"La ventana de Overton"
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“Sólo los pueblos informados pueden tomar decisiones libres”
Papa León XIV
La Torre de Babel es una narrativa sobre la ambición humana y la confusión lingüística. Su relato es uno de los más conocidos y populares de la Biblia. Ofrece al mismo tiempo una explicación mítica sobre el origen de las distintas lenguas humanas y una enseñanza en contra de la soberbia y el orgullo humano. Se trata de una narrativa religiosa que no tiene evidencia histórica directa. ¿Existió realmente, según narra el capítulo 11 del libro del Génesis, o se trata de una simple leyenda? Según la Biblia, después del Diluvio, los descendientes de Noé, que hablaban la misma lengua, se concentraron en Babilonia y decidieron construir una torre que llegara al cielo para hacerse famosos y evitar dispersarse. Viendo Dios esta arrogancia, intervino confiriendo diferentes lenguas a las personas, lo que hizo imposible su construcción y causó su dispersión por la tierra. Según algunos estudios bíblicos, el nombre de Babel deriva del verbo hebreo balal, que significa “confundir”.
Una torre que pretendía representar la unidad y el poder, simboliza hoy la desunión y el fracaso. ¿Está nuestra generación actual viviendo una nueva “babelización”? Es una pregunta que muchos nos hacemos… Actualizando el mito o la leyenda, el problema de Babel no radica hoy en la diferencia de idiomas, que en el mundo se estima que existen alrededor de 7.100, - incluyendo tanto las lenguas más habladas como las lenguas indígenas con pocos hablantes -, sino en la variedad y diferencia de proyectos políticos, de experiencias, de pensamientos, de opiniones, de intereses o de intenciones.
La ciudadanía merece líderes que reflejen un espíritu positivo, cívico, solidario, constructivo y no “una babelización de proyectos enfrentados”
Cuando cada grupo o partido político busca su propia gloria, es imposible llegar a entenderse. No sólo en España, sino en gran parte del mundo, estamos inmersos en una campaña electoral permanente en la que es difícil distinguir entre lo auténtico y lo fingido; es decir, lo que es verdaderamente útil para la sociedad. La ciudadanía merece líderes que reflejen un espíritu positivo, cívico, solidario, constructivo y no “una babelización de proyectos enfrentados”. Si queremos que la humanidad alcance unidad, debemos dejar de construir nuestros propios imperios, de eliminar “tantos egos personales y políticos” para caminar juntos aunando fuerzas. Una democracia en la que no se puede acceder a una información transparente y veraz y con una interpretación de las leyes confusa e interesada, de lawfare, intentando utilizar acciones legales para causar problemas a un oponente, no es democracia, es un sucedáneo a corto plazo que nos conduce al fracaso. Está demostrado que el control de los medios de comunicación es algo que interesa a cualquiera que detente el poder.
Si algo caracteriza nuestro mundo hoy es que la información, las noticias, a través de los medios de comunicación y las redes sociales, llegan sin los filtros necesarios para diferenciar el bulo de la verdad. Si ya ocurrió en el primer gobierno de Donald Trump, desde su segundo gobierno ha aumentado el desorden y el caos, en el que impera de forma meditada una estrategia para la demolición del oponente político. No se puede olvidar quién fue y sigue siendo Steve Bannon, el más notorio ideólogo de la extrema derecha norteamericana, que estuvo detrás de esa gigantesca empresa de manipulación masiva llamada Cambridge Analytica, que trabajó para la primera elección de Trump, acompañándolo durante los primeros meses de su primer gobierno. Con su prematuro despido, comenzó a asesorar a los nuevos extremismos de la derecha internacional, entre otros, a Vox. En la entrevista concedida al periodista Michael Lewis explicó de manera diáfana lo que podemos llamar su modus operandi. “Los demócratas no importan”, dijo. “La verdadera oposición son los medios. Y la manera de lidiar con ellos es inundar la zona de mierda”.
Steve Bannon y la derecha trumpista acaba de arremeter con el nuevo Papa León XIV afirmando que “este Papa ha sido elegido para atacar a Trump”
Bannon y la derecha trumpista acaba de arremeter con el nuevo Papa León XIV afirmando que “este Papa ha sido elegido para atacar a Trump”. Y sabemos que el ciudadano atemorizado, el ciudadano que vive en un universo fabricado de riesgo y miedo, pierde lentamente la facultad de distinguir la ficción de la realidad. Con miedo se toman peores decisiones, se renuncia voluntariamente a algunas libertades, se justifica con más facilidad el atropello que sufren las libertades de los otros. Éstos son los Estados Unidos que está creando en estos momentos Donald Trump: una sociedad que ya no es libre.
Resulta desolador tener que recordar una obviedad: que la democracia no vino de la nada. Hugh Thomas, uno de los hispanistas más conocidos, advertía en una entrevista: “Quien olvida el pasado se enfrenta con un porvenir incierto”. Una inmensa mayoría de españoles tenemos claro que no queremos olvidar el pasado, ni el lejano ni el cercano. El pasado pertenece a la memoria, a lo que otros han vivido, lo conocemos y aprendemos por lo trasmitido por otros; en cambio, el cercano es nuestra propia experiencia, lo que hemos vivido. Es necesario despertar la memoria para que muchos que se consideran “la nueva política”, conozcan cómo llegaron a hacer posible una transición, que para millones de europeos fue modélica, esos a los que hoy de forma despectiva, casi insultante, les llaman “la vieja política”; muchos de ellos fueron testigos de los muros de un ominoso silencio y víctimas de la represión.
Pero, a pesar de ese desconcierto y esa “falta de costumbre democrática”, con la que se inició la transición, muchos de los de la “vieja política” fueron capaces, mediante el consenso y olvido de tantos agravios, de tender puentes, como acaba de decir el nuevo Papa León XIV, de transitar dignamente de una dictadura a una democracia en la que, con dificultades y errores, hemos vivido los mejores momentos en los últimos siglos de nuestra historia.
Estamos viviendo unos tiempos muy convulsos en los que resulta alarmante el que los jóvenes de hoy deseen vivir en una sociedad dictatorial
Estamos viviendo unos tiempos muy convulsos en los que resulta alarmante el que los jóvenes de hoy deseen vivir en una sociedad dictatorial. Solo el desconocimiento de lo que significa vivir una vida con restricciones de la verdadera LIBERTAD, y no precisamente la de “Ayuso”, puede justificar el apoyo a la extrema derecha. Es necesario un tiempo de regeneración y formación e información en el que aquellas generaciones que tuvieron la suerte de no vivir el franquismo, valoren lo que es vivir en DEMOCRACIA, para no dar un paso atrás fatídico.
Hay personajes políticamente reaccionarios que hacen de la provocación y la incoherencia su ético disfraz. La democracia siempre ha sido un régimen de opinión pública, pero en ese juego de debates ideológicos hay que establecer reglas limpias y delimitar los campos. Desde hace años, pero más en tiempos electorales, los ciudadanos estamos recibiendo una constante lluvia de intoxicación mediática. Nos sentimos indefensos ante una manipulación orquestada con todos los medios que las nuevas tecnologías ponen al alcance de quienes intentan manipular.
El ser humano, a diferencia de los demás seres que cohabitan con él en la tierra, ha tenido una constante inquietud: saber, conocer. Mario Bunge, el filósofo de la ciencia de origen argentino, a lo largo de su trabajo mantuvo una constante lucha contra las pseudociencias; basándose principalmente en su sistema filosófico realista, intentó delimitar lo que es ciencia de lo que no lo es, desmitificando sobre todo lo que, sin serlo, se hace pasar por ciencia. Según Bunge las pseudociencias son peligrosas, ya que se utilizan socialmente con mucha frecuencia sembrando la confusión en el verdadero saber y conocimiento. Al inicio de una de sus obras: “La ciencia, su método y su filosofía”, resume su pensamiento con la siguiente frase: “Mientras los animales inferiores sólo están en el mundo, el hombre trata de entenderlo”.
Si el hombre tiene una innata sed de saber, qué mejor forma de saber que cuestionándose quién es, qué hace en este mundo y cómo llegar a conocerlo
A lo largo de la historia, una parte de la humanidad se ha esforzado por entender el mundo al que pertenece y, al mismo tiempo, entenderse ella misma; algunas veces con acierto, otras no tanto; lo cierto es que, en ese desasosiego por hallar respuestas que satisfagan su sed de saber, la civilización humana ha debido experimentar incontables contradicciones; así, a partir de la duda, algunas veces ha encontrado la razón, de la ignorancia ha hecho emanar la verdad y de la incredulidad ha resultado la ciencia. No obstante, en algunas otras ocasiones, el hombre no ha encontrado más que vacío y penumbra, cuando pretendió llenar su espíritu de claridad. Si el hombre tiene una innata sed de saber, qué mejor forma de saber que cuestionándose quién es, qué hace en este mundo y cómo llegar a conocerlo.
La filosofía siempre trata de buscar una plena visión de conjunto, de crear un marco en el que va introduciendo los problemas que se presentan e intentar darles respuesta reflexionada. Porque no es que no seamos conscientes de que los problemas existen y siempre existirán; la cuestión es que nos llega excesiva cantidad de información; y ¿cómo interpretarla?, ya que esa enorme masa de información a veces es cierta, y otras, falsa; a veces es irrelevante, y otras, de enorme importancia; a veces fundamentada, y otras, infundada. El problema ya no es recibir información, pues hoy todo el mundo tiene más información de la que puede asimilar, el problema es orientarse de tal manera que la información sirva para algo, y no simplemente para ahogar a la persona.
Y ahí está la filosofía: creando un marco dentro del cual entre lo relevante y, a su vez, sirva de muralla contra lo irrelevante, lo trivial y lo engañoso: el tamiz, el criterio, término que en griego significa “cedazo” por el que pasa de alguna manera la información, las opiniones, las noticias para saber con cuáles nos quedamos y con cuáles no. La realidad humana es transformación permanente pero no hay cambios sin algo que permanezca, ni discontinuidad sin continuidad, ni presente que no esté condicionado -aunque no determinado- por un pasado que limita sus posibilidades. Cada período histórico es singular e irreversible, el pasado no se repite nunca en el presente, aunque en toda acción o idea nueva es inevitable partir de lo anterior que se quiere cambiar.
No es fácil hablar claro cuando no se va a decir la verdad, aunque el murmullo de una sola verdad tiene más fuerza que el estruendo de muchas mentiras
Cuando en medio de las crisis no se vislumbra futuro, cuando las instituciones están desprestigiadas por la corrupción y la impunidad, cuando los valores básicos de la convivencia en sociedad no funcionan, una gran parte de los ciudadanos apenas es capaz de distinguir la verdad de la mentira, se contenta con argumentos débiles o se le engaña con promesas fáciles y falacias. Pero hay un criterio claro para detectar cuándo nos mienten o no: cuando se mantiene una conducta ética y transparencia y honradez en la gestión. No es fácil hablar claro cuando no se va a decir la verdad, aunque el murmullo de una sola verdad tiene más fuerza que el estruendo de muchas mentiras. Afirmaba Andrés Gide que hay que creer en aquellos que buscan la verdad, pero dudar de aquellos que dicen que la han encontrado.
Afirmaba Noam Chomsky que la manipulación consciente e inteligente de los hábitos y opiniones organizados de las masas es un elemento de importancia en la sociedad democrática. Quienes manipulan este mecanismo oculto de la sociedad constituyen el gobierno invisible que detenta el verdadero poder que rige el destino de un país. Quienes gobiernan o controlan los medios de comunicación intentan moldear nuestras mentes, definir nuestros gustos o implantarnos sus ideas, además de utilizar las emociones más que la reflexión. Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional y en el sentido crítico de los individuos o inducir determinados comportamientos o conductas. De este modo, el ruido de tanta manipulación impide al ciudadano reflexionar, mirar dentro de sí, calibrar, sopesar e, incluso votar con conocimiento.
Ante la desfachatez verbal y el atropello a la verdad y la incapacidad de poder responderles “in situ”, la actitud del ciudadano suele ser desánimo, bochorno, cabreo, indignación, desafección y pérdida de confianza; el único resorte que a menudo le queda es acudir a la contestación, al rechazo o el castigo electoral en las urnas. No podemos aceptar la frecuencia con la que se gestiona la llamada “estrategia de la distracción”: Consiste en mantener la atención de la ciudadanía distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales pero cautivada por temas que carecen de importancia real. Se crean o fabrican los problemas para después ofrecer sus soluciones; por ejemplo, se magnifica una crisis económica para hacer aceptar como mal necesario el retroceso en derechos sociales, la disminución del estado de bienestar o el desmantelamiento de los servicios públicos.
No podemos aceptar la frecuencia con la que se gestiona la llamada “estrategia de la distracción”
Ya en la mitología griega “Coálemo”, que aparece también en Vidas de Plutarco y mencionado por Aristófanes, comediógrafo griego, irónico y mordaz, era el dios que representaba la insensatez, la imprudencia, la ignorancia, la necedad o la estupidez. Aristófanes, decía que “la juventud pasa, la inmadurez se supera, la ignorancia se cura con educación y la embriaguez con sobriedad, pero la estupidez dura para siempre”. Ciertamente, la ignorancia puede ser atrevida y peligrosa, pero puede corregirse con el tiempo, pero la estupidez permanece impasible, no tiene cura. Y no hace falta acudir a los clásicos griegos; Michel de Montaigne ya dijo que “nadie está libre de decir estupideces, lo malo es decirlas con énfasis”, o Albert Einstein: “hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro”.
Qué razón tenían y tienen estos pensadores cuando escuchamos a los políticos, no sólo los nuestros en el Parlamento, sino a tantos otros que manejan el poder internacional. Sería conveniente, aún más, necesario, que leyesen a Erasmo de Róterdam, ese humanista, filósofo y teólogo neerlandés del siglo XVI en su obra “El Elogio de la locura”; un alegato contra los poderosos de la sociedad, lleno de sarcasmo y lucidez; en ella escribe: “El espíritu humano está modelado de tal manera, que aprehende mucho mejor lo ficticio que lo verdadero”. Da grima escuchar la soberbia intelectual de ciertos políticos y tertulianos (“profetas y todólogos”) sosteniendo sus opiniones y elevándolas a la categoría de dogmas sin atisbos de duda alguna.
LA VENTANA DE OVERTON
“La ventana de Overton” es una teoría política que describe cómo se puede cambiar la percepción de la opinión pública para que las ideas que antes se consideraban descabelladas sean aceptadas a largo plazo. Según esta teoría, ni siquiera los temas tabúes quedarían libres de sus efectos, por lo que podría llegar a cambiarse de manera radical la valoración general que la sociedad tiene sobre asuntos como el incesto, la pederastia o el canibalismo. Para esto no es necesario ningún lavado de cerebro ni la implantación de un régimen dictatorial, sino el desarrollo de una serie de técnicas avanzadas cuya implementación pasaría desapercibida por la sociedad. Según Overton y su teoría de “la ventana”, en principio, parece imposible que la sociedad pueda aceptar algunos de los tabúes comentados. Sin embargo, su teoría defiende que este hecho puede darse, en la que él distingue determinadas etapas en su desarrollo. Para ver en qué consisten las distintas etapas de la ventana de Overton, nos centraremos en un tabú concreto, por ejemplo, la homosexualidad.
Etapa 1: De lo impensable a lo radical: En esta etapa, la homosexualidad se encuentra por debajo del nivel más bajo de aceptación de la ventana de Overton. La sociedad (el franquismo, por ejemplo) lo consideraba una práctica repugnante y ajena a toda moral propia de pervertidos.
Etapa 2: De lo radical a lo aceptable: Tras la etapa 1, la idea ha pasado en la segunda etapa de ser impensable a discutible.
Etapa 3: De lo aceptable a lo sensato: Estas personas pasarían a ser consideradas radicales que estaban en contra de un derecho fundamental, a considerarlo un derecho.
Etapa 4: De lo sensato a lo popular. En estos momentos, el problema inicial se convierte en un tema asumido socialmente, cada vez más normal reforzando su imagen positiva.
Etapa 5: De lo popular a lo político: finalmente, la ventana de Overton, cerrada al principio, se ha abierto de par en par.
La “ventana de Overton” explica el modelo de cómo ideas políticas consideradas tabú en una época son aceptables en otra
En esta última etapa comienza a prepararse la maquinaria legislativa que legalizará el fenómeno. Así, una idea que en principio era impensable e inmoral en todos sus aspectos, ha llegado a establecerse en la conciencia colectiva como un derecho mediante una teoría que puede cambiar la percepción pública sobre cualquier idea, por disparatada que pueda ser. La “ventana de Overton” explica el modelo de cómo ideas políticas consideradas tabú en una época son aceptables en otra. Pero también puede ser un modelo reversible: ideas aceptadas en otro tiempo pueden hoy ser un bulo o tabu; es un modelo para comprender cómo las ideas en la sociedad cambian con el tiempo e influyen en la política; la ventana se mueve en función de un fenómeno mucho más complejo y dinámico, fenómeno que no se controla fácilmente; lo marca la lenta evolución de los valores y normas sociales, de ahí la importancia e insistencia en la educación de valores y normas sociales democráticas. Lo decía la frase del Papa León XIV que encabeza estas reflexiones: “Sólo los pueblos informados pueden tomar decisiones libres”.
Cuando cierro este artículo, me llega la noticia de que José Mujica ha muerto, aunque estoy seguro de que su inspiración, su pensamiento y su forma de vivir no han muerto. Ha muerto un hombre que entendía que la muerte es apenas parte del camino y la ha ido abrazando con serenidad. Con su coherente forma de vivir, revitalizó la legitimidad de la política dando ejemplo de vida con sobriedad, dignidad y pensando en los demás; un gran hombre que lo dio todo por la justicia, por los más débiles; un hombre humilde y defensor de los humildes. Una referencia a imitar por todos los políticos que, como él, quieran engrandecer la política. Descanse en paz, merecidamente.