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El bombazo de la aparición de la versión china de Deepseek ha traído al centro del debate la cuestión de la seguridad y la exposición de la privacidad de cada quien como riesgo añadido inducido por estas tecnometodologías. Sin despreciar las funcionalidades positivas, la reflexión gira en torno a las potenciales utilizaciones como instrumentos de vigilancia y control, algo propio de la CIA y de otras agencias que los gobiernos habilitan para tales tareas. Agencias que basan su actividad en la manipulabilidad de las personas a través de los datos que de manera explícita (otorgamiento de señas personales) o indeseada (rastros de búsquedas, usos de redes, etc) vamos dejando en nuestra relación y uso de tecnologías diversas que aglutina la IA entrenada para tal fin.
La cuestión de la seguridad relativa al uso de datos personales ha estado presente en la historia de las tecnologías desde siempre. Lo que es un hecho nuevo es la potencia de recolección y tratamiento que los dispositivos más avanzados completados con herramientas de IA de la actualidad otorgan, tanto da si chinas, rusas o de los usa. Vaya por delante que las posibilidades de intromisión en la vida de las personas para recoger información sobre cualquier aspecto de sus vidas, material, sentimental o espiritual son inmensas. Cada click, cada mensaje, cada aceptación de cookies, cada búsqueda en las web oficiales y oficiosas, y hasta cada imagen nuestra o de nuestro entorno es alimento para la máquina de tergiversar con la que los ciudadanos del siglo XXI nos enfrentamos. Manipulación que puede tener una orientación puramente comercial o ir más allá, como recordaréis de las actividades de Cambridge Analytics en los casos del referéndum del Brexit o la campaña de Trump en el 2016.
La Cambridge Analytics en operaciones como el Brexit o Trump 1.0. Qanon es la web promotora de las estrategias de la ultraderecha a nivel global
Conocer, mejor dicho, fichar a los ciudadanos es una aspiración de toda entidad comercial o istrativa. En el segundo caso el objetivo parece legítimo pues se persigue una información que acerca al istrado con los instrumentos de gestión que se necesitan. En el primero, la cosa ya es más debatible ¿Qué legitima a una empresa a disponer de mis datos personales para ofrecerme de modo directo aquello que yo no solicito voluntariamente? Si paseo por una calle y veo un buen libro en un escaparate y entro, el vendedor reacciona y completa la jugada contándome excelencias del mismo. Pero si yo no he dado la más mínima señal de desear un libro ¿por qué he de recibir decenas de sugerencias? Solo porque saben de mi afición por la lectura. Lo saben porque rastrean mis datos en compras anteriores, búsquedas en internet e incluso por mis visitas a las bibliotecas del barrio.
Ese meter sus narices en tu vida es una constante de la trayectoria histórica de lo que se conoce como marketing o ciencia de las ventas, cuerpo doctrinal que se inicia en los primeros decenios del siglo XX que arrancó aplicando métodos muy candorosos de estímulo a la venta que han ido sofisticándose paulatinamente hasta nuestros días, en los que las tecnologías informáticas y el modelo de economía de los datos han permitido desarrollar estrategias de seducción muy próximas a la coacción. Digamos que la presión ejercida sobre la persona para estimular su deseo de compra es una agresión, pero se conjuga con el hecho de que la soberanía del individuo no acaba de desaparecer pues domina el resorte final, el pago por la adquisición. La vigilancia y la manipulación del individuo en cuanto que consumidor es una putada y una ilegalidad que consentimos porque el daño que produce no es muy lesivo comparado con las posibilidades de hacer el mal que estas metodologías de reconocimiento tienen en otros terrenos.
Agencias que basan su actividad en la manipulabilidad de las personas a través de los datos que de manera explícita o indeseada vamos dejando en nuestra relación y uso de tecnologías diversas que aglutina la IA entrenada para tal fin
Por ejemplo en la acción política, como ha quedado demostrado en los casos mencionados de la implicación de un bróker de datos, la Cambridge Analytics en operaciones como el Brexit o Trump 1.0. Qanon, la web promotora de las estrategias de la ultraderecha a nivel global es una cátedra desde la que se vocean mensajes distorsionados dirigidos a grupos objetivos caracterizables hasta el nivel sujeto individual. Disponer de la información necesaria para aislar y particularizar a cada individuo permite generar un mensaje facturado a la talla del consumidor, fabricar el bulo a la medida del ingenuo. En esto la IA introduce un arsenal renovado, pues además de facilitar la irrupción en la vida de cada sujeto obteniendo de manera ilícita información sobre él, permite generar patrones y perfiles para aminorar el coste de la vigilancia y abaratar la mensajería destinada al inadvertido sujeto.
Si a esto añades la mina de información abierta con los datos de imágenes, reconocimiento facial, huellas, voces etc que tanto las organizaciones gubernamentales como las comerciales aprovechan en beneficio propio, lo que tenemos es un mundo en el que la intervención del ciudadano en los asuntos públicos es una ficción, una auténtica quimera, una acción encubierta por organizaciones secretas como la CIA, el CNI o el Mosad.
Una confabulación de la discreción secretiva amparada en mayores cotas de ocultamiento bajo la acción de la IA.