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Pontificado de Pío X, que duró hasta 1914. En materia doctrinal y eclesial supuso un claro retroceso en relación con el Papado anterior, intensificándose el integrismo frente a cualquier tendencia modernista que se hubiera desarrollado en el seno de la Iglesia. En este sentido, fue fundamental la encíclica Pascendi dominici gregis, que supuso un ataque sistemático al modernismo, considerado el germen de las herejías, aunque provocó la reacción de los teólogos más destaca dos. La pugna en el seno de la Iglesia en estos momentos iniciales del siglo XX entre integristas y modernistas fue intensa. La contienda fue especialmente dura en el mundo intelectual y en los centros de enseñanza teológicos católicos con una verdadera campaña integrista.
El catolicismo francés de tendencia más progresista pretendía crear también un partido propio, pero, la Santa Sede lo prohibió a través del obispo de Grenoble
En principio, las tensiones entre la Santa Sede y el Estado italiano se rebajaron con el nuevo papa. Por otro lado, Pío X autorizó a los católicos a participar en la vida política italiana, aunque con el objetivo de frenar el anticlericalismo. Pero en Italia la Iglesia no quería la creación de un partido católico, como ya existía en Alemania con el potente Zentrum. La Iglesia prefería controlar directa mente la situación sin que los laicos se organizasen polí ticamente, al menos durante estos momentos, ya que la situación cambiaría cuando se creara al terminar la Gran Guerra, en 1919, en otro contexto histórico, el Partido Popular. Pero por el momento, la Santa Sede ejerció una gran presión para que los católicos no tuvieran autonomía. La propia Acción Católica, creada anteriormente, no tendría que servir de cauce de participación de los creyentes, sino como un instrumento de presión en la política y la sociedad italianas.
En Francia la situación se enrareció porque el catolicismo francés de tendencia más progresista pretendía crear también un partido propio, pero, la Santa Sede lo prohibió a través del obispo de Grenoble. El catolicismo francés es taba en plena crisis, tanto por el affaire Dreyfuss que lo había desprestigiado ante la injusticia cometida con el militar, como por el avance final de la política laica de la III República. La tensión entre el Vaticano y París fue constante en estos primeros años del siglo XX, y la ruptura diplomática se veía venir. Al final, cuando el presidente Loubet realizó una visita oficial a Roma en julio de 1904, Pío X encontró el pretexto ideal para romper diplomáticamente con Francia. Cuando al año siguiente se aprobó la ley que separaba la Iglesia del Estado, con la consiguiente revocación del Concordato, la tensión llegó a su punto máximo.