril del año 1942.
Tras una velada amenaza de dimisión, se impuso la opinión del almirante Yamamoto y enseguida se puso en marcha su plan para expandir el poderío japonés a través del océano Pacífico central.
El objetivo principal en la estrategia de Yamamoto era eliminar los portaaviones norteamericanos, a los que veía como la amenaza más importante para la campaña del Pacífico.
Esta preocupación se acentuó después del dieciocho de abril del año 1942, cuando la incursión Doolittle bombardeó varias ciudades japonesas, entre ellas Tokio. Este ataque, aunque militarmente insignificante, fue un duro golpe psicológico para la población japonesa porque demostró lo inseguro que estaban en su territorio.
Esta y otras exitosas incursiones confirmaron que los norteamericanos todavía eran una importante amenaza, aunque aparentemente reacios a ser arrastrados a una batalla.
Yamamoto pensó que otro ataque aéreo en Pearl Harbor haría que toda la flota norteamericana entre en combate, incluyendo sus portaviones. Además, desde el primer ataque el poder aéreo norteamericano en el archipiélago de Hawai había aumentado y por ello determinó que atacar directamente Pearl Harbor era demasiado arriesgado.
Midway no era especialmente importante en el expansionismo territorial de Japón, pero supuso que EEUU defendería el atolón con mucha fuerza ante un ataque
En su lugar escogió el pequeño atolón de Midway, ubicado en el extremo norte de Hawai, a unos 2.100 kilómetros de la isla de Oahu. Midway no era especialmente importante en el expansionismo territorial de Japón, pero supuso que Estados Unidos defendería el atolón con mucha fuerza ante un ataque, así que una eventual victoria permitiría destruir parte importante de la flota enemiga.
Efectivamente, esta isla era estratégicamente importante para los norteamericanos y tras las batallas establecieron allí una base que permitía a los submarinos que operaban desde Pearl Harbor surtirse de combustible y provisiones.
Así, su radio de operaciones se extendía hasta 1.900 kilómetros. La pista de aterrizaje en Midway también servía como punto de escala para los bombarderos que se dirigían a la isla Wake.
Las estrategias navales de Japón fueron excesivamente complejas durante la II Guerra Mundial, y el plan de batalla de Yamamoto para Midway, la llamada Operación MI no fue la excepción.
Este plan requería la coordinación cuidadosa y oportuna de muchos grupos a cientos de kilómetros en mar abierto. Su diseño consideró datos de inteligencia que sugerían que el Enterprise y el Hornet eran los únicos portaaviones estadounidenses disponibles en la flota del Pacífico.
En la batalla del mar del Coral que se libró un mes antes, el portaviones Lexington se había hundido y el Yorktown había sido gravemente dañado al punto que los japoneses pensaron que también se había perdido.
Sin embargo, luego de una rápida reparación en Pearl Harbor, el Yorktown volvió a estar activo y jugó un importante rol en el descubrimiento y destrucción de los portaaviones japoneses en Midway.
Finalmente, gran parte del plan de Yamamoto coincidía con la idea de los demás líderes japoneses de la época, quienes creían que los norteamericanos estaban desmoralizados por sus frecuentes derrotas en los seis meses precedentes.
Yamamoto creía que era necesario un engaño para llevar a la flota estadounidense a una situación fatalmente arriesgada. Con ese fin dispersó sus buques para que todos, y particularmente sus acorazados, se mantuvieran ocultos de los norteamericanos antes de la batalla.
Su grupo de acorazados y cruceros de apoyo siguió a los portaaviones del vicealmirante Chuichi Nagumo a varios cientos de kilómetros. La misión de estos era acercarse y destruir cualquier elemento que pudiera defender Midway tras ser previamente debilitado desde los portaaviones. Esta táctica se practicaba en casi todas las armadas más importantes de la época.
El almirante Yamamoto no sabía que los norteamericanos habían descifrado uno de los principales códigos navales japoneses, apodado “JN-25” por los aliados
El almirante Yamamoto no sabía que los norteamericanos habían descifrado uno de los principales códigos navales japoneses, apodado “JN-25” por los aliados, lo que permitió que se conocieran muchos detalles de la operación.
La dispersión de la flota hizo que ninguna formación estuviese oportunamente disponible para ofrecer apoyo a las demás. Se esperaba que los portaaviones de Nagumo soportaran la peor parte de los contraataques, pues los únicos buques de la flota que eran más grandes que los doce destructores que los encubrían eran dos acorazados rápidos de la clase Kongo, dos cruceros pesados y un crucero ligero.
Los almirantes Yamamoto y Nobutake Hondo tenían en sus flotas dos portaaviones ligeros, cinco acorazados, cuatro cruceros pesados y dos cruceros ligeros, de los cuales ninguno participó en la batalla.
La distancia entre las fuerzas de Kondo y Yamamoto y los portaaviones de Nagumo tuvo consecuencias graves durante la batalla, porque se le negó a este último la inestimable capacidad de los aviones de reconocimiento transportados por los cruceros y portaaviones, así como la capacidad antiaérea adicional que ofrecían los cruceros junto a los dos acorazados clase Kongo.
La invasión de las islas Aleutianas
Para obtener el apoyo del Ejército Imperial en la operación en Midway, la armada imperial decidió apoyar la invasión a los Estados Unidos a través de Attu y Kiska, que eran dos islas Aleutianas en el Territorio de Alaska.
El ejército las ocupó para dejar a Japón fuera del alcance de los bombarderos desplegados en Alaska. Después de la invasión, muchos norteamericanos temían que desde allí los japoneses atacarían objetivos estratégicos y centros urbanos a lo largo de la costa oeste.
El ataque a las Aleutianas eliminó unidades que habrían aumentado las fuerzas defensivas de Estados Unidos. Se considera que la operación fue una distracción para mantener a los norteamericanos alejados del Midway.
El ataque a las islas y al atolón debían iniciarse simultáneamente, pero la fuerza operativa de Nagumo se retrasó un día en la navegación y eso causó que la operación en las Aleutianas iniciara el día antes.
Antes de la batalla, el almirante Chester W, Nimitz, comandante en jefe del área del Pacífico, tenía una importante ventaja sobre Japón, ya que los criptoanalistas estadounidenses habían descifrado parcialmente el código de la Armada Imperial Japonesa.
Desde principios del año 1942, Estados Unidos había estado decodificando mensajes que indicaban que pronto se llevaría a cabo una operación militar en un objetivo llamado AF.
Al principio todos se preguntaban qué significaba o qué lugar era AF, pero más tarde el comandante, Joseph Rochefort y su equipo pudieron confirmar que se trataba de Midway.
El capitán Wilfred Holmes pensó en una estratagema y a través de un cable submarino seguro le pidió a la base en Midway que transmitiera un mensaje de radio sin codificar en que se indicara que el sistema de purificación de agua del atolón se había averiado.
Veinticuatro horas después, los decodificadores interceptaron un mensaje japonés que decía que “AF tenía poca agua”. A ninguno de los operadores japoneses que interceptaron el mensaje pareció preocuparle que los norteamericanos transmitieran información sin codificar sobre la escasez de agua en una instalación naval importante, cercana al área de amenazas japonesa, lo que pudo haber prevenido a los oficiales de inteligencia de que se trataba de un deliberado intento de engaño.
Se determinó que la fecha del ataque sería cercana al cuatro o el cinco de junio, y proporcionó a Nimitz el orden de batalla completo de la Armada Imperial Japonesa.
El nuevo código, que tardó varios días en ser descifrado, entró en uso el veinticuatro de mayo, pero para ese entonces los mensajes más importantes ya se habían decodificado. Como resultado, los norteamericanos llegaron a la batalla con una imagen bastante clara de dónde, cuándo y con qué fuerza atacarían los japoneses.
El almirante Nimitz necesitaba cada portaviones disponible para luchar contra los cuatro o cinco portaaviones que Japón podía llevar a la batalla. Ya tenía dos portaaviones de la fuerza operativa el Enterprise y el Hornet.
Nimitz también convocó a la fuerza operativa del contraalmirante Frank Jack Fletcher, del área suroeste del Pacífico, que tenía al portaviones Yorktown.
A causa de los daños que sufrió en la batalla del Mar del Coral, se estimó que el Yorktown necesitaba varios meses de reparaciones en el astillero naval de Puget Sound, pero sus ascensores estaban intactos, así como gran parte de la cubierta de vuelo.
Un equipo trabajó mediante turnos en el buque las 24 horas del día, y tras 72 horas de trabajo ya estaba reparado y listo para la batalla, lo suficiente para las dos o tres semanas de operaciones que requería Nimitz.
La cubierta de vuelo se reparó y secciones enteras de la estructura interna se retiraron y remplazaron. Las reparaciones continuaron incluso una vez que salió del astillero, a cargo de un equipo que seguía a bordo del USS Vestal, un buque de reparación dañado en el ataque a Pearl Harbour.
El grupo aeroembarcado del Yorktown estaba disminuido y se restauró usando cualquier avión y piloto que se pudiera encontrar. Estaba formado por el 3.er Escuadrón Bombardero (VB-3) del Saratoga; por el 3.er Escuadrón (VT-3); el 3.er Escuadrón de Caza (VF-3) se reconstituyó para reemplazar al con dieciséis pilotos del VF-42 y once del VF-3.
A pesar de los esfuerzos para tener al Saratoga listo para el siguiente enfrentamiento, la necesidad de reabastecerlo y reunir suficientes escoltas le impidió llegar a Midway hasta después de la batalla.
Para el cuatro de junio, los norteamericanos habían estacionado en Midway cuatro escuadrones 31 aviones en total para tareas de reconocimiento de largo alcance, y seis aviones torpederos del portaviones Hornet. Además de una buena colección de aviones de todo tipo.
Nimitz sabía que ellos habían renunciado a su ventaja numérica al dividir sus naves en cuatro grupos operativos separados, demasiado separados para darse apoyo mutuamente.
Esta dispersión limitó la disponibilidad de buques rápidos para escoltar los portaaviones de la Fuerza de Ataque, y menos cañones antiaéreos para protegerlos.
Nimitz calculó que las aeronaves de sus tres portaaviones más los estacionados en Midway, le daban una cantidad más o menos igual a la de los cuatro portaaviones de Yamamoto, principalmente porque los grupos aeroembarcados estadounidenses eran más grandes que los japoneses. Los japoneses, por el contrario, incluso después de que comenzara la batalla desconocían la verdadera fuerza y disposición de los norteamericanos.
Las deficiencias de la armada japonesa
Durante la batalla del Mar del Coral, el portaviones ligero Shoho fue hundido y el portaviones Shokaku recibió el impacto de tres bombas, por lo que estaría bajo reparaciones en dique seco por meses.
El portaaviones Zuikau escapó de la batalla sin daños, había perdido casi la mitad de su grupo aéreo y en el puerto de Kure estaba esperando aviones y pilotos de reemplazo.
El hecho de que no hubiera suficiente tripulación disponible de inmediato puede atribuirse al fracaso del programa de entrenamiento de la Armada Imperial, que ya mostraba signos de no poder reemplazar oportunamente las bajas. De cualquier forma, aparentemente los japoneses no hicieron ningún esfuerzo serio en tener listo al Zuikaku para la batalla.
El vicealmirante Nagumo tenía solo cuatro portaviones a su disposición: el Kaga, el Akagi, el Hiryu y el Soryu. Esto se debió en parte a la fatiga, ya que los portaaviones no habían detenido sus operaciones desde el ataque a Pearl Harbor.
La Primera Fuerza de Ataque navegó con 248 aviones disponibles en los cuatro portaaviones con 60 aviones en el Akagi, 74 en el Kaga, 57 en el Hiryu y 57 en el Soryu.
Muchos aviones que se utilizaron en junio del año 1942 estaban operativos desde finales de noviembre del año 1941, y aunque estaban bien mantenidos, algunos ya estaban desgastados y su uso era cada vez menos confiable.
Esto hizo que todos los portaaviones de la Kido y Butai llevasen menos aviones respecto a su capacidad total, con pocas aeronaves y piezas de repuesto almacenadas en los hangares. Además, los portaaviones de Nagumo sufrieron varias deficiencias defensivas.
Algunas de sus deficiencias eran los cañones antiaéreos y sus sistemas de control de incendios tenían varios defectos de diseño y configuración que limitaban su efectividad. Además, tenían un inadecuado sistema de alerta temprana y la falta de radar.
Las malas comunicaciones de radio con los aviones de combate inhibieron el mando y control efectivo de la patrulla; en lugar de ser una escolta antiaérea cercana, los buques que escoltaban a los portaaviones se desplegaron a mucha distancia como exploradores visuales, ya que carecían de entrenamiento, doctrina militar y suficiente armamento antiaéreo.
Los planes de reconocimiento estratégico previos a la batalla también estaban desorganizados. En parte por la prisa de Yamamoto, un piquete de submarinos exploradores llegó tarde a sus posiciones Esto permitió a los portaaviones norteamericanos estadounidenses pasar sin ser detectados.
Japón se privó de conocer cualquier movimiento de los portaaviones enemigos hasta inmediatamente antes de la batalla
Los submarinos japoneses que debían reabastecerse de combustible en un punto concreto, estaba ocupado por buques norteamericanos. Por todo esto, Japón se privó de conocer cualquier movimiento de los portaaviones enemigos hasta inmediatamente antes de la batalla.
En sus interceptaciones de radio, los japoneses notaron un aumento en la actividad de los submarinos norteamericanos y también en el tráfico de mensajes. Esta información estaba en manos de Yamamoto antes de la batalla, sin embargo, la planificación de la operación no cambió.
Yamamoto, a bordo del Yamoto, asumió que Nagumo había recibido la misma información desde Tokio y no se comunicó con él por radio para no revelar su posición.
Nagumo también recibió esta información antes de que comenzara la batalla. Por razones que aún no están claras, Nagumo no modificó sus planes ni tomó precauciones adicionales.
Yamamoto además ubicó al grueso de la Flota combinada a más de 500 km de distancia, dejándolo sin posibilidad de una rápida intervención en caso de ar con fuerzas enemigas.
La batalla
El almirante Nagumo lanzó su primer ataque a la isla a medianoche del cuatro de junio del año 1942 con un total de 108 aviones de combate. Al mismo tiempo, hizo despegar seis aviones de reconocimiento para ir en búsqueda de la flota norteamericana, y cazas Mitsubishi A6M Zero para patrullar el espacio aéreo que rodeaba la zona.
Las misiones de reconocimiento japonesas fueron muy poco efectivas a causa de los pocos aviones que tuvieron que cubrir extensas áreas de búsqueda y del mal tiempo.
A las seis de la maña los aviones de Nagumo comenzaron a bombardear Midway y causaron grandes daños a las instalaciones militares de la isla. Algunos pilotos norteamericanos que estaban en la base intentaron defender el atolón con sus aviones, pero sufrieron numerosas bajas.
Sin embargo, la artillería antiaérea estaba lista y consiguió derribar varios aviones atacantes. Los aviones de reconocimiento japoneses, enviados para evaluar el estado de las defensas de Midway después del ataque, transmitieron un mensaje al almirante en el que explicaban que iba a ser necesaria otra misión de bombardeo para neutralizarlas antes de que las tropas desembarcasen el día siete de junio, como estaba previsto.
Los bombarderos estadounidenses que estaban en la isla despegaron antes de ser dañados por los japoneses, e hicieron varios ataques contra la flota nipona. Los lentos y pesados torpederos norteamericanos fueron destruidos casi por completo por la artillería antiaérea de los barcos y los veloces Zero japoneses, sin lograr causar ningún daño a la flota enemiga.
Solo tres de ellos consiguieron volver a Midway. De acuerdo a las tácticas de batalla de la época, Nagumo guardó la mitad de sus aviones de reserva, dos escuadrones compuestos por torpederos y cazatorpederos.
Tenía la opción de armar los bombarderos de reserva con torpedos, o con bombas terrestres para atacar navíos o instalaciones militares respectivamente. En el primer ataque a Midway optó por equipar a los aviones de reserva con torpedos, al temer encontrar barcos estadounidenses.
Por ello resultó necesario efectuar un segundo ataque, pues la pista de aterrizaje y despegue del atolón no había sido destruida por la falta de bombas terrestres. Todos los aviones del segundo ataque incluidos los de reserva recibieron la orden de ser armados con bombas para atacar las instalaciones de la isla, una orden que resultó fatal.
Los bombarderos estadounidenses que estaban en la isla despegaron antes de ser dañados por los japoneses, e hicieron varios ataques contra la flota nipona
Media hora después de iniciar este ataque, un avión de reconocimiento de largo alcance enviado tardíamente desde el crucero Tone informó de la presencia de una flota enemiga de tamaño considerable al este. Nagumo paralizó de inmediato el armado de los aviones con bombas y esperó más información sobre la composición de la flota que se acercaba.
Tuvieron que pasar más de cuarenta minutos para que un avión japonés avisara de la presencia de un portaaviones norteamericano. La espera resultó muy prolongada a pesar de que el oficial táctico aéreo aconsejaba atacar de inmediato.
El almirante Nagumo se vio frente a un dilema. Sus subordinados insistieron en que lanzase un ataque sobre los portaaviones con las reservas que aún tenía a bordo.
Sin embargo, las operaciones de preparación y lanzamiento de aviones podían llegar a durar entre treinta y cuarenta y cinco minutos y los pilotos japoneses de la primera oleada comenzaban a regresar.
Muchos de ellos estaban casi sin combustible, dañados o con parte de la tripulación herida, por lo que era necesario un aterrizaje rápido antes de morir en medio del mar.
Los cálculos indicaban que había muy pocas probabilidades de que todos los aviones de reserva armados con bombas pudiesen despegar antes de la llegada de los primeros.
Sin la confirmación de la composición de la flota norteamericana que se había avistado, Nagumo fue cauteloso y prefirió esperar para decidir el tipo de armamento que se usaría durante el segundo ataque.
Además, la aviación norteamericana estacionada en la isla había logrado resistir otros ataques sin sufrir pérdidas, lo que reforzó más la necesidad de hacer un nuevo ataque al atolón.
Preso de la indecisión y luego de razonar estrictamente la doctrina de tácticas navales japonesas, Nagumo decidió seguir el manual de forma tranquila y resolvió esperar a que los aviones del primer asalto a la base regresaran a los portaaviones, para luego lanzar con el armamento apropiado la segunda flota aérea de ataque. Esta decisión que acarrearía una pérdida de tiempo fatal le supondría más adelante la derrota.
Al mismo tiempo, mientras la indecisión se apoderaba del mando japonés, desde el amanecer el almirante Fletcher había puesto en marcha a los aviones del Yorktown para que atacasen a los portaaviones japoneses.
Al contrario de Nagumo, Spruance dio la orden de que sus aeronaves atacasen con todo lo que poseían, sin esperar a que toda la flota aérea estuviese en el aire para hacer un ataque conjunto y coordinado.
Después del despegue, cada escuadrón estadounidense se dirigió directamente hacia el enemigo en lugar de esperar a estar en una formación de ataque conjunto.
Esta táctica, a pesar de disminuir el volumen del impacto de los ataques hacia los japoneses y acarrear grandes pérdidas para los norteamericanos, tuvo el mérito de lograr desorganizar la capacidad de contraataque nipona y así encontrarse totalmente vulnerables los portaaviones de Nagumo.
El ataque norteamericano
Los primeros aviones enviados para atacar a los japoneses tuvieron dificultades para encontrarlos en la vastedad del océano, incluso con las coordenadas que habían entregado las patrullas de observación, pero cuando finalmente se toparon con ellos.
A las 09:20, la primera oleada de los torpederos llegó sobre sus objetivos. Consistían en lentos caza-torpederos que se lanzaron en fila contra los portaaviones casi a la superficie del mar. Fueron abatidos prácticamente todos, pues solo un piloto logró sobrevivir a esta primera incursión.
Con aviones similares el segundo asalto acabó casi de la misma manera. La flota aérea atacante destruida casi en su totalidad y la japonesa prácticamente intacta.
Entre tanto, los pilotos norteamericanos consiguieron tres importantes resultados:
- Obligaron a los portaaviones nipones a navegar en círculos y hacer maniobras para evitar los torpedos, lo que les impidió tomar posiciones definitivas para el lanzamiento de sus aviones;
- Obligaron a los Zero a gastar casi toda su munición y combustible mientras estos intentaban derribarlos.
- Pusieron la escolta aérea de los portaaviones en cotas de vuelo a baja altura, fuera de posición para así intentar defenderlos de algún otro ataque.
Inmediatamente después de los ataques, los bombarderos norteamericanos se aproximaron a gran altura, sin ser acosados por los cazas Zero que perseguían a los torpederos cercanos al mar.
El ataque norteamericano sobre los tres portaaviones nipones, que duró apenas seis minutos, fue devastador
Dos escuadrones de bombarderos que atacaron desde el noreste y suroeste cayeron sobre los portaaviones enemigos, que para entonces estaban con las cubiertas llenas de aviones cargados con combustible y armados para iniciar el contraataque, en condiciones extremadamente vulnerables.
A las diez de la mañana, los bombarderos del Enterprise atacaron el Kaga lanzándose en picado sobre la nave japonesa, que no esperaba un ataque desde tanta altura, mientras que en el sur los aviones del Yorktown atacaron sobre el Soryu y el Akagi, que también recibió los impactos de los bombarderos del Enterprise cuatro minutos después.
El ataque norteamericano sobre los tres portaaviones nipones, que duró apenas seis minutos, fue devastador. Tres de los cuatro portaaviones japoneses estaban en llamas, inoperantes y fuera de combate en gran medida porque decenas de aviones japoneses cargados de bombas y torpedos, inmóviles en las cubiertas, y cargando combustible, al ser bombardeados ayudaron involuntariamente en la destrucción de sus portaaviones.
El contraataque japonés
El Hiryu fue el único portaaviones japonés que se encontraba intacto en ese momento, no perdió tiempo para hacer un contraataque. La primera oleada de bombarderos japoneses dañó gravemente al Yorktown con tres impactos de bomba que apagaron su caldera, inmovilizándolo.
Sin embargo, en aproximadamente una hora, sus dañados equipos de control fueron reparados con tanta eficacia que los bombarderos de la segunda oleada creyeron que se trataba de otro.
Los japoneses intentaban la eliminación de dos portaaviones enemigos con dos ataques, la segunda oleada creyó erróneamente que habían hundido el Yorktown y que estaban atacando el Enterprise.
Después de recibir dos impactos de torpedos el Yorktown quedó fuera de combate, por lo que el personal de este portaviones se vio obligado a trasladarse al crucero pesado Astoria.
No obstante, por la tarde el Hiryu fue atacado por aviones procedentes del Enterprise, que lo destruyeron tras un violento bombardeo, situación en la cual influyó el hecho que las bombas alcanzaran los depósitos de gasolina de aviones en la cubierta, el cual se incendió y tuvo que ser abandonado al anochecer, aunque no se hundió hasta la mañana siguiente.
Los dos portaaviones norteamericanos, el Enterprise y el Hornet, no sufrieron daños.
El final de la batalla
El almirante Spruance estaba convencido de que ya habían conseguido una gran victoria, pero no estaba seguro de las fuerzas que aún tenían los japoneses y estaba decidido a salvaguardar tanto Midway como el resto de sus portaaviones.
El almirante Yamamoto decidió inicialmente continuar con sus esfuerzos para ocupar Midway y envió sus navíos de batalla en busca de los portaaviones norteamericanos, al mismo tiempo que una flota de cruceros era desplegada para bombardear la isla. La flota japonesa no logró localizar a su enemigo en el mar.
La batalla de Midway fue el punto de inflexión de la Guerra del Pacífico
A las dos de la noche del cinco al seis de junio, un submarino norteamericano señaló la presencia de barcos japoneses a 165 kilómetros al oeste de Midway. El almirante Spruance, que no había sido capaz de localizar el cuerpo principal de la escuadra de Yamamoto, pensó que se trataba de estos navíos y partió en su dirección.
Sin embargo, era la flota enviada a bombardear Midway, compuesta por cuatro cruceros y dos destructores, que poco después recibieron la orden de retirarse de la zona y unirse en mar abierto al resto de la flota de batalla de Yamamoto.
Por la mañana, el submarino lanzó un ataque con torpedos contra los cruceros, sin éxito, pero en los días siguientes la aviación de la isla, junto a la de los portaaviones, realizó varios ataques a los cruceros, hundiendo al Mikuma y dejando gravemente dañado al Mogami.
Consecuencias
La pérdida de los cuatro portaaviones enviados a Midway, además de un gran número de sus bien formados e irremplazables pilotos navales, interrumpió la expansión de Japón por el resto del Pacífico.
Solo dos grandes portaaviones de la Armada Imperial Japonesa lograron sobrevivir, el Zuikaku y el Shokaku que no participaron en la batalla, junto a otros tres portaaviones pequeños de poco poder ofensivo y que podían transportar una mínima cantidad de aviones.
El diez de junio, en una conferencia del alto mando de planificación de guerra, la Armada japonesa ocultó la gravedad de sus pérdidas en Midway. Solo el emperador Hirohito fue informado de los detalles de lo acontecido, quien prefirió mantenerlo en secreto ante el ejército y la opinión pública, e hizo que los planificadores militares continuasen por algún tiempo elaborando sus ataques suponiendo que la flota aeronaval del Japón seguía siendo poderosa.
La batalla de Midway fue el punto de inflexión de la Guerra del Pacífico. La Armada japonesa continuó luchando con ferocidad incluso frente a la supremacía naval de los Estados Unidos al final de la guerra.
Sin embargo, la victoria en Midway dio a los norteamericanos la iniciativa estratégica en la guerra, pues infligió daños irreparables a los portaaviones japoneses y acortó el tiempo de la guerra en el Pacífico.
A mediados del año 1943 la aviación japonesa había sido prácticamente diezmada
El programa de entrenamiento previo a la guerra había formado pilotos de excepcional calidad para la aviación naval del Imperio japonés. Este pequeño grupo de élite estaba conformado por veteranos preparados y endurecidos para los combates de la época.
En la batalla, los japoneses perdieron más aviadores que sus entrenamientos prebélicos formaron en un año. Los estrategas japoneses no previeron un conflicto militar de larga duración y, por lo tanto, no tuvieron la capacidad para reponer rápidamente las pérdidas en navíos, aeronaves, marineros y principalmente pilotos.
A mediados del año 1943 la aviación japonesa había sido prácticamente diezmada. Dos meses después del ataque a Midway, los norteamericanos tomaron la ofensiva al desembarcar en Guadalcanal, donde derrotaron nuevamente a Japón y aseguraron las líneas aliadas de suministros.
A partir de Midway la iniciativa en el Pacífico pasó a ser siempre de los norteamericanos, hasta la rendición de Japón en el año 1945.
Bajas japonesas
En el momento en que la batalla terminó, unos 3.057 japoneses habían muerto. Las bajas a bordo de los cuatro portaaviones fueron: 267 en el Akagi, 811 en el Kaga, 392 en el Hiryu y 711 en el Soryu, sumando un total de 2.181 muertos. Los cruceros pesados Mikuma con 700 muertos y el Mogami con 92 muertos que sumaron 792 muertes más.
Adicionalmente, los destructores Arashio y Asashio con 35 y 21 muertos respectivamente, que fueron dañados durante los ataques aéreos que hundieron el Mikuma y dañaron el Mogami.
Algunos hidroaviones se perdieron de los cruceros Chikuma y Tone, mientras que los muertos a bordo de los destructores Tanikaze, Arashi, Kazagumo y el Akebono Maru sumaron las restantes 23 víctimas.
Bajas estadounidenses
- Un portaaviones. El Yorktown.
- Un destructor. El Hammann
- Aviones con base en Midway: 45 de un total de 126 siendo el 36 % del total de la base
- Aviones con base en portaaviones: 109 de un total de 183 siendo el 59 % del total de aviones embarcados.
- Pérdidas en hombres: 250 hombres aproximadamente.
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