
Necesitamos tu ayuda para seguir informando
Colabora con Nuevatribuna
@jgonzalezok |
Fue el presidente de Uruguay, Yamandú Orsi, el que confirmó este martes la noticia del fallecimiento del presidente más incomparable -aquí caben otros muchos adjetivos- que ha conocido América Latina. “Con profundo dolor comunicamos que falleció nuestro compañero Pepe Mujica. Presidente, militante, referente y conductor. Te vamos a extrañar mucho Viejo querido. Gracias por todo lo que nos diste y por tu profundo amor por tu pueblo”, escribió en su cuenta de X.
Jose Mujica, militante del izquierdista Frente Amplio, que gobernó Uruguay entre el 2010 y el 2015, fue una figura que se agigantó con el paso del tiempo, a través de su ejemplo de vida. Hace unos meses anunció que había perdido la batalla contra el cáncer de esófago, después de 32 sesiones de radioterapia, diversas internaciones e intervenciones quirúrgicas. El pasado 20 de enero aparecía en el semanario montevideano Búsqueda su última entrevista, anunciando que el cáncer se había extendido: “Me está colonizando el hígado, no lo paro con nada. ¿Por qué? Porque soy un anciano y porque tengo dos enfermedades crónicas. No me cabe ni un tratamiento bioquímico ni la cirugía, porque mi cuerpo no lo aguanta”. Además de vasculitis (inflamación de los vasos sanguíneos), tenía una enfermedad renal severa.
Ya terminó mi ciclo, sinceramente me estoy muriendo y el guerrero tiene derecho a su descanso”
En la citada entrevista, en la que los periodistas lo vieron llorar, Mujica pidió que lo dejaran tranquilo, que no le pidieran más entrevistas. “Ya terminó mi ciclo, sinceramente me estoy muriendo y el guerrero tiene derecho a su descanso”. Esperó la muerte en su pequeña chacra en las afueras de Montevideo, donde vivía desde hace décadas con su mujer, Lucía Topolanski, que fue vicepresidenta de Tabaré Vázquez. En su habitual lenguaje llano, dijo querer no sufrir al pedo (inútilmente), pidiendo que lo pichicateen (que lo seden), “y cuando toque morir me muero, así de simple te lo digo. Estoy condenado, hermano, hasta acá llegué”.
Su estilo de vida, austero, y sus reflexiones a la hora de despedirse de sus compatriotas y sus compañeros, no solo mostraron su excepcional calidez humana, sino también las fibras de un político excepcional. Sobre todo en un continente donde avanzan los populismos y donde la corrupción es uno de los principales problemas que corroen las democracias.
Con casi 90 años -los hubiera cumplido el próximo 20 de mayo- Mujica tuvo una vida política dilatada. Ejerció la presidencia de Uruguay entre el 1 de marzo de 2010 y el 1 de marzo de 2015; antes y después fue ministro, diputado y senador; pero antes fue militante de la guerrilla tupamara y estuvo en total casi 15 años en prisión.
Su figura solo es comparable a la del sudafricano Nelson Mandela, que estuvo 27 años en prisión y también salió pregonando la reconciliación
Las condiciones de su detención fueron durísimas, como relató en alguna entrevista: “Estuve siete años sin libros, sin poder leer. Los primeros meses de esa prisión los pasé atado con alambre. La noche que me ponían un colchón para dormir me sentía contento. A veces pasé dos meses sin bañarme. Me bañaba con un vaso de agua y un trapito, como la gente del desierto. Y en absoluta soledad, con alguna visita de mis familiares una vez por mes, de mi madre particularmente. Y a veces 10, 15 días, sin una hora de patio, ni sol, ni nada por el estilo”.
Estas condiciones fueron similares para otros 8 de sus compañeros -los principales dirigentes tupamaros-, que pasaron a ser rehenes de la dictadura: podía ser ejecutado en cualquier momento si la organización seguía con sus acciones armadas. A pesar de todo salió de la cárcel sin rencores, se reincorporó a la sociedad y la vida política. Su figura solo es comparable a la del sudafricano Nelson Mandela, que estuvo 27 años en prisión y también salió pregonando la reconciliación.
Como presidente impulsó leyes significativas, como la legalización del aborto, de la marihuana y el matrimonio igualitario. Su estilo de gobierno fue el mismo de su vida privada. Conducía personalmente su automóvil, un viejo Volkswagen y le gustaba deshacerse de los agentes encargados de su seguridad. “Los cagué, los tengo locos”, se burlaba de sus custodios.
Fue irreverente también con las formalidades y el ceremonial: “El protocolo, la liturgia del poder y todas esas estupideces me chupan un huevo”, les dijo a los periodistas Andrés Danza y Ernesto Tulbovitz, que lo entrevistaron para su libro Una oveja negra al poder. Recibía a jefes de Estado en su vieja granja; incluso después de su salida del gobierno fueron innumerables las personalidades de la política, el arte y la cultura de todo el mundo que se acercaron al lugar para visitarlo y expresarle su iración.
El último servicio que rindió a la política de su país fue su apoyo a la candidatura presidencial de Yamandú Orsi
El último servicio que rindió a la política de su país fue su apoyo a la candidatura presidencial de Yamandú Orsi, en octubre pasado, que asumió el 1 de marzo. El nuevo presidente logró una votación histórica y tendrá, además, un importante respaldo parlamentario. Un orgullo para Mujica, que le permite irse “tranquilo y agradecido”.
Hace tiempo que se venía despidiendo poco a poco de la política activa. El 20 de octubre de 2024, en una ceremonia conjunta con su viejo adversario político, el también expresidente Julio María Sanguinetti, renunció al Senado. Fue una manera en la que ambos dieron señales de recambio y en un momento en que el Frente Amplio volvía a ser oposición después de 15 años. Más recientemente criticó duramente a políticos latinoamericanos que se resisten a reconocer que ha pasado su tiempo, haciendo referencia al expresidente boliviano, Evo Morales, y a la expresidenta argentina: “Ahí está la vieja Kirchner en la Argentina, al frente del peronismo. En lugar de ponerse de vieja consejera y dejar nuevas generaciones, no, está jodiendo ahí. ¡Cómo les cuesta largar el pastel!”, dijo en su habitual tono campechano.
Al dejar el senado pronunció una de las múltiples frases que definen su posición, cada vez más solitaria en un mundo tan polarizado: “En mi jardín hace décadas que no cultivo el odio, el odio termina estupidizando porque nos hace perder objetividad ante las cosas; el odio es ciego como el amor, pero el amor es creador y el odio nos destruye”, dijo Mujica en aquella despedida.
El exmandatario uruguayo subrayó la importancia de hablar con los que piensan distinto. “El diálogo es la más hermosa de las formas que existen para aprender (…) ¡Ay de aquellos que en política no escuchan! En primer término, a la ciencia; en segundo término, al sentido común”. Al despedirse de sus compatriotas y de sus compañeros, Mujica observó que es fácil tener respeto para los que piensan “parecido a uno, pero hay que aprender que el fundamento de la democracia es el respeto a los que piensan distinto”.
Sus restos descansarán al lado de la tumba donde fue enterrada su perra Manuela, inseparable compañera durante años
A pesar de haberse iniciado en la política como uno de los fundadores del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, tuvo la sabiduría de asumir que la lucha armada no puede ser un objetivo de vida: “En determinadas circunstancias pudo haber parecido un camino, pero no puede ser una eternidad, no tiene sentido”.
No tuvo hijos y lo lamentó. “Me dediqué a cambiar el mundo y se me fue el tiempo”. En una entrevista en el diario digital argentino Infobae, diría también: “Soy un viejo gruñón que vive como piensa y piensa como vive, y eso es una cosa rarísima”. Sus restos descansarán al lado de la tumba donde fue enterrada su perra Manuela, que tenía solo tres patas, inseparable compañera durante años. A pesar de no ser creyente, dijo alguna vez que “ojalá” exista Dios.