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Ha estallado la tormenta Trump. No los chubascos de su primera istración (2016-2020), ni los aguaceros de su campaña electoral. Ha estallado la auténtica tormenta, porque es él el que está al mando (incluido su legislativo, un gran apoyo popular y el mundo de las finanzas), tiene la experiencia de su anterior mandato y sabe lo que quiere, aunque a veces lo exagere un poco.
En relaciones internacionales hay que negociar y, si hace falta, jugar sucio, y en eso, tiene experiencia (y ha tenido éxito). En la guerra no sólo se puede “negociar”, también hacer negocios. Por eso ha decidido acabar con las dos guerras que se ha encontrado en el tablero: en Ucrania y en Palestina+ (Cercano Oriente), porque no son las que a él y a su Make America Great Again le convienen (o eso cree). De modo que ha decidido acabar con las dos: negociando con Rusia para que se acabe la costosísima de Ucrania y acelerando el fin de la de Palestina+ a cualquier precio y en beneficio de Israel, el gendarme estadounidense en la zona.
Si se deja a Rusia ganar en Ucrania, el siguiente paso somos nosotros
Y ha pillado a Europa, que parece seguir pensando en términos de guerra fría entre bloques (supuestamente) homogéneos, con el pie cambiado. Pero con el pecho hinchado: no podemos tolerar que el crimen internacional de la violación fronteriza quede sin castigo; y el estómago encogido: si se deja a Rusia ganar en Ucrania, el siguiente paso somos nosotros. Si Estados Unidos nos deja solos (¿tirados?), creemos un ejército europeo capaz de enfrentarse con este tipo de amenazas e incluso de evitar la inminente debacle ucraniana.
Razonamiento impecable, pero de puesta en práctica complicada (¿posible?) y, sobre todo, ¿para cuándo?, ¿para cuándo se cree que la Unión Europea podrá tener ese ejército europeo capaz de pararle los pies al temido y denigrado “oso ruso”?. Porque ésta es la respuesta más difícil de dar y el hito más difícil de alcanzar; razón por la cual ya hay voces reclamando un piano, piano, pidiendo que la Unión Europea solamente se haga cargo de desplegar una fuerza de interposición de mantenimiento de la paz entre Rusia y Ucrania, una vez que se restablezca la paz y una vez que quien ha sido capaz de restablecerla (¿Estados Unidos y Rusia?) determine el dónde, el cómo y el para qué de esa fuerza de interposición, de mantenimiento de la paz. “Sin soldados europeos en el frente de guerra” (Macron dixit), “una fuerza de seguridad de fuerzas aéreas y navales fundamentalmente de monitoreo técnico que proporcione una imagen completa de Ucrania y el mar Negro, complementada con un despliegue aéreo y de misiles estadounidense en Europa oriental” (fuente británica dixit).
La razón de que la UE no tenga a día de hoy unas fuerzas armadas capaces de enfrentarse a lo que ella misma considera una amenaza a su seguridad es la existencia de la OTAN
Porque Europa no tiene fuerzas armadas autónomas, ni posiblemente las pueda tener a medio plazo (se empieza a hablar de diez a quince años, lo cual, en principio, suena convincente). En estos momentos, un empleo continuado durante algunos meses de los ejércitos europeos en combates reales dependería logísticamente, en el terreno de los repuestos y de las reposiciones (ámbitos industrial y tecnológico) del aliado estadounidense, es decir, de la voluntad estadounidense, de su sí o no en cada caso concreto, de su “a este precio”, etc.
Algo parecido puede decirse en relación con el ámbito operativo a partir de cierta entidad de combate, en el que los ejércitos europeos están entrenados y adiestrados para combatir en estructuras OTAN con procedimientos estadounidenses y bajo mando, sobre todo a nivel estratégico, estadounidense.
De modo que, aunque a mucha gente pueda costarle trabajo itirlo, la razón de que la Unión Europea no tenga a día de hoy unas fuerzas armadas capaces de enfrentarse a lo que ella misma considera una amenaza a su seguridad es la existencia de la OTAN.
Pero maticemos, no de la existencia del Tratado del Atlántico Norte (TAN), que es el que certifica que sus firmantes “han acordado que un ataque armado contra uno o más de ellos, que tenga lugar en Europa o en América del Norte, será considerado como un ataque dirigido contra todos ellos …. (comprometiéndose) a ayudar a la Parte o Partes atacadas … incluido con el uso de la fuerza armada …”. Garantía de seguridad de indudable valor, pero también indudablemente condicionada: la parte afectada debe ser “atacada”, no simplemente porque esté o vaya a estar en combate (que puede ser ajeno a los intereses del conjunto). Por esto es tan complicado el asunto Ucrania; porque no es firmante del TAN y el TAN no dice nada sobre países ya en guerra.
Sino de la existencia de la Organización (OTAN) creada como órgano ejecutivo del TAN, de carácter permanente, es decir, de construcción progresiva e irreversible. En la que inevitablemente el primus inter pares, es decir, el firmante con mayor capacidad, en este caso con considerable diferencia de posibilidades geopolíticas, financieras y militares respecto al resto de sus pares, va asumiendo progresivamente, como se ha podido comprobar en todas las alianzas de este tipo que en la historia han sido, el papel director e impositor que conduce a transformar sus propios intereses en los intereses del conjunto.
Los países europeos se encuentran ante la tesitura de ser incapaces de responder por sí solos a lo que consideran una amenaza a su seguridad
Y así, a 2025, los países europeos se encuentran ante la tesitura de ser incapaces de responder por sí solos a lo que consideran una amenaza a su seguridad, debido a que su primus inter pares no comparte sus preocupaciones y a que sus posibilidades de actuación, sus fuerzas armadas, han ido quedando progresivamente hipotecadas por los intereses y necesidades de la Organización (OTAN) identificadas con el tiempo con las del primus inter pares a través de la propia estructura de la Organización. Unas fuerzas armadas (europeas) que la evolución e historia de la Organización (OTAN) han dejado reducidas a “tropas auxiliares” de las del primus inter pares, de las estadounidenses. Como las tropas bárbaras que acompañaban y auxiliaban a las legiones romanas. Como, por ejemplo, tropas de mantenimiento de una paz impuesta y hecha a la medida de su primus inter pares.
Tesitura, en la que los países europeos empiezan a vislumbrar que necesitan de unos cuantos años de modificar el rumbo y que, para cuando lo hayan conseguido con visos de eficacia (si lo consiguen, y para ello hay que intentarlo), el actual problema de seguridad habrá dejado de ser el mismo, extinguido, modificado, mejorado o empeorado, pero desaparecido en sus actuales parámetros. No sólo habrá que pensar en un auténtico ejército europeo autónomo, sino, además, en una (nueva) política de seguridad y defensa propia, autónoma.
O Ejército Europeo u OTAN. Son incompatibles. Con o sin amparo, en cualquiera de los casos, del Tratado del Atlántico Norte (TAN).
No olvidemos que la más urgente finalidad geopolítica que se ha autoimpuesto la segunda istración Trump es “disciplinar” a sus propios aliados y al Sur Global.