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Vicente I. Sánchez | @Snchez1Godotx
Hay un momento clave en Oh, Canada cuando el protagonista, Leo Fife, interpretado por un soberbio Richard Gere, es puesto en entredicho por el equipo de cine que está rodando sus memorias. Ellos dudan de que esté diciendo la verdad. Frente a esto, Leo confiesa que, en realidad, todo lo que narra es una oración, y en una oración no se miente. Esta bellísima reflexión resume a la perfección la última película de Paul Schrader, donde la verdad, el duelo y la memoria juegan un papel fundamental.
Oh, Canada, basada en la novela de Russell Banks, nos narra la historia de un prestigioso documentalista americano
Oh, Canada, basada en la novela de Russell Banks —amigo muy especial de Schrader, fallecido de cáncer terminal antes de que la película estuviera completada—, nos narra la historia de un prestigioso documentalista americano. En los últimos momentos de su vida, también afectado por un cáncer terminal, decide conceder una última entrevista para contar la verdadera historia de su vida. Sin embargo, impone una única condición: que su esposa esté presente en todo momento como testigo de sus palabras.
Bajo este punto de partida, Oh, Canada se convierte en un fascinante relato sobre la memoria, la verdad y los sueños frustrados. Leo, profundamente enfermo y medicado, emprende un auténtico ejercicio de confesión en sus últimos días. Paul Schrader construye una narrativa mutante, donde los sueños, las verdades, los recuerdos y las mentiras se entrelazan, dando lugar a una película que rompe con la linealidad del tiempo. A medida que avanza, nunca queda claro si Leo está diciendo la verdad o si su relato, lleno de buenas intenciones, está distorsionado por la fuerte medicación que toma para aliviar sus intensos dolores.
Leo Fife se rodea de un equipo de cine para que su historia quede registrada para siempre. Las cámaras, dispuestas de manera que evocan las sesiones de Sigmund Freud, buscan convertir la entrevista en un espacio íntimo y confesional. A partir de estas imágenes, Oh, Canada aborda temas como la guerra de Vietnam, las heridas de una sociedad estadounidense rota y las tensiones entre la realidad y el cine documental. Schrader plantea una pregunta esencial: ¿hasta qué punto el cine busca retratar la verdad o es, en realidad, un ejercicio de ego y mentira?
El título, Oh, Canada, hace referencia al país donde Leo decidió refugiarse para evitar ser enviado a la guerra

El título, Oh, Canada, hace referencia al país donde Leo decidió refugiarse para evitar ser enviado a la guerra. Sin embargo, pronto descubrimos que su huida era, más que de un conflicto bélico, un intento desesperado por escapar de su propia vida. Schrader utiliza esta premisa para construir una reflexión sobre la identidad, la memoria y la redención, temas recurrentes en su obra reciente.
A sus 78 años, Schrader sigue explorando con valentía los rincones más íntimos del alma humana. En Oh, Canada, mantiene la línea de sus anteriores películas, como El maestro jardinero, El contador de cartas y El reverendo. Estas cintas, consideradas parte de su "trilogía de los pecados capitales de Estados Unidos", comparten un enfoque introspectivo, cargado de poesía y una preocupación constante por la redención y el autodescubrimiento.
En esta nueva obra, Schrader retoma su colaboración con Richard Gere tras American Gigolo. Gere entrega una interpretación magistral, encarnando a un enfermo terminal con tal transformación que resulta casi irreconocible, revitalizando así una carrera reciente marcada por elecciones más discretas. A su lado, Uma Thurman brilla como una mujer atrapada en la negación, luchando por sostenerse ante las revelaciones de su esposo. Ambos ofrecen dos de sus mejores trabajos en mucho tiempo.
Finalmente, Oh, Canada es una película profundamente conmovedora que nos invita a acompañar a un hombre moribundo en su búsqueda de reconciliación con su pasado y con la mujer que ha sido su apoyo incondicional. En este sentido, resulta inevitable pensar en el trasfondo personal de Schrader, quien no solo enfrenta la pérdida de Russell Banks, sino que también lidia con el Alzheimer de su esposa, ingresada en un hospital donde el director pasa gran parte de su tiempo. Es fácil imaginar a Schrader allí, junto a su mujer, con su vieja máquina de escribir, reflexionando sobre la memoria y la redención, temas que impregnan cada rincón de esta obra.