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jueves. 29.05.2025
EEUU

El poder judicial: el último bastión frente al activismo de Trump

El choque entre el activismo político de Trump y el poder judicial es una prueba para la democracia estadounidense.
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James Fernández Cardozo

La democracia moderna se fundamenta en principios esenciales que limitan el ejercicio del poder y garantizan los derechos fundamentales. Uno de estos principios, ideado por Montesquieu en el siglo XVIII, es la separación de poderes, que divide las funciones del Estado en tres ramas: la ejecutiva, la legislativa y la judicial. Este sistema asegura un equilibrio que previene abusos, permitiendo la colaboración armónica entre estas esferas, pero siempre bajo la premisa de la supremacía de la Constitución. Sin embargo, la istración de Donald Trump, con su activismo político, ha puesto a prueba estos principios fundamentales.

El poder judicial ha emergido como un actor clave para salvaguardar el equilibrio de poderes y proteger el estado de derecho

En los primeros meses de su mandato, Trump desplegó una estrategia de saturación pragmática, caracterizada por la emisión constante de órdenes ejecutivas controvertidas, buscando dejar sin tiempo a sus oponentes para planificar una respuesta efectiva. Ejemplos de estas acciones incluyen la prohibición de personas transgénero en el ejército, la deportación masiva de migrantes y la reactivación de leyes arcaicas como la Ley de Enemigos Extranjeros de 1798, diseñada originalmente para tiempos de guerra.

No obstante, este activismo se ha encontrado con un límite: el poder judicial, que ha emergido como un actor clave para salvaguardar el equilibrio de poderes y proteger el estado de derecho.

El poder judicial como contrapeso

Los jueces han desempeñado un papel fundamental al bloquear diversas políticas de la istración Trump que vulneran derechos fundamentales. Por ejemplo, la jueza Ana Reyes declaró inconstitucional la prohibición de personas transgénero en el ejército, calificándola de “denigrante y estigmatizante”. Reyes argumentó que las políticas de Trump no solo estigmatizan, sino que también carecen de fundamentos fácticos, lo que las hace incompatibles con los principios constitucionales.

Por su parte, el juez James E. Boasberg bloqueó la deportación de cientos de migrantes venezolanos que la istración Trump intentó justificar bajo la Ley de Enemigos Extranjeros, una norma del siglo XVIII. Boasberg cuestionó la validez de aplicar esta ley en un contexto moderno, señalando que su uso requeriría una justificación sólida que equiparara las acciones de los migrantes con una invasión, algo que no se ha demostrado.

Estas decisiones judiciales refuerzan la importancia de los contrapesos en la democracia y evidencian cómo el poder judicial actúa como un guardián frente a posibles excesos del Ejecutivo.

El impacto humano y las tensiones internacionales

Las políticas migratorias de Trump han tenido un impacto devastador en las comunidades afectadas. La prohibición de personas transgénero en el ejército, por ejemplo, ha generado incertidumbre para miles de militares que han dedicado su vida al servicio del país. Asimismo, la deportación masiva de migrantes, incluidos menores de edad, ha sido criticada por organizaciones de derechos humanos.

El gobierno salvadoreño, bajo la dirección de Nayib Bukele, ha colaborado con la istración Trump para recibir deportados

En el plano internacional, estas políticas han tensado las relaciones con países como Venezuela y El Salvador. El gobierno salvadoreño, bajo la dirección de Nayib Bukele, ha colaborado con la istración Trump para recibir deportados, muchos de ellos vinculados a pandillas criminales como el Tren de Aragua. 

Sin embargo, estas deportaciones constituyen una violación del derecho internacional de los derechos humanos, ya que se realizan de manera indiscriminada e incluyen a personas inocentes, como barberos venezolanos o meseros trabajadores. Según datos oficiales, más de 5,000 venezolanos han sido deportados hacia El Salvador en los últimos meses, muchos de ellos sin haber recibido el debido proceso legal. Estas personas ahora se encuentran recluidas en las dantescas cárceles de Bukele, donde las condiciones han sido calificadas como inhumanas por organizaciones de derechos humanos como Amnistía Internacional.

Los ataques al poder judicial

La respuesta de Trump a estas decisiones judiciales ha sido atacar directamente a los jueces mediante falacias ad hominem, una táctica típica del populismo. En lugar de debatir sobre los argumentos jurídicos, Trump ha deslegitimado a los jueces, acusándolos de interferir en su autoridad como líder del Ejecutivo. Esta estrategia no solo erosiona la confianza en el sistema judicial, sino que también busca consolidar el poder del Ejecutivo mediante la polarización de la opinión pública.

El populismo, como el que caracteriza a Trump, representa una amenaza para la democracia al concentrar el poder en el Ejecutivo, deslegitimar las instituciones y polarizar a la sociedad

El populismo, como el que caracteriza a Trump, representa una amenaza para la democracia al concentrar el poder en el Ejecutivo, deslegitimar las instituciones y polarizar a la sociedad. Su discurso simplista divide al pueblo entre una "élite corrupta" y un "pueblo puro", justificando medidas autoritarias bajo la premisa de cumplir con la voluntad popular. El populismo erosiona la separación de poderes, debilita la independencia judicial y normaliza prácticas antidemocráticas, como la manipulación de leyes o la restricción de derechos civiles.

Trump justifica sus acciones apelando a la doctrina del destino manifiesto, presentándose como un líder elegido para restaurar la grandeza de Estados Unidos. Este discurso, profundamente arraigado en el populismo, busca movilizar a su base política y justificar medidas controvertidas bajo la premisa de un propósito superior. Sin embargo, esta narrativa pone en riesgo el equilibrio de poderes y amenaza con desestabilizar las instituciones democráticas.

En este conflicto entre el poder judicial y el Ejecutivo, lo que está en juego no es solo el respeto a los derechos fundamentales, sino la supervivencia misma de los principios democráticos. El sistema judicial ha demostrado ser un bastión frente a los excesos del Ejecutivo, pues actúa como un garante de los valores fundamentales que hacen posible la democracia, pero la pregunta persiste: ¿podrá resistir la presión política y mantener su independencia?

Este enfrentamiento es un recordatorio de que la separación de poderes no es un lujo, sino una necesidad para garantizar la libertad y la justicia en una democracia funcional. En última instancia, el poder judicial sigue siendo el último bastión frente a la erosión democrática, garantizando que la Constitución prevalezca incluso ante el populismo más agresivo.

El futuro del equilibrio de poderes

En este conflicto entre el poder judicial y el Ejecutivo, lo que está en juego no es solo el respeto a los derechos fundamentales, sino la supervivencia misma de los principios democráticos. El pueblo estadounidense observa con preocupación cómo esta confrontación afecta la estabilidad institucional. ¿Logrará el sistema democrático encontrar un equilibrio razonable entre las ambiciones del Ejecutivo y las garantías del estado de derecho?

El choque entre el activismo político de Trump y el poder judicial es una prueba para la democracia estadounidense. Mientras el Ejecutivo busca expandir sus límites, el poder judicial continúa defendiendo los principios constitucionales que garantizan el equilibrio de poderes. 

La resistencia de los jueces no solo reafirma la importancia de las instituciones, sino que también envía un mensaje claro: en una democracia, nadie está por encima de la ley.

James Fernández Cardozo / PHD Análisis del Discurso

El poder judicial: el último bastión frente al activismo de Trump