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domingo. 25.05.2025

Regresión en la Unión Europea

Foto: Consejo Europeo

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En la actualidad la UE está en un momento decisivo de cara a su futuro. Y debemos aceptar que la actual coyuntura política hace que el futuro de la UE se pueda prever como de difícil tránsito. Tres hechos condicionan de forma importante el futuro europeo. La evolución de la guerra en Ucrania, la Presidencia de Trump en Estados Unidos y el creciente y fuerte avance de la ultraderecha en los países de la UE.

Desde un punto de vista progresista se ha defendido con razón, como de forma reiterada ha escrito por ejemplo Nicolás Sartorius, que el futuro de la UE sería avanzar hacia una Europa Federal con una mayor integración a nivel económico, político y social. Coincido con Sartorius que ese sería el objetivo deseable, pero a la vez debo plantear que es difícilmente posible. La evolución de la UE en las últimas décadas no nos permite tener esperanzas en este sentido.

La UE sea en la práctica un ente económico importante y un “enano político” en la esfera internacional

Ya en los años 80 del siglo XX hubo planteamientos claros en el primer Parlamento Europeo elegido por sufragio de que se avanzase hacía en un proyecto federal para la entonces UE de 9 países. Políticos de izquierdas como Altiero Spinelli y Enrico Berlinguer plantearon claramente este objetivo a medio plazo en el plenario del Parlamento. Pero sus palabras cayeron en saco roto. Así Berlinguer ya denunció en el Parlamento Europeo en 1980 “los dirigentes europeos están interesados en una liberalización de los mercados y el comercio…pero no tienen el mismo interés en la adopción de políticas comunes que persigan el objetivo de un desarrollo económico y social más equilibrado y justo…. lo que condena a todo el continente a una decadencia general”. 

Sin embargo, es cierto que bajo la Presidencia de Jacques Delors la UE se caracterizó por un período de compromiso con las libertades, la justicia social y la solidaridad como valores básicos de la Unión. En este período ingresaron los tres países recién salidos de regímenes totalitarios como Grecia, España y Portugal.

Con posterioridad la UE se amplió en el año 95 a Austria, Suecia y Finlandia con lo que la UE prácticamente abarcaba a toda la llamada Europa Occidental.

Durante los años 90 se comenzó a plantear la posibilidad de una llamada Europa “a dos velocidades”, haciendo referencia a que podría haber países que quisieran ir más lejos en el proceso de integración y otros que no lo desearan.

El futuro de la UE sería avanzar hacia una Europa Federal con una mayor integración a nivel económico, político y social

En 2004 el entonces Presidente de la Comisión Europa, Romano Prodi dijo de forma clara en referencia a las dos velocidades que «El tren de la Unión no puede siempre moverse a la velocidad del vagón más lento. De hecho, tengo la impresión de que algunos de los vagones no quieren moverse o incluso quieren ir hacia atrás»

Toda esta discusión hoy nos parece prehistórica. Con una ampliación al Este, después de la caída del “muro”, la UE se plantea básicamente como un mercado amplio y se renuncia “de facto” a otras opciones como la mayor integración de los países y sus sociedades en un horizonte federal. 

El planteamiento de una rápida expansión e integración en la UE hacia los países de la Europa de la órbita soviética significa optar por una Unión más amplia pero menos integrada, es decir la UE opta por ser más amplia y ser menos cohesionada. El proceso de ampliación de los países del Este de Europa fue mucho más “light” que los anteriores, con menos exigencias y con menores ayudas. Hoy en día podemos decir sin temor a equivocarnos que países como Rumania o Bulgaria no han conocido las condiciones de desarrollo que se plantearon con España o Portugal.

Esta actual UE está mucho menos cohesionada que la anterior a la ampliación al Este y eso sin duda puede tener repercusiones críticas en su futuro, y como “muestra un botón”: la Hungría de Orbán, y no es ni mucho menos el único caso.

La concepción de una Europa Unida no está en su mejor momento y eso es la causa en gran parte de un antieuropeísmo latente en buena parte de la sociedad y que se refleja en el refuerzo de las posiciones nacionalistas y de ultraderecha que aparecen en numerosas capas de la sociedad europea.

El abandono del objetivo de una ciudadanía europea, de una unidad política real y de la prioridad de la cohesión social en el ámbito de la Unión, es un hecho preocupante que comporta el alejamiento social y la falta de estimulo de la concepción unitaria europeísta y el resurgimiento de sentimientos nacionalistas incompatibles con la realidad del mundo globalizado. Y ello conlleva a que la UE sea en la práctica un ente económico importante y un “enano político” en la esfera internacional (y no hablemos de las naciones que la conforman que son “pigmeos” en un mundo de gigantes”).

Además, desde el 2012 la UE ha sufrido tres crisis de características muy distintas. La primera fue la derivada de la crisis financiera global del 2007 y que afectó de forma dispar a los diversos países de la UE según su grado de endeudamiento. Esta situación se transforma en una crisis de la deuda genuinamente europea en 2012.

Desde la UE, y básicamente desde la hegemonía alemana, se aplica unas políticas económicas draconianas con los países más afectados, llamados despectivamente PIGS (Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España) que se ven obligados a adoptar duras medidas económicas, “el llamado austericidio”, que comportó duras medidas de ajuste para esas sociedades. Especialmente dramática fue la actuación con Grecia a cuyo gobierno democrático sometieron a un “diktat” político y económico difícilmente aceptable desde una perspectiva política.

La UE mostró su cara más cruel, despótica y antisocial lo que comportó fuertes corrientes de decepción europeísta. La solidaridad fue la gran ausente de la política europea en la crisis de la deuda del 2012.

De forma totalmente contraria actuó la UE ante la “Pandemia del Covid-19”. Desde el inicio la UE de forma rápida trabajó en coordinación con sus Estados para proteger la salud y el bienestar social de sus ciudadanos. A la vez coordinó una respuesta para mitigar el impacto socioeconómico de la pandemia apoyando su recuperación económica. De esta forma se aprobó el Plan de Recuperación para Europa de casi 2.000 billones de euros para el período 2021-2027, para contribuir a la recuperación de la UE y respaldar la inversión para la transición ecológica y digital. Y a la vez establecer tres redes de seguridad para apoyar a los trabajadores, las empresas y los países integrantes.

La guerra de Ucrania ha significado un nuevo paso atrás de la UE. Desde el inicio del conflicto la UE renunció a efectuar un papel de mediador y de intermediario para alcanzar la paz entre Rusia y Ucrania, y se ha sometido al seguidismo de la OTAN y la dirección de los Estados Unidos. Europa está pagando un elevado precio político, no es en estos momentos interlocutor para un acuerdo de paz y sólo es un adjunto a la política americana y otanista. Asimismo, Europa está siendo impactada de forma negativa en el campo económico y en lo referente al suministro energético, especialmente esto ha afectado a la tradicional locomotora alemana. Y nuevamente la UE aparece como un elemento subalterno en la política internacional. Asimismo, su posición belicista en este conflicto, con todos los riesgos que comporta, se contrapone al silencio de la mayoría de los países de la UE ante el genocidio de Israel con el pueblo palestino.

En las últimas elecciones al Parlamento Europeo se reflejó el grave ascenso de las fuerzas de la ultraderecha y ultranacionalistas en gran parte de los países de la UE, lo que también se refleja en el peso de las ultraderechas en muchos gobiernos de la UE. Esto a su vez conlleva a la derechización de los conservadores europeos y una mayor debilidad de las izquierdas diversas. Todo ello nos aleja de cualquier posibilidad de avanzar hacia la necesidad de mayores políticas sociales y democráticas integradoras en el ámbito de la Unión. Y por el contrario la posibilidad de un anacrónico retroceso hacia posiciones nacionalistas lo que comportaría un fuerte cuestionamiento de la propia Unión Europea.

Y a todo esto se puede añadir en un próximo futuro la Presidencia de Trump en Estados Unidos con un incremento de las políticas proteccionistas y un mantenimiento del sometimiento de la UE a unas directrices foráneas contrarias a los intereses objetivos de Europa. Como ya señalaba hace mucho Enrico Berlinguer “Estados Unidos trata de impedir cualquier posible papel autónomo de Europa en el campo político y económico y de evitar una transformación de su orden social”.

Es por ello que lamentablemente en estos momentos sufrimos una regresión en la Unión Europea. La cual nos puede llevar a una Unión sin rumbo claro de futuro y en dirección contraria a la deseable federalización del proyecto comunitario, así como a su necesaria independencia de los intereses del resto de potencias. Todo ello nos condenaría a ser irrelevantes en el ámbito internacional.

Y esta situación, ser únicamente un mero espacio económico puede ser el futuro que nos espera si se realiza la nueva ampliación a 13 nuevos países de la zona de los Balcanes, poco desarrollados económica, social y políticamente, si antes no se realiza por los actuales , o como mínimo una parte importante de ellos, un cambio cualitativo en el camino de una mayor integración y consolidación política, económica y social en clave federalista. Es decir, un núcleo fuertemente cohesionado y una periferia económica con los países que no deseen una mayor integración.

Regresión en la Unión Europea