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Cuando ya se ha instalado en las mentes de todos la convicción de que lo que está pasando en Estados Unidos va realmente muy en serio, es un alivio ver que la respuesta de Europa a la crisis también va en serio. Y es muy reconfortante advertir que el famoso rearme que ocupa estas semanas todos los titulares solo es una parte de ella.
“El mundo es muy grande”, respondía esta semana el presidente Sánchez cuando le preguntaban a qué iba a ir a China el mes que viene, y con esas palabras entre enigmáticas y diplomáticas dejaba muy claro que la Unión Europea no se va a limitar a llorar por los amigos perdidos. Los indicios se multiplican. El primer ministro de Canadá nos visita e identifica a su país como “el más europeo de los no europeos”. La Comisión anuncia que va a impulsar la minería de los llamados “materiales críticos”. Sobre todo hay dos síntomas prometedores: la Unión ha demostrado en estas semanas su capacidad de sortear los obstáculos puestos por los antieuropeos, léase Hungría, y los gobiernos de los grandes países están trabajando, y esto es muy reseñable, como si la ultraderecha no existiera, como si no tuviéramos al enemigo dentro. Se ha esquivado el peligro, que era muy real, de tratar de apaciguar a los bárbaros con concesiones. El mensaje enviado es que aquí los que mandan son los demócratas.
En este contexto, es muy relevante una reacción que podría pasar inadvertida: la Unión ha duplicado su presupuesto para la captación de talento extranjero, es más, ha hecho una oferta descarada a los científicos norteamericanos que quieran seguir investigando en libertad para que vengan a hacerlo a Europa.
Es muy relevante y alentador ver que Europa no solo responde, sino que lo hace dando una respuesta, nítida y esencialmente, europea
Es verdad que la oferta es simbólica -las cantidades aportadas no son, o no son todavía, lo bastante grandes-, pero los símbolos son importantes. Porque, con esa oferta, lo que se reafirma en este momento crítico es que Europa no solo quiere ser la potencia económica que se ha pasado décadas construyendo, sino el continente, si es preciso la isla, de la libertad. Es un fuerte mensaje ideológico. Cuando Estados Unidos amenaza -si los norteamericanos no reaccionan, porque de ellos depende sobre todo- con dejar de ser “the land of the free”, como dice la letra de su himno, la Unión Europea no solo responde comprando armas y minerales, que muy probablemente vayan a ser imprescindibles, sino reafirmando que los valores son la seña de identidad que nos importa. Esto tiene importancia, capital importancia, en la misma semana en que a un científico francés se le ha prohibido entrar en los EEUU porque había en su móvil -¡en sus conversaciones privadas!- críticas a Trump. Es muy relevante y alentador ver que Europa no solo responde, sino que lo hace dando una respuesta, nítida y esencialmente, europea.