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“No sé qué hora es, pues no llevo reloj, solo sé que es de noche y, por desgracia, como muchas noches desde hace meses, no duermo casi nada. Solo oigo gritos de desesperación, un gran estruendo cuando estallan las bombas, que los malditos drones israelitas descargan. Oigo disparos de los tanques, que no paran de pasar por los escombros y, lo peor, no paro de oír los gritos e insultos de los soldados israelitas indicándonos que salgamos de nuestras madrigueras, que solo somos conejos y que lo que debemos hacer es abandonar y largarnos de lo que ellos indican que son sus propiedades. Yo, en mi interior, no paro de gritar: no es vuestro pueblo, es el nuestro. Esto es Palestina, no Israel.
Yo creo en la igualdad. Yo respeto las diferentes ideologías, religiones e incluso estoy en contra de lo que los terroristas de Hamás están haciendo. No comulgo ni con sus ideas ni con su forma de actuar. Y creo que lo que hicieron los nazis con los judíos fue un genocidio. Por eso, comprendo menos cómo ahora son ellos los que están provocando un genocidio con nuestro pueblo, cómo no nos dejan vivir en paz y, lo peor, ¿por qué nos matan? Intento comprender por qué lo hacen, pero no puedo. Sus afanes de expansionistas, de sus dirigentes corruptos, han matado y siguen matando a mi pueblo. Los muertos se cuentan por miles. En mi familia ya solo quedamos dos: mi hermana y yo. Entre ambos sumamos más de 130 años. ¡Ojalá uno de esos drones hubiese acabado con nosotros y no con nuestros hijos y nietos! ¿Qué mal habían hecho ellos? Ninguno. Ni eran terroristas, ninguno atacó nunca a un israelita. Y, sin embargo, ahora están muertos. Su único delito fue que eran palestinos y, por tanto, según los dirigentes israelitas, hay que eliminarlos, sacarlos primero de Gaza y después de Cisjordania.
Quieren nuestro país para expansionar el suyo. Y lo quieren hacer a la fuerza, provocando un genocidio, matando a todo lo que se mueve y, lo peor, sin piedad, con rencor, con ensañamiento, de igual modo que los nazis hicieron con sus antepasados en la Segunda Guerra Mundial. En el fondo son como esos nazis: unos “asesinos genocidas”. Pero lo peor no es eso. Lo peor es que los organismos internacionales, los dirigentes políticos mundiales, salvo excepciones, no hacen nada para impedir este genocidio, para impedir que nos maten, para impedir que la muerte nos aceche día y noche. ¿Por qué nos dejáis morir? Os pregunto a todos y todas los que no vivís en estos territorios, que escondéis la cabeza, que no salís a la calle de vuestras ciudades tranquilas y sin destrozos a gritar que se pare esto, que el ser humano no debe ser tan cruel. Sois capaces de celebrar actos e incluso llorar por las atrocidades nazis contra los judíos y, sin embargo, no hacéis nada para que no nos maten, ya sea por las bombas, por los disparos o por la hambruna, que cada día es mayor. Además de las enfermedades que están saliendo, por culpa de la falta de agua y alimentos.
¿Qué estáis haciendo para impedir que la poca ayuda que nos quieren dar esté servida por los que provocan el genocidio y custodiada por “asesinos a sueldo”? ¿Realmente creéis que llegará esa ayuda? No llegará, y la que llegue la tendremos que pagar. Pero ¿con qué dinero?, si lo único que nos queda son ruinas, muertos, desgracia y, lo peor, ya no nos queda ni lo mínimo que podemos tener: continuar siendo seres humanos.
Es muy tarde, pero no puedo dormir, continúa el ruido y, lo peor, continúo viendo los cuerpos destrozados de mi mujer, de mis hijos, de mis nietos. No paro de ver, cuando cierro los ojos, sus cuerpos envueltos en las sábanas blancas y enterrados en sus fosas en tierra mirando a La Meca. ¡Tal vez ese sea el problema! El que seamos musulmanes para que la comunidad internacional no nos ayude, nos deje morir de esta forma, que no imponga sanciones, que no pare esta atrocidad. ¿Acaso somos distintos a los seres humanos ucranianos? Se pusieron sanciones a Rusia y se continúan poniendo, y sin embargo el genocidio israelita no se para, se critica, pero no se hace nada. Mientras tanto, nos matan, nos humillan, nos degradan. ¿Y Israel? Nada de nada, sigue su vida, apoyados por países cómplices de ese genocidio, como su país amigo EE. UU. y todos los países correveidiles que le apoyan. Pero lo peor, pienso, es la ciudadanía de una parte del mundo que continúa callando y escondiendo el ala. ¿Por qué nos dejáis morir?
Esta es la verdadera historia de un palestino que hoy todavía tiene esperanza de que la ciudadanía no acepte este genocidio y ponga remedio a esta crueldad. Para eso solo hay una solución: sancionar a Israel y parar su expansión genocida a costa de un pueblo y con la excusa de un atentado terrorista cruel que Palestina no hizo.