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La proyección psicológica es un mecanismo definido por Freud. Cuando no soportamos asumir nuestra propia responsabilidad tendemos a transferir el sentimiento de culpa y endosamos a los demás los errores cometidos. Esto suele reflejar una inmadurez que nos hace incapaces de operar como adultos y se asocia con rabietas infantiles. También revela un profundo desconocimiento de la propia personalidad, al dejar fuera del campo visual de la introspección cuanto pueda perturbar esa imagen ideal e inexistente que se tiene de sí.
Lógicamente, si nos vemos confrontados con esa realidad que se niega y proyecta en los otros, la reacción defensiva conlleva un ataque más o menos agudo de paranoia, porque te sientes injustamente perseguido. El mundo está en tu contra porque no te quiere ni aprecia tus excelsas cualidades. Cualquier evidencia que se presente ha de ser falsa, para no dañar este relato y el consiguiente desmentido incrementa nuestro mecanismo de proyección haciéndole alcanzar una intensidad que lo pone más al descubierto.
Ayuso ha presentado una encendida defensa de su gestión y para ello no ha dudado en cambiar sus propios datos en lo tocante al número de fallecidos en las residencias
Ayuso sería digna de compasión por padecer este habitual trastorno psicológico, si no desempeñase un cargo cuyas decisiones afectan a mucha gente que recibe sus zarpazos cuando simplemente demandan una explicación. En el quinto aniversario de la pandemia nos ha obsequiado con una estrafalaria exhibición del mecanismo de proyección. Ha presentado una encendida defensa de su gestión y para ello no ha dudado en cambiar sus propios datos en lo tocante al número de fallecidos en las residencias.
A su juicio, es víctima de una conspiración orquestada por el gobierno y la izquierda. En ese lote caben también los familiares de las víctimas, a quienes no duda en descalificar con saña, identificándolos con un grupo de oposición política, como si esto fuese verosímil, aunque ya se hizo en su día con Pilar Manjón. Presa de un delirio similar, Aznar decidió que la masacre del 11M se había perpetrado para robarle unas elecciones.
En ocasiones los ataques vienen de las propias filas. Al pobre Pablo Casado le costó muy caro hablar del hermano de Ayuso y cuestionar a su novio parece un delito de lesa majestad. Gracias a los ingresos irregulares de su pareja, la presidenta madrileña habita un duplex en un barrio privilegiado, pero señalar esa circunstancia es percibido por ella como una conspiración gubernamental y del Estado en su conjunto.
Por muchas elecciones que se ganen, semejante cinismo con tintes macabros merece figurar en los anales de la infamia
Los ejercicios de autocrítica brillan por su ausencia en general, pero suplirlos por un reparto de culpas a diestro y siniestro es algo menos corriente. Como buena discípula de Trump, Ayuso entiende que nunca hace nada mal y el problema es de los demás, que no la quieren bien y orquestan campañas difamatorias en su contra. El espectáculo de sus declaraciones ovacionadas por su grupo resulta lacerante cuando median muertes oprobiosas y familiares desconsolados. Por muchas elecciones que se ganen, semejante cinismo con tintes macabros merece figurar en los anales de la infamia.