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Torres-Remírez | @jostorresremrez
A estas alturas no es de extrañar que Gonzalo Suárez asombre al público. Lo lleva haciendo toda su vida, ya sea como director, guionista, actor, escritor o, como en esta ocasión, autor de tebeo. Porque lo que nos ha regalado la editorial Nórdica Libros es el primer tebeo de Gonzalo Suárez, y digo bien lo del primero porque estas viñetas se dibujaron hace casi setenta años.
El libro es una rara avis, muy poco catalogable, casi como cualquier trabajo de su autor

“El caso de las cabezas cortadas” ha llegado a las librerías este pasado marzo y rápidamente se ha convertido en un objeto de deseo para los iradores de Gonzalo Suárez. Sin embargo, el libro es una rara avis, muy poco catalogable, casi como cualquier trabajo de su autor. Es un proyecto novel, pero en él vislumbramos ciertos toques que posteriormente se han repetido en la obra de Suárez, por lo que podríamos considerar este libro como una carta del joven Gonzalo a su yo de noventa años para comprobar si ha cumplido todo lo que soñaba con veinticuatro primaveras.
El tebeo que ideó el autor es justo lo que se ha publicado. Las más de ochenta viñetas que componen la historia fueron dibujadas por Suárez en su estancia en París a finales de la década de 1950, y nos muestran el estilo de las historietas que se encontraban por entonces. No esperen un “cómic” como los actuales con su narración americanizada, sus dibujos y sus ritmos. Aquí Suárez plasma lo que se podía encontrar en cualquier quiosco de la época, pero con su toque. No llega a ser el toque lubitsch pero nadie puede negar que Gonzalo Suárez conjuga de manera única ese cinismo, ese humor y el pesimismo de los personajes (que no de la historia). Por supuesto que aún le quedan muchas cosas por limar para llegar a ser el autor que hoy conocemos, pero el estilo ya está ahí.
El complicado caso al que se enfrenta el inspector Lucien Gabin podría haber sido una serie más de las típicas que se podían encontrar en la edición del TBO, junto con los ya conocidos personajes como: “Josechu el Vasco”, “Altamiro de la Cueva” o “La familia Ulises”. Por lo que, sin quererlo, la apuesta de Nórdica es a la par un ejercicio de nostalgia para los que crecieron en aquellos años con estas lecturas, pero también una máquina del tiempo para el resto.
La historia que encontrará el lector entre las páginas de “El caso de las cabezas cortadas” está especialmente dedicada a los cinéfilos y apasionados por las salas de cine
La historia que encontrará el lector entre las páginas de “El caso de las cabezas cortadas” está especialmente dedicada a los cinéfilos y apasionados por las salas de cine. Los homenajes constantes al séptimo arte empiezan por el nombre y la apariencia del primer inspector: Lucien Gabin. El apellido es una clarísima referencia al mejor actor del cine francés clásico: Jean Gabin. Que por esas fechas empezó a protagonizar películas encarnando a Jules Maigret, el gran detective de la novela policiaca sa. Y aún encontramos otros tantos homenajes que no se pueden desvelar ya que se destriparía el argumento.

Junto con el tebeo nos encontramos un doble prólogo. El primero de otro autor: Javier Cercas, pero esta vez en su faceta de irador de Gonzalo Suárez. El segundo de los prólogos está escrito por el propio autor y sirve para ponernos en situación y que el lector crea saber qué puede encontrarse. Aunque ya les digo que pierdan toda esperanza; pues leyendo una historia de Suárez, la sorpresa está esperándote en la siguiente página.
Como lector asiduo de novelas gráficas/comics, puedo asegurarles que no hay nada parecido en el mercado editorial
Como lector asiduo de novelas gráficas/comics, puedo asegurarles que no hay nada parecido en el mercado editorial. Lo que debería servir para que este libro sea una buena apuesta para conseguir el “Premio Nacional del Cómic” y otros tantos premios y galardones. Y no es sólo una opinión de este irador del autor. Otros tantos expertos en cultura han resaltado la calidad de “El caso de las cabezas cortadas”.
Sin embargo, el mejor reconocimiento que se puede hacer a una obra es su popularidad. Que el público compre el libro, lo lea y disfrute del mismo. Desde aquí, mi reconocimiento a Lucien Gabin, a “El caso de las cabezas cortadas” y a Gonzalo Suárez.