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El sitio de Alesia es considerado uno de las grandes éxitos militares de César e incluso en la actualidad es utilizado como un ejemplo clásico de sitio en los estudios militares. Ha sido descrito por numerosos autores de la época, incluyendo a César en el libro VII de sus “Comentarios a la guerra de las Galias”.
- La conquista de la Galia
- El inicio de la rebelión
- La rebelión general
- ¿Cómo era la legión romana?
- Las fuerzas en combate
- Los celtas
- Terreno
- La batalla
- Obras de asedio
- Los enfrentamientos de la caballería
- Muerte de los civiles de Alesia
- Llegan los refuerzos galos
- El primer enfrentamiento
- Segundo enfrentamiento
- El último ataque
- Rendición de Vercingétorix
La conquista de la Galia
La conquista de la Galia más allá de los Alpes comenzó con las campañas de los cónsules Cneo Domicio Enobarbo en el año 122 a. C. y Quinto Fabio Máximo en el año 121 a. C.
César utilizaría la riqueza adquirida de la venta de miles de esclavos para comprar apoyos políticos, mandar construir edificios públicos en la Galia, Hispania, Italia, Grecia y Asia
Convirtieron a la colonia griega de Masalia en foederati de la República y derrotaron a los alóbroges y arvernoscon apenas 30. 000 soldados.
El rey arverno, Bituito fue exhibido en el triunfo de Fabio. Su hijo, Congonetiaco, fue enviado como rehén a Roma. Este último, por su victoria, recibió el cognomen ex virtute de Alobrógico. Así nació la provincia de la Galia Transalpina, que sirvió de base para las conquistas posteriores.
Después de acabar su Consulado y gracias a lo pactado en el primer triunvirato, Cayo Julio César recibió por un lustro el gobierno de las provincias de la Transalpina e Iliria, a las que se sumó la Galia Cisalpina al morir repentinamente su gobernador, Quinto Cecilo Metelo Céler.
César necesitaba riquezas y victorias militares. A principios de marzo del año 58 a. C. asumió el gobierno de esas provincias y a ello sumó el mando de cuatro legiones.
César, con el pretexto de impedir la migración de los helvecios hacia el oeste a través de la provincia de Narbonense o el territorio de sus aliados, los eduos, empezó a intervenir en los asuntos internos de las tribus.
Después de vencer a los helvecios en el año 58 a. C., siguió con la Galia Bélgica en el año 57 a. C., Armórica y Aquitania en el año56 a. C.
También se enfrentó a los pueblos germánicos, destacando la derrota de Ariovisto en el año 58 a. C. Fue el primer romano en cruzar el río Rin, entre los años 55 y 53 a. C., y en explorar Britania, entre los años 55 y 54 a. C.
César tardó varios años en pacificar la Galia. Esto es debido a que era un territorio muy amplio y César intentaba pacificar con un ejército pequeño en comparación con la población de la zona.
César combinó durante sus campañas, agresividad, velocidad y riesgo para acorralar y aniquilar a sus enemigos, algo que haría también en Alesia. Esto le permitió compensar su principal debilidad, la inferioridad numérica.

Demostró ser un excelente motivador que sabía animar a sus hombres para dar lo mejor sin importar las circunstancias. Esto se sumaba a que mandaba un ejército profesional nacido de las reformas militares desarrolladas por Cayo Mario cuyas unidades podían superar fácilmente a los celtas, que daban más valor al guerrero individual, y tenían por columna vertebral a los rigurosos y valientes centuriones.
Los legionarios estaban entrenados para pensar y actuar por iniciativa propia si la situación lo exigía, así como para obedecer ciegamente a sus oficiales. Su fuerza estaba en la disciplina de sus formaciones.

César solía realizar muros defensivos para aislar las ciudades hostiles, algo que debilitaba la moral de los defensores, que muchas veces se rendían en cuanto empezaban las obras.
César realizó no menos de diecisiete muros defensivos de ciudades y venció en todos menos en Gergovia. También eran extremadamente móviles, sorprendiendo a los poco funcionales ejércitos celtas. Muchas tribus entendieron que no podían vencer y prefirieron someterse pacíficamente.
El problema era que todas las tribus celtas de la Galia tenían sus propios planes y era muy difícil, a menos que derrotase a cada tribu, establecer la paz. César se vio obligado a luchar con cada una de las tribus y cuando las hubo derrotado, entonces pudo tener la esperanza de garantizar una especie de paz general.
El último gran aspecto a favor de los romanos era la diplomacia. Hábilmente supieron explotar los conflictos tribales para reclutar aliados y vencer a sus enemigos uno por uno.
Los galos estaban divididos entre doscientas a trescientas tribus. Las más pequeñas eran vasallas de las más grandes. La población de estas comunidades variaba de 50.000 a 200.000 personas de media.
El inicio de la rebelión
Las victorias en el campo de batalla no garantizaban la dominación de un pueblo molesto por la ocupación. En el invierno del año 54 a 53 a. C., en Aduátuca que es la actual Tongres, quince cohortes del XIII legión mandadas por los legados, Quinto Titurio Sabino y Lucio Aurunculevo y son emboscadas por los eburones de Ambiórix.
Casi todos los romanos, incluyendo sus comandantes, murieron. Poco después, el campamento romano en Namur fue sitiado por los aduáticos y nervios pero logró resistir al mando del legado, Quinto Tulio Cicerón.
Cuando los muertos y heridos sumaban el 90% de la legión, llegó César con otras dos legiones y pudo liberar a los defensores. Posteriormente, los romanos se dedicaron a pacificar la Galia Belga con diez legiones. Mientras la mayoría estaban en territorio de los senones, dos legiones fueron enviados con los tréveros y lingones.
Labieno consiguió en esta campaña una gran victoria contra los tréveros. Después cruzaron el río Rin para castigar a los germánicos que ayudaban a los rebeldes.
Posteriormente, desarrollaron una campaña de castigo contra los belgas, donde quemaron sus cosechas, hasta que estos se rindieron por hambre. Por su derrota en esta campaña, los belgas aportarían contingentes bastante menores en la rebelión general del año siguiente.

La rebelión general
La agitación en la Galia volvió, en el invierno del año 53-52 a. C., a activarse mientras César estaba en la Cisalpina por cuestiones políticas y istrativas. Todo comenzó cuando los carnutos masacraron a todos los ciudadanos romanos en la actual Orleans.
Los celtas necesitaban un caudillo que entendiera la manera de luchar de los romanos y tuvieron claro que ninguna tribu sola podía vencer a sus legiones, Necesitaban alguien que las uniera contra el enemigo común y ese líder estaba por aparecer.
Enseguida apareció un joven noble de la poderosa tribu de los arvernos, Vencingétorix, que era hijo de Celtilo, quien empezó a reunir partidarios y les convenció de unirse a la rebelión.
Vencingétorix fue expulsado de Gergovia, capital de los arvernos, por la nobleza pro-romana, pero convenció a la gente más empobrecida por la conquista romana de ayudarlo y con un ejército volvió a la villa y asumió el mando de su pueblo.
Se proclamó rey de su tribu y envió mensajeros para que sus vecinos le apoyaran, así que pronto las numerosas naciones sublevadas reconocieron su mando.
César salió para Narbona y ahí organizó las milicias locales y trajo reclutas de la península Itálica. Cruzó los Cevenas [1] cubiertos de nieve y marcha sobre territorio de los lingones, específicamente contra su capital, la actual Sens, donde deja el grueso del material de logística necesario para su ejército y concentra a sus tropas.
Rápidamente toma las villas fortificadas rodeadas por un murus gallicus [2] ubicadas en colinas o valles y a cuyo alrededor se establecían las aldeas de Vellaunoduno de los senones, que se corresponde con la actual Villon, Cénabo de los carnutos, la actual Orléans, Novioduno, la actual Nouan le Fuzelier, y Avárico la actual Bourges, de los bituriges.
Después de perder Novioduno, Vercingétorix decidió practicar una guerra de guerrillas y de tierra arrasada, evitando enfrentar frontalmente a las legiones en batallas campales o en asedios, donde eran superiores.
Aprovechando que los romanos eran un relativamente pequeño ejército en tierra extranjera y que los celtas tenían mejor caballería, emboscarían sus partidas de suministros para hacerlos pasar hambre y desgastarlos.
Vercingétorix hizo quemar aldeas, envenenar pozos, destruir carretas y arrasar todo el ganado y cosechas que no pudieran llevarse, negándoselo a los romanos.

Sin embargo, durante la campaña, los rebeldes serían incapaces de hacer todo lo que les pedía su caudillo, empezando por los bituriges, que se negaron a quemar Avárico y decidieron defenderla pero cayó tras un mes de asedio.
Los legionarios, hambrientos y furiosos, masacraron sin piedad a la guarnición y la población civil. Era normal en esa época que, cuando una ciudad o fortaleza resistiera al enemigo, si caía al asalto se masacrara a la guarnición y los civiles.
César dividió a su ejército. Él mismo, con seis legiones, marchó sobre la capital arverna, mientras que el legado. Tito Labieno, con otras cuatro, fue enviado contra los senones y parisios.
César fracasó ante los muros de Gergovia, villa que Vercingétorix no estaba dispuesto a perder por ser la capital de su tribu. César debió retirarse a Agendico para reunirse con Labieno, quien acababa de aplastar a los celtas en Lutecia.
Durante el asedio de Gergovia, un contingente de 10.000 eduos, que eran principales aliados de los romanos fueron enviados a ayudar a César, pero fue engañado por sus comandantes que se unieron a la rebelión, afirmando que los romanos habían asesinado a sus compatriotas.
César reaccionó de inmediato y salió a convencer a los eduos de la falsedad de esa acusación. Una parte de los celtas resolvieron unirse al ejército romano.
Esto no impidió que el resto de la tribu se uniera a la rebelión, asesinando toda la guarnición de Novioduno y liberando a todos los rehenes galos de César. Esta ciudad era su capital istrativa y por eso los rebeldes se hicieron con su tesoro, reserva de granos, caballos de reemplazo y la mejor parte de sus posesiones.
Ante este nuevo éxito, en Bibrace que era la capital de los eduos, se realiza un concilio donde asistieron representantes de todas las tribus galas. Vercingétorix es reconocido como generalísimo de sus ejércitos y todas las tribus se unen a él, solo lingones, remos y tréveros no se unieron.
Vercingétorix exigió a sus aliados entregar rehenes y enviar jinetes hasta tener 15. 000 hombres, conservando la infantería que ya tenía. Después recluta 10. 000 infantes y 800 jinetes eduos. Envió embajadores con los alóbroges para que alzaran la Galia Narbonense.
Mientras continuaba amenazando las líneas de suministros romanas. Vercingétorix se retiró a Alesia. César lo persiguió con 3.000 infantes y numerosos jinetes germánicos que eran sus aliados.
Vercingétorix preparaba una emboscada, pero los ansiosos celtas atacaron antes de tiempo y los germánicos les derrotaron en los alrededores del río Vingeanne, pereciendo 3.000 jinetes galos. Al día siguiente, César llegaba a Alesia por el este, al sur del monte Bussy.
¿Cómo era la legión romana?
Consistía en un cuerpo de infantería pesada de unos cuatro mil doscientos hombres, según el historiador antiguo Polibio, que más tarde alcanzaría entre los cinco mil doscientos y seis mil soldados de infantería y trescientos jinetes para completar un total de entre seis mil y seis mil doscientos efectivos, según cuenta Tito Livio.
Las legiones tenían asignado un nombre y un número. Se identificaron la existencia de cerca de cincuenta, pero nunca llegaron a existir tantas en un mismo momento de la historia de Roma. Usualmente había veintiocho legiones con sus auxiliares, y se reclutaban más según las necesidades y la situación en cada momento.

Las fuerzas en combate
El ejército romano era dirigido por César y sus legados Tito Labieno, Marco Antonio y Cayo Trebonio. Se componía de diez u once legiones romanas. Destaca el legado Tiro Labieno, que era su segundo al mando en la guerra y único legado con poderes de pretor.
César lo había nombrado al comienzo de sus campañas por tener mayor experiencia militar, llegando a comandar ejércitos independientes con gran habilidad. Cuando César estaba fuera de la Galia actuaba como legatus pro praetore.
Los legionarios eran voluntarios reclutados en la península Itálica, aunque César permitió entrar y ascender en su ejército a habitantes de la Galia Cisalpina, usualmente considerados menos romanos, pero ganando su fidelidad.
Esas unidades de infantería pesada eran su núcleo principal, pero también contaba con numerosas tropas auxiliares, que servían según su especialidad: caballería ligera númida, caballería pesada germánica y tracia, honderos baleares y ligures, arqueros cretenses e infantes ligeros y jinetes celtas.
De hecho, durante el siglo I a. C., la proporción de caballería paso de diez infantes por cada jinete a sólo siete. El ejército romano debía ser seguido en su logística por un verdadero segundo ejército para comerciar, que incluían vendedores de caballos o telas, herreros, joyeros, adivinos, músicos, actores, malabaristas, alcahuetes, meretrices, prostitutas y otros deseosos de fortuna.
Tampoco era raro que los ejércitos de la República tardía incluyeran elefantes de guerra y artillería como balista [3], onagros [4] y escorpiones [5], cada uno operado por una decena de hombres, aunque normalmente se usaban en defensa de los campamentos, de cruce de ríos o asedios.
Estas legiones incluían a la infantería, caballería y artillería así como al personal civil istrativo, músicos militares, ingenieros y especialistas médicos.
También había un contingente servil conocido como calones, verdaderos encargados de la manutención y transporte del material de los legionarios, eran de cocineros a mozos de cuadra. Por último, estaban los proveedores y conductores de animales de carga denominados muliones.
El historiador norteamericano Paul Davis en el año 1999, decía que César tenía 40.000 legionarios, 5.000 mercenarios germánicos a caballo y 10.000 auxiliares de todo tipo. Posteriormente, elevó la cifra de auxiliares a 15.000.
La historiadora militar norteamericana Kimberly Kagan calcula en unos 48.000 legionarios y auxiliares en total pero los combates y hambres sufridas antes y durante la campaña habrían mermado sus fuerzas. Su infantería sería la mitad de las tropas galas.
Peter A. Inker dice que cada legión se componía de 4.000 soldados y 800 jinetes en promedio, considerando que César debía tener 10 legiones, los resultados son 40.000 legionarios y 8.000 jinetes.
Para asediar a más de 80 000 celtas era imposible que fueran menos de la mitad o el riesgo de ruptura del asedio hubiera sido demasiado alto.
Al comienzo de la campaña, probablemente los números fueran los mismos, excepto los infantes ligeros galos, que seguramente eran el doble y se redujeron a la mitad tras la deserción de los eduos. Solo un quinto de la caballería eran germánicos.
Los celtas
El ejército aliado galo de Vercingétorix incluía, según César, 80.000 guerreros de infantería y 15.000 jinetes después de Gergovia. César menciona que después de la fuga de la caballería quedaban aún 80.000 guerreros dentro de la fortaleza.
Floro calcula que la guarnición de Alesia sumaba 250.000 hombres, siendo 40.000 hombres la de Avárico y 80.000 la de Gergovia.
Para el historiador Richard Gabriel cree que la caballería gala sumaba de 10.000 a 15.000 jinetes. En Alesia estos acamparon en el lado oriente de la villa después de excavar una zanja y erigir una pared de poco más de dos metros de alto como protección.
Algunas tropas acampaban dentro de la ciudad, la mayoría estaban afuera. Los estudios arqueológicos revelan que la meseta no tenía espacio suficiente para un ejército tan grande y a ello hay que añadir el personal auxiliar y los civiles.
Para Delbrück, Vercingétorix bien pudo dejar una fuerte reserva en Alesia y enviar unos 60. 000 guerreros a un ataque masivo cuando los romanos construían las trincheras, impidiéndoles trabajar. Según aquel, la guarnición no pasaría los 20. 000 guerreros y con los refuerzos los 50.000.
El arqueólogo francés François Lenormant que realizó un estudio minucioso de las ruinas de Alesia y calculando el espacio necesario para albergar a cada guerrero de a pie o montado más sus suministros, llegó a calcular que el oppidum no podía tener más de veinte mil habitantes y sería incapaz de albergar a una cifra superior a los treinta mil infantes.
Usando el mismo método con el espacio ubicado en la ladera oriental del monte Auxois, donde estaba el resto del ejército galo, Lenormant cree que el Vercingétorix podía tener ahí 50. 000 combatientes de infantería y 10.000 de caballería.
César, por razones políticas y propagandísticas, tendía a exagerar el número de soldados y bajas enemigas. Aparentemente, Vercingétorix había exigido a cada tribu una contribución en cierto número de guerreros.
Nunca antes tantas tribus se habían aliado contra César a la vez. De las 85 tribus más importantes, unas 40 contribuyeron al esfuerzo, demorando cerca de un mes en reunir la fuerza de socorro.
El historiador Kagan cree que los galos eran en realidad un cuarto de los que dice César. Así, los sitiados serían 20.000 y los refuerzos 60.000, apenas el doble en infantería de los romanos.
La mayoría de los historiadores modernos están de acuerdo en que los seguidores de Vercingétorix debían ser menos de los que señala Julio César, y que los refuerzos debían ser de 80.000 a 100.000 guerreros. Actualmente, esta última cifra es la más defendida.

Terreno
Alesia estaba situada sobre el monte Auxois, que acababa en una meseta rodeada de pendientes escarpadas y rodeada por los ríos Lutosa al norte, el río Oserain al sur y el río Brenne al oeste. Los dos primeros eran tributarios del alto Sena.
Esta meseta medía una milla y cuarto de este a oeste y media milla de norte a sur, con una altura de 180 metros sobre los valles de alrededor. Había una llanura en su extremo occidental y al oriente estaba acampado el ejército galo.
Al este destaca el Pennevelle, destacan el Bussy al nordeste y el Rea al noroeste y al sur destaca el Flavicny. Había una línea de montes de igual altura que el Auxois, separados por pequeños y profundos valles por donde pasaban los ya mencionados ríos.
La batalla
La elección de refugiarse en Alesia fue un error fatal para el caudillo arverno, su refugio había resultado una trampa. Al contrario de Gergovia, aquí César si pudo bloquear todos los suministros a la ciudad gracias a sus obras de asedio masivas.
Ni siquiera el ejército de salvación pudo ayudar a Vercingétorix, quien debió rendirse, garantizando el dominio romano en la Galia. El sitio comenzó a inicios de septiembre del calendario juliano.
Obras de asedio
Para garantizar un completo bloqueo de Alesia, César hizo construir una serie de fortificaciones. Primero se apoderó de las colinas al norte, sur y este de la villa, luego empezaron a preparar el terreno donde estarían las defensas.
Empezó a construir veintitrés reductos fortificados en las laderas, luego los principales campamentos de la caballería e infantería y finalmente los unió con un anillo interno de trincheras llamado contravalación con unosquince kilómetros de largo.

También se construyó un dique lleno de agua de unos seis metros de profundidad y de rectas paredes que cruzaba la llanura de Laumes, entre los ríos Ose y Oserain, al oeste de Alesia, y que estaba a 600 metros delante de la línea de fortificaciones romanas.
César estableció los campamentos de su infantería preferentemente en los montes de alrededor, mientras que los de su caballería cerca de los cursos de agua. Los dos de los campamentos de infantería estaban en el monte al sur de Alesia, donde era más predecible el ataque, apoyándose en una triple línea de trincheras. Los otros dos estaban en los montes al nordeste y noroeste.
Tres de los campamentos de caballería estaban en la gran planicie occidental y un cuarto al norte, con unas trincheras menos profundas que los de los infantes. Estimaciones basadas en estudios arqueológicos dicen que el campamento noroeste podía albergar hasta dos legiones, los meridionales una legión cada uno y el noreste hasta tres. Las otras legiones estaban distribuidas entre los distintos fuertes menores.
Cada fortificación contaba con una línea de empalizadas de tres metros y medio de alto hecha de vallas y antecedida por dos trincheras de cuatro metros y medio de profundidad, la más lejana a las fortificaciones estaba llena de agua de los ríos cercanos.
Añadió a la empalizada almenas, y un terraplén con estacas afiladas en su base para evitar que fuera escaladas y dispuso que cada veinticuatro metros hubiera una atalaya de tres pisos con veinticinco metros de alto con artillería.
Finalmente, César decidió agregar a las defensas, para antecederlas, ocho filas de troncos gruesos con sus ramas principales afiladas, cortadas las más delgadas y parcialmente hundidos en trincheras para evitar su remoción.
Para llegar a ellos había que atravesar un campo de ocho filas de grandes estacas afiladas, amarrados a la tierra para evitar su remoción y ubicados en pozos rellenos de arcilla endurecida.
Había pequeños agujeros rellenos con puntas de acero llamados estímulos en la zona anterior, y ocultos por pasto y hojas. Estas obras fueron acabadas en apenas tres semanas.
Los enfrentamientos de la caballería
Se produjeron constantes salidas de la caballería celta con la intención de detener las obras, llegando a su máximo momento después de finalizar el dique, cuando los jinetes celtas derrotaron a la caballería romana en la planicie de Laumes.
Sin embargo, las legiones que estaban construyendo las empalizadas en el sector reaccionaron y formaron para la batalla, esperando que saliera la infantería enemiga, esto animó a los jinetes germánicos a cargar sobre los galos y tras un feroz combate se impusieron.
Los galos quedaron atrapados entre los germánicos y la fosa, que era hacia donde los empujaban, debiendo muchos abandonar a sus monturas para poder salvarse.

Fue el momento en que el Julio César ordenó a sus legiones avanzar, haciendo huir a los celtas hacia Alesia, pero Vercingétorix había hecho cerrar las puertas y quedaron atrapados, resultando masacrados. Los germánicos se retiraron después de matar a muchos enemigos y capturar numerosos caballos.
Vercingétorix entendió que no sucedería lo mismo que en Gergovia, pues no podría detener los trabajos de sitio y pronto quedaría rodeado. Pensaba que no era sabio darle una segunda oportunidad a un general con la capacidad de César.
Esa noche ordenó a toda su caballería escapar por los cauces de los dos ríos, aprovechando, que las obras de asedio no estaban acabadas. Les pidió que volvieran con sus tribus y llamaran a las armas a todos los hombres aptos que pudieran para liberar la fortaleza.
Según el historiador británico John Sadler: “Lo que se necesitaba era un ejército de socorro, uno tan masivo, tan abrumador como un monstruo que se abriría paso a través de las líneas de César y terminaría la guerra de una vez por todas”.
Vercingétorix tenía alimentos para treinta días, así que lo guardo personalmente y ordenó una serie de medidas exigiendo su obediencia bajo pena de muerte. El ganado y granos fueron distribuidos de forma muy racionada entre los hombres. También ordenó a sus fuerzas atrincherarse dentro de la fortaleza.
Enterado de este peligro por sus espías de la llegada de los galos para salvar Alesia, César ordenó construir un nuevo anillo externo de fortificaciones de unos veinte kilómetros. Para evitar salidas, el procónsul hizo acumular suministros de granos y forraje para treinta días que fueron puestos a racionar.
Muerte de los civiles de Alesia
Llevaba el asedio unas seis semanas y las condiciones dentro de la fortaleza se hicieron cada vez peores y finalmente se les agotaron los granos. Los jefes celtas convocaron un consejo para decidir qué hacer, escuchándose distintas opciones, destacando la del noble arverno Critognato, quien estaba totalmente en contra de capitular y propuso devorar a aquellos que no pudieran combatir o que estuvieran heridos.
Los cabecillas galos decidieron expulsar a todo el que no podía luchar para evitar tener que seguir el consejo de Critognato. Los mandubios, habitantes de la fortaleza, debieron expulsar a sus familias.
La masa de no combatientes llegó a las posiciones romanas donde suplicaron ser tomados como esclavos y alimentados. Probablemente se trataran de las personas más pobres y con menos influencia de la villa.
César ordenó que no fueran itidos pues no tenía granos para alimentar a miles de bocas extras y les dijo que regresaran a la ciudad, pero cuando lo hicieron sus líderes no les dejaron entrar. Murieron de hambre en la tierra de nadie entre Alesia y el anillo defensivo romano.
Estudios arqueológicos modernos indican que la población de la villa fortificada bien pudo ser de 5.000 a 10.000 habitantes. Algunos hablan de hasta 12.000 fallecidos por hambre entre civiles y heridos.
Llegan los refuerzos galos
Los galos celebraron un concilio de su nobleza y decidieron que, para evitar concentrar un ejército tan grande que no pudieran mandar ni alimentar, en lugar de hacer lo que ordenaba Vercingétorix y llevar a todos los hombres aptos, cada tribu haría un aporte exigido por dicho concilio.
Sus jefes eran el atrebate Comio, los eduos Viridómaro y Eporédorix, y el arverno Vercasivelauno que era primo de Vercingétorix. Cada contingente tribal sería mandado por jefes de su propia tribu. Su moral era altísima, seguros de que los romanos no podrían a hacer frente al ataque desde el exterior e interior quedando los romanos cercados.
Hubo los problemas de movilizar, organizar y alimentar un gran número de hombres con distintos comandantes, donde cada tribu envió el contingente exigido a un punto de reunión lo más cercano posible a Alesia, en territorio eduo.
El ejército de liberación galo no pudo aparecer antes de comienzos de octubre según el calendario juliano. De inmediato, ocupó la colina de Mussy-la-Fosse, a menos de una milla de las fortificaciones romanas.
El primer enfrentamiento
Las tropas galas recién llegadas colocaron toda su caballería en la llanura ubicada al oeste de las líneas romanas, mientras que su infantería permanecía en el terreno elevado. Distribuyeron arqueros e infantería ligera entre sus jinetes para darles apoyo.
También empezaron a fortificar su campamento. Al darse cuenta, los asediados salieron eufóricos de la ciudad, pues desde las alturas podían ver perfectamente a sus compañeros y ambas fuerzas se dieron ánimos. Sin embargo, los defensores no intentaron organizar un ataque a las posiciones romanas.
César respondió mandando a sus hombres a ocupar sus posiciones en las fortificaciones y salir a su caballería. Los arqueros celtas mataron o hirieron a muchos romanos, permitiendo que los jinetes de Julio César fueran arrinconados contra los anillos defensivos romanos, lo que produjo euforia entre los galos de Alesia.
Desde el mediodía al atardecer, ambas caballerías lucharon ferozmente sin vencedor claro, hasta que los jinetes germánicos aliadas de los romanos cargaron y pusieron en fuga a los celtas.
Pronto alcanzaron a los arqueros galos y los masacraron. Los jinetes romanos persiguieron a los vencidos hasta su campamento. Esto desmoralizó a los defensores de Alesia.
Segundo enfrentamiento

Los galos pasaron todo el día siguiente fabricando ganchos de hierro y escaleras hasta que, silenciosamente a media noche, se aproximaron a las defensas romanas en la llanura.
Tras lanzar un grito atronador para atemorizar a los sorprendidos defensores, comenzaron a derribar obstáculos y atacar a los legionarios con hondas, rocas y flechas.
Muchos son alcanzados en el caos de la noche. Armados con fajinas [6] para cubrir los fosos, escaleras, astas y garfios de hierro para escalar la empalizada y parapetos pesados de mimbre para protegerse de los proyectiles romanos.
Los legionarios respondieron utilizando sus escorpiones [7]. Vercingétorix también escuchó el alboroto y ordenó a sus tropas cargar al sonido de trompetas desde Alesia.
Los romanos respondieron desde las defensas con proyectiles. Los legados del sector, Trebonio y Antonio, ordenaron a las tropas en los fortines más recónditos ir rápidamente los puntos donde se escuchaban los sonidos del combate.
Finalmente, cuando el amanecer pareció aproximarse los celtas se retiraron temerosos, de que la caballería romana saliera por otro sector y los atacara en la retaguardia.
Los defensores de Alesia perdieron tiempo rellenando las fosas, sufriendo graves pérdidas durante el ataque contra las defensas romanas en las colinas del sur. Cuando se dieron cuenta de que sus compañeros se retiraban decidieron abandonar el ataque.
El último ataque
Después de dos intentos fallidos de romper el sitio, los galos buscan el punto propicio donde atacar. Sus líderes sabían que los guerreros se estaban desmoralizando y necesitaban una victoria.
Encontraron que en el monte Rea, al norte de Alesia, había un campamento que no estaba adecuadamente incluido en el sistema de defensas debido a la pendiente. Allí estaban estacionadas las legiones I y XI.
Tras enviar exploradores para reconocer el terreno, se seleccionaron a los 60.000 guerreros más valientes y deciden atacar al mediodía. El arverno Vercasivelauno, primo del caudillo sitiado, fue elegido para comandarlos.
Este decidió salir antes del amanecer y ubicarse detrás del monte para ocultarse, permitiendo a sus hombres descansar hasta que llegara el momento de atacar. Entonces los galos cargaron contra el campamento antes mencionado, mientras la caballería atacaba por la llanura oeste y otras unidades atacaban distintos sectores a modo de distracción.
Vercingétorix vio los sucesos desde las alturas, estaba ansioso por romper el asedio por las necesidades de sus hombres, y salió con ganchos, escaleras y todo lo que podía necesitar para superar las defensas, ordenando atacar las zonas que parecían más débiles.
Proferían estruendosos gritos intentando atemorizar a sus enemigos. Los romanos apenas podían defender cada zona afectada por su inferioridad numérica. Sus distintas posiciones se comunicaban a través de señales de luces mediante objetos de metal pulido, pudiendo saber rápidamente dónde y cuántos enemigos atacaban cada sector.
Cuando una línea de asaltantes celtas se agotaba, inmediatamente llegaba un contingente de reemplazo. Ambos bandos sabían que el momento era decisivo, la última oportunidad de romper el asedio para los galos y una lucha de vida o muerte para los romanos.
Julio César lo entendió y envió refuerzos a la zona más amenazadas, que era donde atacaba Vercasivelauno, ubicación donde el declive del terreno hacía muy vulnerables a los romanos.
Los galos ya estaban dentro de las fortificaciones luchando y habían desalojado a los romanos de muchas atalayas con sus flechas. También habían rellenado con tierra y tablas las fosas, despejado de trampas su camino, arrancado las estacas y derribado parte de la empalizada.
Algunos legionarios lanzaban proyectiles y otros rechazaban a los atacantes formando testudos con sus escudos. Con el cansancio de la lucha, los celtas eran relevados por nuevos contingentes. En cambio, los romanos estaban al límite de sus fuerzas.
Esta fue la crisis absoluta, la batalla, la campaña militar, los seis años completos de guerra estuvieron en juego. Vercasivelauno estaba a punto de abrirse paso, una avalancha irresistible de guerreros a punto de abrir un gran hueco en las defensas. Los sitiados y sus refuerzos estarían unidos. La Galia habría ganado y Roma habría perdido.
Julio César, entendiendo el peligro que se vivía en ese sector, antes había enviado a su segundo, Labieno, con seis cohortes [8], después al joven Décimo Junio Bruto Albino con otras seis cohortes y después al legado Cayo Fabio con siete más. Probablemente de las posiciones del sur, las menos amenazadas en esos momentos.
César decidió marchar el mismo al combate, recordándoles a sus hombres que todo lo logrado en los años anteriores de guerra dependía de esa batalla. Tomó cuatro cohortes y alguna caballería de un reducto cercano.
Era reconocible por su túnica carmesí. Los comandantes romanos usualmente usaban púrpuras y los almirantes azul marino. Finalmente, la caballería mercenaria germánica hizo una salida y empezó a acercarse a los celtas desde la izquierda para cargar sobre la retaguardia de Vercasivelauno.
Poco después, mientras los atacantes galos estaban combatiendo cuerpo a cuerpo con los legionarios ven aproximarse desde atrás un cuerpo de caballería, lo que anima a las cohortes romanas a cargar sobre ellos. Muchos celtas son muertos y muchos otros capturados.
Viendo estos eventos, los defensores de Alesia se retiran a la seguridad de su fortaleza. Cuando las noticias del desastre llegan al campamento de Vercasivelauno, los celtas comienzan a retirarse en pánico pero los romanos estaban demasiado agotados para perseguirlos.
Sólo después de la medianoche se envía un cuerpo de 3.000 infantes y toda la caballería, que dio alcance a la retaguardia gala y la dispersó.
Rendición de Vercingétorix

El día después de la derrota, un consejo de jefes galos fue convocado en Alesia. Debía ser mediados de octubre del calendario juliano. Vercingétorix dispuso que la asamblea le aconsejara qué hacer con dos opciones posibles, suicidarse o entregarse vivo al vencedor.
Poco después enviaron embajadores a negociar con el enemigo. César les exige entregarse todos vivos, jefes y guerreros. Según las costumbres de estos pueblos, el caudillo vencido decide ofrecer su vida en un acto de devotio [9] para salvar las de sus seguidores. A continuación, los celtas empezaron a salir para ser desarmados y tomados cautivos.
César, en “De bello Gallico”, describe que él estaba sentado en su silla curul proconsular frente a las fortificaciones de su campamento y ahí recibió a los cabecillas galos, incluyendo a Vercingétorix.
Según Dion Casio, Vercingétorix se acercó a César, quien estaba sentado, sin anuncio de heraldo alguno y empujando a algunos que estaban cerca suyo. Esto causó alarma pues era muy alto y con su armadura se veía imponente.
Cuando se restableció el orden, sin hablar, se puso de rodillas ante César con sus manos juntas en señal de suplica. César no tuvo mucha misericordia y le hizo encadenar.
Floro relata que el rey arverno salió con su caballo y armadura para entregarse a César, exclamando en latín ante él, “Heme aquí, a un hombre fuerte venciste, hombre fortísimo”.
Julio César entregó todas las posesiones de los vencidos como botín a sus hombres y a cada legionario le regaló un celta como esclavo para vender, es decir, unos 40.000 galos esclavizados como mínimo.
Los oficiales recibieron varios galos. Todos los soldados se hicieron ricos con lo obtenido y los legados podían sentirse como reyes. Tras la victoria, Julio César marcha a las tierras de los eduos para garantizar su lealtad, también envió embajadores a los arvernos para que se sometieran y le entregaran rehenes.

César había apartado a los guerreros de esas poderosas tribus y tras garantizar su lealtad ordenó que unos 20.000 eduos y arvernos fueran liberados. Se desconoce las bajas del ejército romano, pero por lo indicado por César, sufrieron enormes pérdidas, tanto en muertos como prisioneros.
Después de saberse de la victoria en Italia, el Senado romano ordenó veinte días de celebraciones. Sin embargo, sus enemigos políticos, como Marco Porcio Catón, propusieron entregarlo encadenado como criminal de guerra a los celtas.
La victoria se debió, a que en el asalto final, la mayoría de los celtas no participaron, de hecho, muchos se quedaron en la planicie occidental sin intervenir.
A pesar de esa dispersión de las fuerzas enemigas, el ataque múltiple y masivo debió abrumar al ejército romano. Alesia demostró las dotes de César como comandante militar y la disciplina y valor de sus legiones en una situación límite.
También en su habilidad para reconocer qué hacer en cada instante. Supo enviar a la caballería germánica en el momento preciso. Otro factor importante fue la división del mando en el ejército de socorro galo, que estaba organizado en varios consejos tribales, lo que explica la inacción de alguno de los grupos.
Como estamos viendo, en esta campaña César demostró sus dotes militares, reaccionando rápida e inesperadamente ante los movimientos rebeldes, concentrando a su ejército y tomando sus fortalezas una por una.
Supo recuperarse de una dura derrota en Gergovia y construyó un impresionante sistema doble de fortificaciones para la batalla final, venciendo a un enemigo más de cinco veces más numeroso.
El plan de Vercingétorix era bueno, negar la batalla decisiva y atacar por su punto débil a los romanos que eran los suministros. Cuando Vercingétorix no siguió este plan fue lo que le llevo a la derrota.
La guerra de las Galias la podemos considerar como una campaña de expansión agresiva realizada por César, que era un hombre ambicioso y deseoso de progresar en su carrera política, algo perfectamente válido en los valores romanos, donde se necesitaba riqueza para sobornos y para el clientelismo y el prestigio de victorias militares para ascender.
Sus campañas de conquista suelen ser divididas en dos grandes etapas:
- La primera constituida por las conquistas iniciales.
- La segunda por el aplastamiento de las revueltas celtas, subdividiendo esta última en las campañas punitivas contra germánicos y britanos, la rebelión de Ambiórix y finalmente la de Vercingétorix.

Ambiciosos romanos deseosos de gloria, poder y riqueza encabezaron guerras de conquista hasta lugares apenas conocidos antes por sus compatriotas en el siglo I a. C. Esta guerra costó la vida de 400.000 galos y un número mayor perdió su libertad según el romano Veleyo Patérculo.
Fields estima que unos dos millones de galos, mayoritariamente hombres, fueron muertos en los siete años de guerra. En cambio, Matthew White propone una cifra intermedia entre Patérculo y Plutarco, alrededor de 700.000 galos muertos.
Téngase en consideración que la población gala prerromana debió bordear entre los cinco a siete millones de personas. Algunos historiadores han clasificado estas campañas como un genocidio.
Los romanos cometían grandes matanzas cuando la comunidad enemiga amenazaba realmente su poder o cometía algún desagravio. Esto se consideraba que exigía una sanguinaria venganza y era muy frecuente para castigar a una tribu considerada aliada o sumisa que se rebelaba en su contra.
El sociólogo norteamericano, Pitirim Sorokin, basándose en estimaciones de diversos historiadores, asume que el ejército proconsular en la Galia tenía un número de efectivos que fluctuaba entre los 40.000 a 70.000 hombres, con una media de 55.000 hombres.
Considerando que, según sus propios estudios, en promedio los ejércitos antiguos sufrían una media de 5% de muertos en cada batalla, el total de bajas romanas con legionarios, aliados y personal auxiliar en toda la guerra debió ser de 22.000 muertos.
Económicamente hablando, la conquista de la Galia significó un tributo anual para la República de cuarenta millones de sestercios y cientos de miles de kilómetros cuadrados de tierras fértiles y ricas en recursos naturales.
César utilizaría la riqueza adquirida de la venta de miles de esclavos para comprar apoyos políticos, mandar construir edificios públicos en la Galia, Hispania, Italia, Grecia y Asia.
Mando construir en Roma un nuevo Foro con un coste de cien millones de sestercios, realizó grandes espectáculos de gladiadores, fiestas públicas bien suministradas de vino y se preocupó que cada uno de sus veteranos recibiera un pedazo de tierra cultivable para su retiro.
Bibliografía
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[1] Son una cadena de montañas en el centro-sur de Francia.
[2] Su estructura interior consistía en vigas de madera entrecruzadas transversalmente a intervalos de 2 pies unos 60 centímetros, reforzadas con maderos longitudinales dispuestos sobre las mismas, y unidos a ellas mediante juntas de rebaje, clavos o púas de hierro a través de agujeros barrenados. Las caras exteriores quedaban reforzadas por un revestimiento de piedra que dejaba a la vista los extremos de las vigas.
[3] Es un arma de asedio que lanzaba un proyectil, generalmente una flecha o una piedra, a un objetivo a distancias de más de cien metros. Utilizada en Europa desde la antigüedad clásica hasta la llegada del cañón en el siglo XV.
[4] Es una antigua arma de asedio del tipo catapulta, que tenía un mecanismo de torsión. El nombre de onagro es una referencia al asno salvaje asiático del mismo nombre, conocido por su mal genio y que puede lanzar a un hombre a cierta distancia de una coz, al igual que esta arma de asedio lanzaba piedras contra las murallas enemigas.
[5] El escorpión era una máquina de guerra principalmente utilizada por las legiones romanas. Usaba la proyección, o tiro, para el ataque y defensa de plazas. Su nombre se debe a unas tenazas parecidas a las del escorpión, con que agarraba las piedras o dardos que tenía que proyectar.
[6] Una fajina es un haz de ramas utilizado en la guerra con el fin de trazar obras; cegar fosos; construir atrincheramientos, parapetos y espaldones; y formar diques y puentes sobre balsas para dar continuidad a las comunicaciones y realizar otra multitud de trabajos de ataque y defensa. En ingeniería militar, a menudo se usan para crear caminos para el paso de tanques y otros vehículos sobre zanjas, canales u otros terrenos irregulares.
[7] El escorpión era una máquina de guerra principalmente utilizada por las legiones romanas. Usaba la proyección, o tiro, para el ataque y defensa de plazas. Su nombre se debe a unas tenazas parecidas a las del escorpión, con que agarraba las piedras o dardos que tenía que proyectar.
[8] Una legión romana constaba de 10 cohortes numeradas del I al X. Una cohorte estaba compuesta de 3 manípulos; cada manípulo estaba formado por 2 centurias. Como excepción, la cohorte I estaba compuesta de 5 centurias dobles.
[9] Un jefe hacía votos de sacrificar su propia vida y la de sus enemigos en la batalla, para salvar a su ejército y consagrarlas a los dioses, a cambio de la victoria.