
Hoy ser de izquierdas pasa, inevitablemente, por ser anticapitalista
La teoría capitalista nos dice que lo mejor para que el mundo funcione e incluso todos seamos felices es que el mercado funcione a su aire, sin intervención por parte del Estado. Lo curioso, es que a poco perspicaz que sea uno, enseguida comprende que cuando se pide la intervención del Estado es para que favorezca a quienes sacan negocio del mercado. Por ejemplo, está muy feo que el mercado intervenga para rescatar familias de la miseria o se plantee una renta básica para que nadie viva indignamente, pero no pasa nada si el Estado interviene para salvar los bancos. O se pueden rescatar a las autopistas deficitarias puestas en manos de gigantes de la construcción, pero está mal visto regular las licencias de transporte público para dar tiempo al sector del Taxi a adaptarse al cambio tecnológico -un sector, por cierto, que al menos en Madrid, ha pasado de adorar a Jiménez Losantos a besar fotografías de Pablo Iglesias-. Pero si señalas esto te llaman demagogo, o populista, que es la forma educada de reconocer que, por supuesto, los bancos y las grandes constructoras son más importantes que las personas.
El caso más reciente de este capitalismo de Estado -es decir, del Estado puesto al servicio del capitalismo- lo tenemos en la reciente decisión de la CNMC de llevar a tribunales las legislaciones de varios ayuntamientos sobre viviendas vacacionales. Según este organismo estatal encargado de vigilar la sana competencia en el mercado -y que sobre los precios de luz y gasolina, marcados por oligopolios, no se pronuncia- regular para que el centro de las principales ciudades españolas no se convierta en un centro comercial para turistas es peligroso para quienes operen en ese sector y para los propios s de esos servicios, que tendrán que pagar más por ellos. Sobre los vecinos de esas ciudades, la CNMC no dice nada. Porque estos, de nuevo, son menos importantes que el mercado. Y si los alcaldes legislan pensando en ellos, el Estado intervendrá para reconvenirlos y marcarles la senda.
Cómo intervino Montoro para impedir un mayor gasto social, o como en nombre de la sana competencia se impide regular, precisamente, el mercado de la vivienda, refugio en estos años de fondos buitres y otras especies de carroñeros de la miseria económica. Fondos que se han dedicado sistemáticamente a dejar en la calle a familias y grupos desfavorecidos, cuyo derecho a una vivienda digna reconoce una constitución que se invoca para lo que interesa, y se acalla para lo que no. Pero recordar esto también es de populistas.
Tiene varios campos de acción y tiempo de sobra el PSOE de Pedro Sánchez para demostrar que no es sólo el policía bueno del sistema, el representante español del capitalismo con rostro humano. O sea, para demostrar que es un partido de izquierdas. Porque hoy ser de izquierdas pasa, inevitablemente, por ser anticapitalista. Lo demás, es trabajar con la fe de que el mercado libre y sus instintos y mecanismos básicos pueden ser reformados y puestos a trabajar al servicio de la gente. O dicho de otra manera: creer que se puede salvar al enfermo tratando solo sus síntomas, y no la enfermedad.