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sábado. 24.05.2025
ISRAEL

El incierto futuro de la izquierda pacifista israelí tras el 7 de octubre

Tras el 7 de octubre, el pacifismo israelí quedó paralizado, pero persiste la lucha por la paz.

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Acción de protesta de la organización de mujeres Women Wage Peace.

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En Israel, todo cambió aquel fatídico 7 de octubre de 2023 cuando a las 6:30 de la mañana se produjo el brutal ataque del grupo terrorista Hamás que causó 1.139 muertos y más de 250 secuestrados. Como consecuencia de ello, el gobierno derechista israelí de Benjamín Netanyahu desencadenó una tan desproporcionado como sangriento ataque militar sobre la Franja de Gaza con tintes de genocidio para la población palestina, tal y como, por desgracia constatamos, día a día, pues la brutalidad del ataque israelí ha causado ya 50.000 víctimas y, por ello, merece el repudio y condena de la comunidad internacional.

Meir Margalit, historiador y destacado miembro histórico de Meretz, el partido de la izquierda pacifista israelí, ahora fusionado con el Partido Laborista (Avodá) en una nueva formación política denominada Los Demócratas, recuerda en su libro El eclipse de la sociedad israelí (2024) cómo aquel trágico 7 de octubre muchos pacifistas, como él, “fuimos sucumbiendo en una oleada de confusión, angustia y parálisis” ante la magnitud de tan inesperado ataque, ante lo que no duda en calificar como “una verdadera hecatombe”. Ello supuso un duro golpe para el movimiento pacifista israelí, el cual siempre había defendido el diálogo, la creación del Estado Palestino, así como la devolución por parte de Israel de los territorios ocupados y el desmantelamiento de los asentamientos judíos ilegales en Cisjordania, y que, dada la magnitud del ataque de aquel sangriento día, quedó paralizado.

Ante este estado de shock que afectó profundamente al movimiento pacifista, la primera reacción espontánea de éste fue avalar la respuesta militar por parte de Israel. De hecho, éste fue el único caso en que la izquierda pacifista israelí se pronunció “a favor de un contraataque inmediato” ya que nunca antes había justificado acciones militares por parte del ejército hebreo. Pero esta posición duró poco ya que, a las dos semanas de iniciarse los ataques sobre Gaza, como recuerda Margalit, “comenzamos a dudar de su legitimidad” ya que se estaba produciendo por parte de Israel un uso desproporcionado de la violencia contra la población civil gazatí. Por ello, de aquellos amargos sucesos, de aquel “acontecimiento tan impactante” como fue el ataque del 7 de octubre, el movimiento pacifista sacó una serie de conclusiones que nos recordaba Margalit:

1.- “nos equivocamos al juzgar a Hamás como una organización pragmática con la que era posible negociar con su ala política” lo cual, obviamente, resultó ser una completa ingenuidad.

2.- La realidad de los hechos demostró que Hamás es “una organización terrorista y homicida” que carece de códigos y reglas éticas y que su objetivo último, es destruir a Israel.

3.- Para muchos pacifistas israelíes supuso una gran y triste decepción constatar que muchos de sus amigos palestinos se negaron a condenar el ataque de Hamás y que, algunos de ellos, incluso lo elogiaran.

Consecuencia de estos tres factores, la situación la resume Margalit en estas palabras: “Debido a esta mezcla de furia, frustración y decepción, durante los primeros meses posteriores al ataque, el movimiento pacifista israelí quedó enmudecido, paralizado”. Esta situación resulta espacialmente lamentable dado que los proyectos de paz alentados por una parte de la sociedad progresista israelí y por partidos como Meretz, parecía que habían dejado de ser relevantes para la solución justa del conflicto palestino-israelí, no sólo por la actitud belicista y reaccionaria del gobierno de Netanyahu, sino, también porque ahora no existe un interlocutor válido en la parte palestina y, todo ello hizo que el movimiento pacifista quedase sumido “en la total confusión”.

Pero, pese a tanta adversidad, la defensa de la creación del Estado Palestino y la devolución de los territorios ocupados resulta más necesario que nunca que se reactive de nuevo. El camino está claro y debe ser transitado por quienes, como dijo Isaak Rabin, crean en “la paz de los valientes”: liberación de todos los rehenes israelíes secuestrados, alcanzar un alto el fuego permanente y, finalizada la guerra, la creación de una vez por todas de un Estado Palestino reconocido internacionalmente. Por este camino van las iniciativas del nuevo partido de Los Demócratas (Meretz + Avodá) o de organizaciones israelíes como Omdira Ve Yahad (Presentes Juntos) o Eretz le Shenei Amin (Una misma tierra para dos pueblos).

En el tenaz esfuerzo porque la esperanza de la paz se abra, lentamente, paso entre tanta violencia, muerte y odio, el papel de las mujeres, israelíes y palestinas, resulta importante y no ha sido suficientemente valorado como se merece. Este es el caso de la asociación judía Mujeres que luchan por la Paz (Women Wage Peace - WWP) o la organización palestina Mujeres del Sol (Women of the Sun). Hay que tener presente que, como recordaba Pascal Chen, cofundadora de WWP, “las mujeres han sido claves en los procesos de paz de Irlanda del Norte, Liberia y Colombia, porque tienen una visión más global de los conflictos” además de señalar que “se estima que el porcentaje de éxito de los procesos de paz aumenta en un 35% si participan mujeres”. De hecho, la Resolución 1325 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas instó, ya en el año 2000, a incrementar la participación y representación de las mujeres en la prevención y solución de los conflictos, entre otras cosas, porque ellas son buena parte de las víctimas. Y es cierto, pues como señaló ante el Parlamento Europeo Reem al Hajjara, fundadora de la organización palestina Women of the Sun, “pedimos a ambas partes que se sienten a negociar y queremos un papel en esa negociación. Porque las mujeres son las que más pierden en las guerras. Si hubiese mujeres en esas conversaciones, habría paz”.

Pese a la brutalidad de lo que sucede en la Franja de Gaza, pese a todas las dificultades, las dos organizaciones de mujeres hermanas antes citadas siguen trabajando y colaborando y, como ellas mismas señalan, “no piensan parar hasta que se firme un acuerdo de paz” pues, citando de nuevo a Pascal Chen, la pacifista israelí de WWP, “Nos negamos a ser enemigas, nos negamos a que nuestros hijos sean las siguientes víctimas de este conflicto”. Por todo ello, ambas organizaciones fueron finalistas de los Premios Sajárov a la libertad de conciencia que concede el Parlamento Europeo.

El presente es difícil, el futuro, incierto pero la esperanza de lograr una paz justa no se desvanece pues, retomando de nuevo las palabras de Margalit, “algunos dirán que el movimiento pacifista se ha convertido en un grupo menguante atascado en una actividad estéril. Otros sostienen que, dadas las circunstancias, todo lo que podemos hacer, y en cuanto continuemos activando, sigue en pie la esperanza de que algún cambio se produzca”. Y es que, como decía un viejo proverbio judío, “tal vez no seas tú el que concluya la obra, pero eso no te da permiso para dejar de emprenderla”. Y la paz y la justicia son ideales lo suficientemente importantes como para no escatimar nunca esfuerzos por alcanzarlos.

El incierto futuro de la izquierda pacifista israelí tras el 7 de octubre