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viernes. 30.05.2025
CINE

'Queer': la frivolidad como máscara de la intimidad, dirigida por Luca Guadagnino

Interesante planteamiento acerca del universal anhelo de amor y las dolorosas estrategias que transforman el deseo en adicción a os que nunca alcanzan a satisfacer sentimientos y emociones.

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Álvaro Gonda Romano | @AlvaroGonda

Guadagnino vuelve a la carga, esta vez con una película comprometida y exigente. Cine de búsquedas conscientes, el amor homosexual tratado desde la más íntima vulnerabilidad de un norteamericano radicado en México. Daniel Craig se mete en la piel de un gay, obsesionado por sexo casual, dentro de un contexto signado por una amplia oferta para la satisfacción carnal.

Basada en la novela homónima de William BurroughsQueer nos lleva de la mano por el México de los años 50 para introducirnos en el mundo de la comunidad gay.

William Lee es un ciudadano estadounidense adicto al cigarro, los tragos, las drogas y el sexo. El eje parece ser la permanente evasión en el placer. Conoce a Eugene Allerton, el bisexual llega a entablar una íntima relación con Lee, quien se involucrará más de la cuenta al ofrecer al joven viajar a Sudamérica

Es un filme sobre la pertinencia de la comunicación de los sentimientos, al punto de permanecer ajenos en el hermetismo de los personajes

La frivolidad va aceptando fragilidades; las inquietudes desnudan la impaciencia por un placer sustitutivo de ausencias; la obsesión perturbadora desfasa la experiencia, la presencia de Gene estabiliza una pasión madura encaminada hacia una necesidad vital. Lee intenta disimular la dependencia emocional cubriéndola de dólares, desde el inicio sospecha lo incómodo y riesgoso que puede resultar la invasión en la vida de un joven experimentador. Eugene necesita espacio, garantía de un placer independiente con pequeñas dosis de solidaridad sin confusiones. La sexualidad consentida es un pacto. Los personajes transitan un retrato vincular preciso, sin exageraciones, con algunos retoques de simbolismo vital, como el de la serpiente que se muerde la cola. La autodestrucción y el daño a sí mismo como resultado del balance de una vejez en soledad, en medio de fantasías que señalan recuerdos donde lo agresivo se funde en un instante de ensoñación. La vida libertina no añade lo “pecaminoso” del acto sexual, sino el fracaso por una soledad agobiante. La serpiente representa la variante del ouroboros, símbolo del tiempo y la continuidad de la vida. Lee está viejo, las lágrimas que expele el ojo del animal grafican la tristeza, la llegada de un momento donde persiste la soledad como reiteración de lo mismo en el eterno retorno. La existencia transcurre en un abrir y cerrar de ojos, lo que estaba ya no está; Lee mira hacia atrás en dos oportunidades y, cuando vuelve la vista, su compañero desaparece. De todos los recuerdos, Guadagnino nos entrega el más significativo, como si todo ese mundo de obsesión por el placer transitorio se hubiese concentrado y diluido en la experiencia de un amor imposible.

Las asunciones se hacen en silencio, la madurez circunvala exigencias, no es sensato apresurarse, el deseo debe esperar, so pena de aplastar el sentimiento por la ausencia o el rechazo. Las condiciones se modulan, los cuidados reflotan una esperanza más cimentada en la solidaridad que en el amor. Eugene ayuda a William en su descompensación ante las drogas; no estaba en el contrato, más aún, Lee descubre la necesidad de un compañero, pero la sintonía jamás logra establecerse.

El ser incorpóreo es la manifestación que trasciende el “ser marica”, una dimensión atinente a la clausura de los estigmas,” abre la puerta a la desclasificación, las etiquetas sexuales redireccionan hacia la exploración de lo desconocido. Es la escena en que William acaricia los senos desnudos de una mujer que lo tilda de marica, donde él responde que no es marica sino incorpóreo.

Las asunciones se hacen en silencio, la madurez circunvala exigencias, no es sensato apresurarse, el deseo debe esperar, so pena de aplastar el sentimiento por la ausencia o el rechazo

La historia de amor, por fuera de lo que siente el personaje central, no alcanza a conmover como tal; Eugene trasmite cierta frialdad, lleva a Lee a tomar una distancia preventiva que, por momentos, se rompe para recibir su solidaridad. Es lo humano por sobre todas las cosas, relación de “pareja” donde la necesidad se opone a la experimentación, aunque siempre bajo reglas claras que establecen límites tratados con sumo cuidado por quien los sugiere.

La cinta esconde la soledad de un personaje homosexual que se refugia en la vida libertina hasta que conoce a un joven que lo seduce de manera casi involuntaria. La curiosidad es directamente proporcional a la multiplicación de expectativas tratadas con sobriedad por Guadagnino, quien sabe mantener la coherencia de una discreta personalidad que se guarda lo que siente. De todos modos, algunos planos, dilatados en el tiempo, delatan la preocupación. Son ocasiones en las que Lee luce pensativo en medio del desorden del hogar.

Los interiores manifiestan la frivolidad de la vida nocturna. Además de los resultados de la cacería sexual, también son espacio de íntima reflexión. 

La pasión se prepara, se ejerce y se controla, jamás debe ser invadida por el amor, o el reclamo; Lee, en el fondo, es un personaje taciturno, controlado en la expresión de sentimientos; el cigarro y el alcohol son válvulas de escape, expresiones de inquietud interior jamás expresada en palabras, sino por la imagen, desafío a un espectador inquisitivo. William solicita la interpelación desde todo un aparato corporal de gran riqueza. Craig se luce, demuestra que puede ser más que un héroe de taquilla sin sufrir la degradación de un papel moralmente en entredicho. Por supuesto, los tiempos que corren son distintos, el tema hace rato está sobre el tapete.

La cinta esconde la soledad de un personaje homosexual que se refugia en la vida libertina hasta que conoce a un joven que lo seduce de manera casi involuntaria

La intención en la telepatía refiere a la comunicación sin comunicar, quizá a lo difícil de encarar en palabras. El yagé, como vehículo, suprime lo verbal para centrarse en intercambios visuales de figuras entremezcladas, fundidas entre sí; maniobra íntima que excluye al espectador del proceso, pero no del resultado. Es un filme sobre la pertinencia de la comunicación de los sentimientos, al punto de permanecer ajenos en el hermetismo de los personajes.

Volviendo al simbolismo de la serpiente, es regla general la imposición de una cierta interpelación desde lo prohibido, irrumpe en la llegada a la morada de la Dra. Cotter, es su vigilante en la preocupación por extraños visitantes a la caza de una investigación protegida. La Dra. controla al ofidio de manera sorprendente. Es la custodia de un conocimiento oculto, prohibido, los amantes expresan sus intenciones con temor. Todo cierra en cuanto al simbolismo del miedo a comunicar por las consecuencias del abandono y la muerte. El prejuicio se ciñe, no desde la orientación sexual y su dudosa moralidad, sino desde las pérdidas afectivas y vitales. Encontramos la figura de la serpiente asociada a un saber acerca de lo que el otro tiene para decir. La clásica figura inductora del pecado, por el conocimiento al que no se debe acceder, podría definirse en la acción preventiva de Cotter al considerar a sus visitantes como posible amenaza.

El ciempiés es la imagen del abandono por la ausencia de compromiso. Aparece como colgante en un joven con quien Lee tiene una relación ocasional, luego, en otras oportunidades en referencia al desapego de Gene. Sus patas se desplazan con celeridad; tras el objetivo cumplido, huye rápidamente. 

Lee es resoluto en cuanto a lo que pretende; reservado con lo que siente, vulnerable, se debate ante batallas internas frente al desapego y la ambigüedad.

Interesante planteamiento acerca del universal anhelo de amor y las dolorosas estrategias que transforman el deseo en adicción a os que nunca alcanzan a satisfacer sentimientos y emociones. 

'Queer': la frivolidad como máscara de la intimidad, dirigida por Luca Guadagnino