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sábado. 24.05.2025
TRIBUNA FILOSÓFICA

Es posible la vida en un mundo sin ética

Hace tiempo que detecto, no sólo en Estados Unidos donde ya viene de lejos, que hay un sector de la población a la que no gusta que se hable bajo, pausado, con sosiego y agrado.

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Uno de los grandes debates filosóficos de nuestra era sigue siendo la ética como parte consustancial al ser humano, como elemento clave para su desarrollo, como frontera con la brutalidad. Para Kant la ética era obrar de tal manera que nuestra conducta pudiese servir de ejemplo a los demás. Mucho antes, unos ocho siglos, Al Juarismi, ideador de los números que nos rigen, del sistema métrico decimal y de los algoritmos, decía que la ética era el primer elemento, el más característico y el fundamental de todas las cosas humanas. Decía, si un hombre tiene ética tendrá un uno, si es rico le añadiremos un cero, si además es guapo y distinguido otro cero, añadiendo un tercero si aparte de esas cualidades se podía afirmar sin género de dudas que e individuo en cuestión era buena persona, alguien desprendido, nada ególatra y preocupado por la suerte de los demás. Sin embargo, aseguraba Al Juarismi, si pese a todos los valores acumulados, un día ese hombre perdiese la ética, que debe guiar su comportamiento, su transcurrir por el mundo, entonces ese hombre perdería el 1 y se quedaría exclusivamente con los ceros, es decir que su valor sería igual a nada.

Sucede, está sucediendo algo parecido con nuestro mundo de derechos y deberes, de fraternidad pretendida, de libertad soñada algo similar a lo que pasaría si los orcos del Señor de los Anillos entrasen con sus mazas y su odio en el Museo del Prado

Hace tiempo que detecto, no sólo en Estados Unidos donde ya viene de lejos, que hay un sector de la población a la que no gusta que se hable bajo, pausado, con sosiego y agrado. Tampoco que alguien que sabe de una determinada cuestión hable de ella con modestia y sin ánimo de quedar por encima de nadie, sino solamente de intentar que personas no doctas en la materia de que se trata puedan acercarse a ella con la mayor normalidad. Por el contrario, ante una mayoría silente o complaciente, advierto de la magnífica recepción que sigue teniendo entre nosotros el machirulo o la machirula, que también las hay, cada vez más, que grita, que descalifica, que no cede la palabra, que no baja la voz, que amenaza, que hiperventila y da la sensación de estar al borde del infarto o de agazaparse con los dientes a la garganta del otro, del que no le da la razón. Las voces predominantes en los picoesquinas, en los puestos de los mercados, en los bares, en las teles, en los tajos, incluso en las oficinas recién pintadas o maqueadas, me dicen que hay gente que está muy cabreada con todo, no sólo con Pedro Sánchez -todo el mundo sabe que es uno de los grandes malvados del siglo, sobre eso no hay debate-, sino con el mundo, con la calle que pisan, con los vecinos, con sus condiciones laborales y con su existencia. No suelen ser quienes más acuden al desahogo exhabruptario, a la amenaza bruta quienes tienen peor suerte vital, pero a menudo acompañan con su gesto, su queja inmóvil y su voto a aquel que nunca supo, teniendo la obligación, que es la ética, porque sólo de personas anéticas, que desconocen el concepto, que ignoran deliberadamente que hay una forma de comportarnos, de ser, de existir que nos hace mejores y sirve para que los demás también lo sean, puede provenir la maledicencia, la altanería insultante, el egoísmo y el odio que cada día se hace más evidente en la mayoría de los foros donde hay más de cuatro personas y no son todas del mismo club.

Esa sensación de ira, de desprecio hacia la opinión y la acción de los demás, esa rabia por imponer sus dicterios utilizando la mentira, el insulto, la descalificación, la amenaza y el apocalipsis, se palpa en cualquier calle de nuestro país, pero no la mueven quienes no tienen techo donde meterse ni quienes cobran un salario que no les da para llegar a la tercera semana del mes, la mueven, la agitan, la alimentan los privilegiados, los que no pagan impuestos teniendo mucho que pagar, los que tienen muchos pisos para alquilar a precio de cabrón, los que acopian buenos sueldos, muchas veces de la istración a la que dicen odiar, los comisionistas que comercian con el Estado cuando hay catástrofes para sangrarlo y sangrarnos, las sanguijuelas, los patriotas que jamás supieron que es la Patria ni quienes sus Compatriotas. Oír a Vicente Vallés, Carlos Herrera o a Ana Rosa Quintana, ¡cuánto amor! ¡cuánto periodismo de verdad! ¡Cuánta Patria!

Estados Unidos, el país que ha decidido unilateralmente a quien perdona la vida y a quien condena, que ha hecho añicos el derecho internacional y el derecho de gentes, el país al que hay que decir, ni un paso más.

Desgraciadamente ese idioma, esa actitud predominante en España no es, por una vez, cosa racial, síntoma de la España diferente, sino de un mundo enloquecido donde esos mismos, los anéticos, los que desprecian el saber, la humildad, la bondad, la esperanza, la empatía, la solidadaridad, los que sólo sueñan con acaparar bienes y poder sin más finalidad que poseer, los que compran obras de arte y libros al peso, los que se tiñen la cara de naranja viéndose bellos o alzan el brazo a la hitleriana tal como hicieron sus padres, despreciando a los millones y millones de personas que fueron asesinados de forma bárbara bajo ese saludo, en hornos crematorios, en cámaras de gas, en salas de tortura, mutilados, en manos de los cirujanos de la muerte, del pelotón de fusilamiento, de los Franco de turno, han tomado las riendas del mundo y se disponen a destruir uno por uno todos los logros y conquistas de décadas. 

Sucede, está sucediendo algo parecido con nuestro mundo de derechos y deberes, de fraternidad pretendida, de libertad soñada algo similar a lo que pasaría si los orcos del Señor de los Anillos entrasen con sus mazas y su odio en el Museo del Prado, en el Louvre, en los Uffizi, como si de nuevo alguien quisiese dar fuego a la Biblioteca de Alejandría, como si el mundo creado en los campos de concentración de Bukele fuese el anticipo del futuro que nos queda a los discrepantes. Nunca supieron de ética, la despreciaron, era un obstáculo para conseguir sus objetivos. Ahora los objetivos no es quedarse con tal hotel, con el buscador más potente o la IA más perfecta. El objetivo es el control absoluto del mundo, de un mundo sin hombres libres, de un mundo con esclavos orgullosos de serlo, de un mundo sin ética que no sobrevivirá a su propia necedad. Ya no es cuestión de educación, solamente, salvarnos, es, antes todo, una cuestión de ética, el arma que ellos desconocen, y el enemigo no es el ejército maltrecho de un país de segunda fila como es Rusia, el enemigo es Estados Unidos, el país que ha decidido unilateralmente a quien perdona la vida y a quien condena, que ha hecho añicos el derecho internacional y el derecho de gentes, el país al que hay que decir, ni un paso más.

Es posible la vida en un mundo sin ética