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Cuando era niño, los campos de concentración solo fue desvelado al gran público una vez finalizada la guerra. Junto al testimonio de las víctimas, en el juicio de Nuremberg se presentó abundante material gráfico elaborado por los propios verdugos.
Orgullosos de sus atrocidades, los de las SS decidieron filmarlas y documentarlas para la posteridad, como hizo por ejemplo el general que aplastó la resistencia del gueto de Varsovia, interpretado en La noche de los generales por Peter O’toole. Pese a tantas evidencias bien documentadas, no faltan quienes niegan el Holocausto, aunque también les guste creer en la conspiración judía recogida por los fasos Protocolos de Sion. Con todo, aquellas imágenes impactaron al mundo y se generó el concepto de crímenes contra la humanidad para describir semejante barbarie.
Las Puertas del Infierno se han abierto muchas veces a lo largo de la historia y desafortunadamente nada indica que no vuelvan a poder franquearse de vez en cuando
Ahora estamos asistiendo en directo al asedio de una población civil indefensa que se ve acorralada por un ejercito bien pertrechado. Vemos cómo se bombardean hospitales y campos de refugiados, ciudades arrasadas por las bombas, cuerpos mutilados y últimamente gente famélica que se muere de hambre, al impedirse que llegue ayuda humanitaria. Incluso murieron algunos voluntarios que intentaban llevar comida por una lamentable confusión, a pesar de que sus vehículos iban perfectamente identificados. Nos hemos acostumbrado a visionar cada día estos horrores y nos parecen tan increíbles que casi los consideramos parte de una ficticia serie televisiva para no deprimirnos en exceso.
Impresiona también que criticar esta crueldad se vea penalizada como un gesto antisemita de apología del terrorismo. Curiosa etiqueta para la compasión hacia unas criaturas inocentes cuya única culpa es haber nacido en un momento y lugar harto inadecuados para disfrutar de una infancia sin sobresaltos. Ya no se habla de que convivan dos Estados en pacífica vecindad. Al parecer sobran dos millones de personas que deben abandonar voluntariamente su hábitat, porque a su poderoso vecino le apetece colonizar ese territorio al ser una tierra prometida por la divinidad correspondiente.
Considerar a toda la ciudadanía de Gaza como cómplices del salvaje acto terrorista perpetrado contra colonos israelís es una colosal estulticia
El actual primer ministro israelí aprovecha esta coyuntura para rehuir las causas judiciales que tiene con la justicia de su país y debe creer -a lo peor con mucha razón- que tampoco rendirá cuentas jamás ante la Corte Penal Internacional, pese a estar encausado por crímenes de guerra y de lesa humanidad. Pasar por alto estos atropellos contra los derechos humanos y las convenciones internacionales, dice muy poco en favor de quienes los toleran tácitamente y retratan a cuantos para colmo los justifican como una legítima defensa contra el terrorismo. Considerar a toda la ciudadanía de Gaza como cómplices del salvaje acto terrorista perpetrado contra colonos israelís es una colosal estulticia con crueles repercusiones. Hacer pagar a justos por pecadores resulta moralmente reprobable y clamar venganza mediante una masacre indiscriminada no parece una fórmula que pueda universalizarse sin hacernos caer en la barbarie.
Aunque parezca mentira, lo peor podría estar por venir, si nos tomamos en serio el solemne anuncio de Benjamín Netanyahu, que ha prometido abrir las Puertas del Infierno en la franja de Gaza. Cuesta imaginar que pueda tener en mente, tras reducir a escombros ciudades enteras y dejar sin recursos a una población que ya se muere de hambre. Lo anómalo es que ante semejante anuncio el mundo entero no intente frenar su enloquecida insolencia. ¿Cómo es posible que se le sigan vendiendo armas para culminar este siniestro propósito? Habría que revisar los acuerdos comerciales en general, porque tales atrocidades deberían tener sus consecuencias. Al mismo tiempo se debería procurar no hacer pagar el pato a quien menos lo merece. Me refiero a los acuerdos internacionales entre instituciones científicas o universitarias, al menos cuando no se acredite un apoyo incondicional a la política de su funesto gobierno, porque no conviene confundir a un pueblo con sus dirigentes ocasionales.
¿Cómo es posible que se le sigan vendiendo armas para culminar este siniestro propósito?
Las Puertas del Infierno se han abierto muchas veces a lo largo de la historia y desafortunadamente nada indica que no vuelvan a poder franquearse de vez en cuando. Pero al menos no deberíamos aplaudir a quienes decidan abrirlas, ni tampoco quedarnos de brazos cruzados o guardar un clamoroso silencio frente a cualquier acto de barbarie, al margen de quien sea su artífice, porque nadie debería tener bula o patente de corso para perpetrarlos impunemente sin tan siquiera verse censurado por ello.