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sábado. 24.05.2025

El capitalismo de la fragmentación. El radicalismo de mercado y el sueño de un mundo sin democracia

capitalismo

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Escribir estas líneas me resulta muy difícil, al contemplar el terrible drama que están padeciendo mis conciudadanos especialmente en la provincia de Valencia, así como las de Cuenca, Teruel, Huelva… He tenido en un principio la intención de escribir algunas reflexiones sobre las palabras de Feijóo en Valencia. Mas, no quiero hacerlas. No obstante, no me resisto de calificarlas de auténticamente miserables. Voy al tema del artículo.

Uno de los libros que he leído con mucho interés es El capitalismo de la fragmentación. El radicalismo de mercado y el sueño de un mundo sin democracia (2023), de Quinn Slobodian, profesor de Historia de las Ideas en el Wellesley College, y autor de un famoso libro anterior Globalistas. El fin de los imperios y el nacimiento del neoliberalismo, que ha sido traducido a nueve idiomas.

La intención del libro El capitalismo de la fragmentación, según las propias palabras de Slobodian ha sido alejarse de la aburrida y repetitiva dicotomía de globalización versus nacionalismo como las dos escalas relevantes para organizar la política y la vida económica. Especialmente desde 2016, se ha hecho mucho hincapié en esta idea de una reacción nacionalista contra los “globalistas” y el “globalismo”. Y que, como cuestión empírica, el capitalismo funciona en muchas otras escalas además de la global o la nacional. De hecho, debajo de la superficie o envoltura de las naciones, hay toda una gama de jurisdicciones legales, las llamadas zonas, que hacen que las cosas sean más acogedoras para ciertos tipos de actividad económica: centros de mando y control financiero, centros de fabricación, centros de investigación y prestación de servicios, etc.

El capitalismo de la fragmentación

Slobodian, para explicar este capitalismo de fragmentación, recurre a una metáfora. El capitalismo va realizando agujeros en el territorio del Estado-nación, creando zonas de excepción con legislaciones diferentes y, muchas veces, ajenas al control democrático. El filósofo Grégoire Chamayou en su libro La sociedad ingobernable. Una genealogía del liberalismo autoritario, al que recurrí en algunos artículos publicados en este mismo medio: ¿Fobia hacia el Estado, cual si fuera la fuente de todos los males? Escandalosas paradojas del neoliberalismo, recurre a otra metáfora la de la técnica del escarabajo longicornio, que va royendo la estructura del Estado desde dentro. Se podría, por último, recurrir a una metáfora más y recordar cómo se elaboran las prendas de encaje, con huecos entremedias: en ellas, lo que observamos es un dibujo con vacíos en la tela. Son muy adecuadas estas figuras literarias para entender la economía mundial, donde aparecen unas oquedades, vacíos. Son las zonas. Cometeríamos un error si sólo viéramos el mundo a través del mundo de las naciones. La realidad es que dentro de los contenedores que son las naciones existen espacios legales que se salen de lo común, territorios anómalos y jurisdicciones peculiares. Hay ciudades-Estado, enclaves, puertos francos, parques tecnológicos, distritos libres de impuestos y hubs de innovación. El mundo de las naciones está recubierto de zonas, que son muy importantes ya hoy en la actividad económica mundial, y que, probablemente, lo serán cada vez más en el futuro.

Las 'zonas' son un enclave desgajado de una nación y liberado de las normativas nacionales

Las zonas son un enclave desgajado de una nación y liberado de las normativas nacionales. Los impuestos suelen desparecer dentro de esas fronteras zonales, lo que implica que sean los mismos inversores quienes, en la práctica, establezcan sus normas. Hay una gran variedad de zonas, al menos, ochenta y dos tipos diferentes, según un recuento oficial. Y existen unas 5.400 zonas en el mundo. Entre las más destacadas, están las zonas económicas especiales. Las zonas de procesamiento de exportaciones y las zonas de comercio exterior. Cercadas en muchos casos con alambradas de espino, son escenarios para producir con bajos salarios. Otra variedad muy distinta es la de los paraísos fiscales, en los que las grandes empresas transnacionales y también multimillonarios particulares guardan en secreto sus ganancias. Estos paraísos fiscales, el economista Gabriel Zucman  los denomina “la riqueza oculta de las naciones”. ultrarricos.

La mayoría de las zonas están en Asia, América Latina y África. China tiene casi la mitad del total. Europa y América del Norte no llegan al 10%. No obstante, es el mundo occidental donde encontramos los más acérrimos defensores de las zonas, que son para ellos verdaderos experimentos para la instauración de estructuras políticas y económicas a pequeña escala. Estos adalides de las zonas tratan de alcanzar la utopía del libre mercado mediante la secesión y fragmentación, ya que estos territorios liberados, tanto de las naciones como más allá de ellas, tendrán unos efectos disciplinadotes para otras. La libertad localizada y desgajada- señaló Stuart Butler, de la Fundación Heritage, ya en 1982, puede pudrir los cimientos del Estado no libre donde se integre. Los promotores de esta iniciativa se presentan a sí mismos como guerrilleros de la derecha que, poco a poco, zona tras zona, irán conquistando y eviscerando el Estado-nación. De acuerdo con su pensamiento, en cuanto el capital huya hacia la nueva zona desregulada y de baja o nula fiscalidad, las economías que aún no lo hayan hecho se verán obligadas a emular las condiciones de estas nuevas zonas. Ni que decir tiene que de acabar con el Estado, ya no habrá política, ni Estado social ni democracia. Todos estos libertarios consideran que el capitalismo no necesita de la democracia. Peter Thiel, fundador de PayPal e inversor temprano en Facebook, estaba obsesionado tras sufrir un fortísimo revés en la crisis financiera de 2008 en cómo escapar de la acción de un Estado democrático recaudador de impuestos. “He dejado de creer que libertad y democracia sean compatibles”. “La gran misión para nosotros, los libertarios es hallar una vía de escape que nos permita liberarnos de toda acción política”.

La condición de ciudadano requiere un compromiso con el bien común, palabra hoy anacrónica. La secesión de los ricos es romper con ese compromiso

la secesion de los ricos

Todos estos libertarios han renunciado a sus responsabilidades, mostrando nulo interés por el resto de la sociedad, con el lógico grave divorcio entre las “élites” y la ciudadanía. Tal situación la explican Antonio Ariño y Juan Romero en su libro de 2016 La secesión de los ricos. La condición de ciudadano requiere un compromiso con el bien común, palabra hoy anacrónica. La secesión de los ricos es romper con ese compromiso. La manifestación más clara es el cambio de domicilio por razones fiscales. Abandono por puro egoísmo de responsabilidades para con tu  propio país. Son tiempos de secesiones. Ante la incomodad nos vamos. Los ricos han abierto la brecha, por la que pueden seguir otros. Ya en 1996, Christopher Lasch en La rebelión de las elites y la traición a la democracia advirtió de la formación de una elite que tiende a separarse y a formar un mundo aparte: en hábitos, convicciones, recursos, aspiraciones y lealtades; una elite ávida, insegura, cosmopolita, extrañamente irresponsable.

Mas, la zona no solo es algo que está ahí fuera. Comienza en nuestra propia cabeza. Para la gran mayoría, esto no significa secesionarse a las bravas ni crear un Estado nuevo, no se trata tanto de conquistar las cimas del poder como de acumular diferentes pequeños actos de rechazo. Es lo que un radical de mercado llama “secesión blanda”. Podemos secesionarnos, sacando a nuestros hijos de los centros de educación pública para que nuestros hijos no compartan pupitres con los de los inmigrantes, convirtiendo la moneda en curso en oro o en criptomonedas, trasladando nuestro domicilio a Estados con menor presión fiscal.  Podemos también secesionarnos viviendo en comunidades cerradas, con vigilantes y pequeños gobiernos en miniatura. A inicios del siglo XXI, casi la mitad de las promociones de vivienda nueva en sur y este de Estados Unidos eran privadas. Los urbanizaciones con barreras de son un fenómeno global. En la India, las urbanizaciones con restringido se iniciaron con la apropiación privada de vías públicas. Estas urbanizaciones privadas en España, un acto de secesión blanda, las describe Jorge Dioni en su libro de 2021 La España de las piscinas. Cómo el urbanismo neoliberal ha conquistado España y trasformado su mapa político. Hace referencia a la aparición de chalets y/o urbanizaciones cerradas como principal modelo con el que se han expandido las ciudades desde el boom inmobiliario. Sus habitantes se sienten ricos por bañarse en la piscina o llevar a sus hijos a un colegio concertado o privado y, cuando llega el fin de semana, agarran el coche y van al centro comercial tras haber visto una película franquicia. Estos no votan a las izquierdas, sobre todo lo hacían al color naranja. Resume el sentido del libro Enric Juliana: “La España del pelotazo creó un sueño: vivir fuera de la colmena”.

Cada acto de secesión blanda, cada empresa que tiene sus beneficios en una empresa pantalla en el Caribe; cada guardia de seguridad pagado para patrullar o encarcelar es una pequeña victoria más para la zona, un pequeño agujero en el Estado. Quienes más nos animan a vivir en zonas, son aquellos que más se benefician de nuestra renuncia a participar en una sociedad con responsabilidades compartidas. Hace un siglo, los grandes magnates mandaban construir bibliotecas para congraciarse con sus conciudadanos. Los de hoy se compran naves espaciales. Estos multimillonarios sueñan con escapar del Estado y desprecian cualquier proyecto colectivo.  El futuro que preconizan supone una auténtica distopía política y económicamente.

Su irresponsabilidad, insolidaridad y ceguera les impide ver que bajo sus pies se está forjando una bomba de relojería, presta a explotar. No obstante, algún miembro de esas elites con una dosis de sensatez percibe que esta extrema desigualdad es insostenible. Se trata del multimillonario norteamericano Nick Hanauer que expuso unas ideas muy interesantes en su artículo The Pitchforks Are Coming… For Us Plutocrats….Las Horcas están viniendo ... Para nosotros Plutócratas.

En una sociedad altamente desigual, solo puede darse o un estado policial o una revolución. No hay otros ejemplos. No es si va a pasar, es cuándo

Hanauer fue uno de los inversores en Amazon. Luego fundó Gear.com y aQuantive, que vendió a Microsoft en 2007 por 6.400 millones de dólares. Luego se dedicó al capital riesgo. No es la primera vez que ataca a los de su clase, pidiendo desde el inicio de la crisis más impuestos para los ricos. ¿Igual que los ricos españoles? A estos ricos españoles les recomendaría la lectura del libro de Maurizio Viroli, Diálogo en torno a la República, donde podrían conocer el significado del auténtico patriotismo, que implica menos pulseras y menos fraude fiscal. Nick Hanauer abogó por elevar el salario mínimo para corregir la desigualdad porque, a la larga, también beneficiará a los ricos. Recuerda que la desigualdad está agudizándose con gran rapidez: "El problema no es que haya desigualdad. Algo de desigualdad es intrínseco a cualquier economía capitalista funcional. El problema es que está en niveles históricamente altos y que esto está empeorando cada día. Nuestro país se está convirtiendo cada vez más rápido en una sociedad feudal más que en una sociedad capitalista".

Avisa que si la situación no cambia rápido se volverá a la Francia en el siglo XVIII, la anterior a la Revolución. Advierte a sus colegas: “despertad, esto no va a durar”. Por ello, pide medidas para acabar con la enorme desigualdad porque si no se actúa: "Las horcas (en referencia a la herramienta de labranza) vendrán a por nosotros. Ninguna sociedad puede aguantar esto”. En una sociedad altamente desigual, solo puede darse o un estado policial o una revolución. No hay otros ejemplos. No es si va a pasar, es cuándo. Un día alguien se prende fuego en la calle, y entonces miles de personas salen a la calle y antes de que te des cuenta el país está ardiendo. Y no hay tiempo para ir al aeropuerto a coger el jet y volar a Nueva Zelanda o al Planeta Marte. La revolución será terrible, pero sobre todo para nosotros.

El capitalismo de la fragmentación. El radicalismo de mercado y el sueño de un mundo...