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miércoles. 28.05.2025

La ciudadanía desde la psicología política

Fotografías Temáticas

Créditos: Natalia Espina
 

Después de las revoluciones liberales y democráticas, la discusión, el conflicto y otras modalidades de enfrentamiento son una realidad cotidiana en aquellos países que lograron consolidar sus democracias. La convivencia social, en estas democracias, apenas puede ocultar las tensiones que se producen por las desigualdades de cualquier signo. Por encima de los que acatan las normas están las autoridades; por debajo de los ricos están los pobres. Las élites dirigen y la masa les sigue.

En la los movimientos fascistas recién surgidos en Alemania e Italia o en Rusia de otro signo. El comunismo y el fascismo, dice Ortega que son "dos claros ejemplos de regresión sustancial", son ejemplos típicos de la conversión del individuo en el hombre-masa. 

T.H. Marshall y Stein Rokkan asentaban que la ciudadanía tenía que ser una ciudadanía “democrática”, que pudiera ser entendida sólo y exclusivamente en términos de derechos. según Marshall la plena ciudadanía se logra cuando se integran los derechos civiles y políticos con los derechos sociales. Para Rokkan: “la generalización del sufragio aumentó la probabilidad de una polarización de la política nacional, pero esta misma polarización provocó una proliferación de organizaciones particulares y funcionales, que a su vez sirvieron para suavizar las tensiones globales en el sistema y reducir el nivel de polarización” (ver en Polarización afectiva en la política española).

La madre Teresa de Calcuta dijo: “mi sangre y orígenes son albaneses, pero soy de ciudadanía india. Soy monja católica, por profesión pertenezco al mundo entero; por corazón pertenezco por completo al corazón de Jesús”

La idea y la aspiración de la ciudadanía mundial, según Gianfranco Pasquini, nunca están basadas en la supresión de un idioma, un grupo étnico o una religión. Al contrario, se fundamentan en dos principios básicos: el reconocimiento de los derechos y la protección de la integridad física de todos los individuos. Esas culturas que mutilan a los individuos deberían sentirse increpadas y las culturas que no protegen determinados derechos fundamentales deberían sentirse reprobadas. La integridad física es un componente fundamental de la dignidad humana. También es una condición previa para el ejercicio de algunos derechos. Sin embargo, más importante aún es que el derecho de expresión, de organización, de proselitismo y de participación son indispensables para que las personas definan, formen y realicen sus proyectos de vida.

En su artículo Fortalecimiento de la Ciudadanía y Transformación Social, Maritza Montero, concluye que “el proceso de formar y fortalecer la ciudadanía es un modo de ser políticos y de quehacer político; es también un modo de desarrollar una sociedad civil fuerte, participativa, reflexiva y consciente de sus derechos y deberes, mediante procesos de concientización. No obstante, la aplicación de lo que llamamos métodos para la conciencia no es sencilla y suele ser blanco de los ataques de las tendencias autoritarias y totalitarias, que nada temen más que una sociedad pensante, reflexiva y activa. Esto podría revertir el proceso de politización, en el buen sentido de la palabra, que es promovido desde el campo del desarrollo psicológico comunitario. Una conclusión general que podemos extraer de esta política comunitaria y comunidad politizada, en el sentido no partidario sino de ejercicio ciudadano, es que el área que se está integrando podría contribuir a la tan deseada transformación equitativa y liberadora de las sociedades”.

Por último, compartir esta reflexión de la madre Teresa de Calcuta: “mi sangre y orígenes son albaneses, pero soy de ciudadanía india. Soy monja católica, por profesión pertenezco al mundo entero; por corazón pertenezco por completo al corazón de Jesús”.

La ciudadanía desde la psicología política