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sábado. 24.05.2025
TRIBUNA DE OPINIÓN

Los intocables

Hay quien no aprendió de lo que pasó con don Tomás Díaz Ayuso.

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Empiezo diciendo que no tengo nada malo que decir de nadie relacionado con la Ilustrísima Señora Doña Isabel Diaz Ayuso. Lo digo para que no me tenga que llamar ningún juez, ni fiscal, ni para que, ella misma, deba de referirse a mi madre presuponiendo cosas que no proceden.

La verdad es que, también debo decirlo, me ha costado entender lo que ahora quiero compartir con ustedes. Yo pensaba, a la vista de lo visto, que, aquí, de la crítica, no se salvaba nadie y de acusaciones de cualquier cosa, tampoco. Por tierra, mar, aire, prensa, radio, televisión y redes sociales, ya fuera en sedes parlamentarias o judiciales, si había que llamar a alguien hijo de puta, se hacía hasta al mismísimo presidente del Gobierno, nada menos que en el Congreso de los Diputados.

Quemar retratos del jefe del Estado Español, por ejemplo, es un ejercicio que no requiere más que una cerilla y no conlleva ningún reproche jurídico después de que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos lo haya declarado como un acto legítimo de libertad de expresión. Lo mismo que llamarle "jefe de los torturadores", como ya sentenció el mismo Tribunal ante dicha expresión manifestada por Otegui, en su día.

Y, por supuesto, como del rey abajo, ninguno, ni dios se salva de insultos, acusaciones, escraches, de que le asalten su sede o cosas por el estilo. A Teresa Ribera, por ejemplo, la han acusado de asesinar valencianos. Y, lo que es peor, de ser la auténtica responsable de cualquier cosa que haya hecho, o haya dejado de hacer Carlos Mazón. Y a Pedro Sánchez, y a su familia, le han llamado cosas y le han acusado de otras que me faltaría espacio para, ni siquiera, resumir en estas pocas líneas.

Aquí, como digo, no se salva nadie. Ni siquiera, aunque sea del Partido Popular, cuyos dirigentes han sido, desde fotografiados con contrabandistas, hasta censurados por corrupción en el Congreso de los Diputados, pasando por su encarcelación o, como ahora recordaremos, por su defenestración por perder el paso en el desfile.

Todos, excepto que el censurado tenga alguna relación con esa Ilustrísima Señora de la que usted me habla. Ah, amigo. En ese caso, tiéntese la ropa, átese los machos, agárrese al asiento y prepárese para que el cielo caiga sobre sus cabezas.

Hay quien no aprendió de lo que pasó con don Tomás Díaz Ayuso. Eran tiempos de Covid 19 y, según se dijo (ojo, que yo no digo ni que sí, ni que no) había intermediado en la venta de mascarillas a la Comunidad de Madrid presidida por su Ilustrísima Hermana. Cosa que, así dicho, sin anestesia, suena regular ya que, en estos casos, la intermediación suele hacerse con dinero de por medio.

Bueno, de entre todos los que lo dijeron, el más preminente era Pablo Casado, a la sazón presidente del mismo partido, el PP, que la Ilustrísima. Ni siquiera el conocido principio de que, el que huele, debajo lo tiene, sirvió para dar veracidad al hecho de que, ahí, podía haber tomate. En su lugar, ya sabemos lo que pasó: Casado al hoyo y Feijóo al bollo.

Esto, en cualquier sitio donde se respeta el honor, como en Sicilia, debería de haber servido de aviso a navegantes. Pero, está visto, que nadie escarmienta en cabeza ajena y, cuando apareció en escena el novio de Doña Isabel, hay quien volvió a las andadas.

Nadie escarmienta en cabeza ajena y, cuando apareció en escena el novio de Doña Isabel, hay quien volvió a las andadas

Resulta que el Ilustrísimo Consorte Señor Don Alberto González Amador, el susodicho, se había dedicado (ojo, por lo que dicen) a asuntos, también, de venta de mascarillas, susceptibles de ser posiblemente presuntos (o presuntamente posibles) temas de dudosa legalidad, especialmente en lo que tiene que ver con hacer lo suficientemente partícipe a la hacienda española de sus ingresos por esa actividad. Esta vez, en el Partido Popular, todavía con el cadáver político caliente de Pablo Casado, nadie se atrevió a decir nada. Pero en el PSOE, sí.

Aprovechando una, al parecer, noticia falsa, favorable al protagonista de la historia y perjudicial, por cierto, para la Agencia Tributaria y a la fiscalía general del Estado, esta última institución rebatió las informaciones en el mismo ámbito en que se había producido aquella noticia falsa: los medios de comunicación. En mala hora. A día de hoy, la Dana informativa y judicial producida, está arrastrando a la fiscalía general, a la de Madrid, al secretario general del PSOE de Madrid y las aguas van camino de alcanzar a la Moncloa y, ya veremos, si al propio PSOE. Pero, ¿quién les mandó meterse con el Ilustrísimo Consorte?

En el futuro, imagino que, si el gato de la Ilustrísima Pareja se mea en la escalera del edificio donde viven, a nadie se le ocurrirá más que limpiar, rápidamente, el pipí del ilustrísimo gato, pero, desde luego, no quejarse al presidente de la comunidad de propietarios. Por si acaso.

O, ¿es que no han aprendido de que va la cosa?

(Imagino que habrá a quien le pueda parecer mal que tome a broma estas cosas, pero tengo mi salud mental en muy alta estima para tomarme en serio lo que está pasando en la política española).

Los intocables